Aegon, confundido, fue empujado hacia una jaula en la parte trasera de un carro tirado por caballos. Sus muñecas estaban atadas con cadenas, y aunque no ofreció resistencia, su mirada se clavó en los guardias, tratando de entender lo que sucedía.
"¿Qué diablos pasa? ¡Soy el gladiador de la casa Taa!" reclamó, indignado.
Uno de los guardias, un hombre corpulento con una cicatriz en la mejilla, soltó una carcajada burlona. "En el torneo del solsticio, no tienes privilegios, esclavo," le espetó, empujándolo dentro de la jaula con un golpe fuerte. La puerta se cerró de golpe, y el carro comenzó a moverse con un crujido de ruedas sobre la tierra.
Aegon se incorporó dentro de la jaula y, entre las sombras, divisó una figura conocida. Era Sried, sentado en una esquina, su semblante sereno pero sus ojos, como siempre, llenos de determinación.
"Sried," murmuró Aegon, acercándose a él. "¿Qué haces aquí?"
Sried levantó la cabeza lentamente y esbozó una media sonrisa, resignada pero amistosa. "Soy el gladiador de la casa Farakka. También voy a luchar en el torneo," respondió con una tranquilidad inquietante.
La comprensión cayó sobre Aegon como un yunque. "Eso significa que... solo uno de nosotros será libre," dijo, la gravedad de la situación pesando sobre sus palabras.
Sried asintió lentamente. "Eso me temo, hermano. Solo uno puede ganar. Pero pase lo que pase, ha sido un honor conocerte, Aegon."
Aegon sostuvo la mirada de Sried y le devolvió la sonrisa, aunque había una tristeza oculta en sus ojos. "Lo mismo te digo, Sried. Sea cual sea el resultado, que sea digno."
El viaje hasta la isla de Walano fue largo y arduo. La jaula sacudía con fuerza a cada piedra y desnivel del camino. Durante el trayecto, el paisaje de la isla de Jhala se desvaneció poco a poco, dando paso a un horizonte nuevo, hasta que finalmente vieron el mar.
El barco que los transportaría al destino final los esperaba en el puerto. Los gladiadores, junto con otros prisioneros y combatientes, fueron subidos al barco bajo la vigilancia constante de los guardias. Las olas chocaban suavemente contra el casco del navío, pero el ambiente era tenso y cargado de ansiedad.
Tras días de travesía en el mar, finalmente llegaron a la isla de Walano. Era un lugar de una belleza salvaje, pero lo que más llamaba la atención era Último Lamento, una ciudad portuaria que se levantaba al noroeste de la isla. Las casas de piedra blanca y techos oscuros formaban un laberinto en las colinas que rodeaban el puerto. Las olas golpeaban con fuerza la costa rocosa, y el viento traía consigo el aroma salado del mar, mezclado con la esencia de las especias y el mercado bullicioso de la ciudad.
El carro los llevó por las calles empedradas de Último Lamento, pasando entre comerciantes, pescadores y nobles que se preparaban para el gran evento: el Torneo del Solsticio. Cada rincón de la ciudad vibraba con emoción y expectativa. La arena de combate, visible en la distancia, ya estaba decorada con estandartes de las casas nobles de las Islas del Verano.
ESTÁS LEYENDO
THE FIRST OF HIS NAME
Fiksi PenggemarEn las profundidades de los misteriosos confines de Volantis, donde la magia y el misterio se funden en un torbellino de poderes antiguos, un sacerdotisa roja en trance vislumbra una visión: una figura envuelta en llamas, con cabellos de plata ondea...