La tienda de mando de Aegor vibraba de rabia contenida. La tormenta rugía fuera, pero dentro, el verdadero huracán era Aegor, que caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada. Sus ojos resplandecían con furia mientras miraba a sus guardias y comandantes, incapaz de comprender cómo tres hombres se habían infiltrado en su campamento y liberado a su prisionero.
"¡¿Cómo es posible?!" rugió, golpeando una mesa con su puño. "¡Tres hombres! ¡Tres malditos hombres han entrado en mi campamento, liberado a la moneda más valiosa que teníamos, y han desaparecido! ¡Y vosotros, todos vosotros, ni os habéis dado cuenta!"
Los guardias evitaban su mirada, nerviosos, sin atreverse a responderle. La tensión en el aire era palpable.
Illyrio Mopatis, de pie a un lado, levantó una mano en un intento de calmar a su hijo. "Aegor, cálmate. Todavía no todo está perdido. Sí, Aegon ha escapado, pero no está en condiciones de enfrentarnos. Y además..."
"¡Mi hermana se ha ido con ellos!" interrumpió Aegor, girándose hacia Illyrio. "¡La cobarde se fue con esos traidores! Su fidelidad ahora está en duda. Si de verdad estuviera de nuestro lado, ¿por qué no los mató?"
Illyrio entrecerró los ojos, manteniendo la calma en medio de la tormenta. "Selmy y Dayne no son hombres cualquiera. Son dos de los guerreros más letales de Poniente. Daella hizo lo que debía. Si hubiera atacado, habría muerto, y no tendríamos forma de usarla para nuestro plan. Al mantenerse cerca de Aegon, mantiene su posición."
"¿Mantener su posición?" Aegor bufó con desprecio. "¡Cobarde! Eso es lo que es. Yo mismo iré a Desembarco del Rey. Encontraré a Aegon, lo mataré, y luego..." sonrió de forma siniestra, "si me place, tal vez junte las sangres de dragón. Pero cuando nazca la descendencia, la mataré. No me interesa compartir el poder."
Sonya, que había estado escuchando en silencio hasta ahora, dio un paso al frente. "Eso sería una imprudencia, Aegor. Marchar solo a la boca del dragón te costará más de lo que imaginas."
Aegor giró la cabeza bruscamente hacia ella, pero en lugar de responder de inmediato, sacó de su cinturón el cuerno de dragón que había obtenido hacía poco. Lo levantó con una sonrisa torcida. "¿Imprudencia? Esto no es imprudencia, Sonya. Esto es poder. El poder de controlar lo que nadie más puede."
Sonya entrecerró los ojos, claramente insatisfecha. "Es imprudencia, Aegor, como lo fue cuando casi matas a Aegon en la arena. Si hubieras cruzado esa línea, ¿qué crees que hubiera pasado? El caos se habría desatado antes de que pudiéramos controlar la situación. Necesitamos que siga vivo... por ahora."
Aegor la miró, su rostro oscureciéndose aún más. "Aegon no vale nada. Es sangre sucia. No tiene la sangre pura de los dragones. La única que importa es Daenerys, y lo sabes."
Illyrio, percibiendo el creciente peligro en la situación, intervino con tono conciliador. "Aegor, el plan sigue intacto. Todavía podemos..."
"¡Cállate!" rugió Aegor, señalando a su padre con el cuerno. "No necesito tus lecciones, viejo. Mi destino es más grande que el tuyo. Yo mismo tomaré lo que me pertenece."
Luego, girándose hacia sus comandantes, dio la orden que todos temían. "Prepara los ejércitos. Marchamos hacia Harrenhal. Si Desembarco del Rey quiere enfrentarse a mí, que lo haga."
Los comandantes intercambiaron miradas, sabiendo que la furia de Aegor era implacable. Aegor miraba hacia el horizonte con los ojos encendidos, listo para desencadenar su guerra sin importarle las consecuencias.
El viaje en la barca se volvió más tortuoso con cada minuto que pasaba. Edric, Arstan, Daella y Caleb luchaban contra las olas, impulsando con todas sus fuerzas la pequeña embarcación mientras la tormenta los golpeaba sin misericordia. El frío se colaba por sus ropas empapadas, y el viento aullaba en sus oídos, haciendo casi imposible la comunicación entre ellos. Pero lo que más les preocupaba no era la furia de la naturaleza, sino el estado de Aegon.
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THE FIRST OF HIS NAME
FanfictionEn las profundidades de los misteriosos confines de Volantis, donde la magia y el misterio se funden en un torbellino de poderes antiguos, un sacerdotisa roja en trance vislumbra una visión: una figura envuelta en llamas, con cabellos de plata ondea...