En las profundidades de los misteriosos confines de Volantis, donde la magia y el misterio se funden en un torbellino de poderes antiguos, un sacerdotisa roja en trance vislumbra una visión: una figura envuelta en llamas, con cabellos de plata ondea...
Aegon y Sried corrieron por los pasillos del coliseo, sus pasos resonando en el caos que se desataba a su alrededor. Las llamas iluminaban el cielo oscuro, y la lluvia caía con tal fuerza que cada gota se sentía como un golpe. El humo y el agua se mezclaban, dificultando la visibilidad y la respiración. Pero eso no los detenía; sabían que debían llegar al palco.
Al llegar, encontraron el lugar casi destruido. La estructura, antes majestuosa, estaba ahora hecha escombros. A través de las vigas caídas y la piedra rota, Aegon divisó a Khinra atrapada bajo una viga que se había desplomado. Sried, con su fuerza descomunal, levantó la viga, mientras Aegon la ayudaba a ponerse de pie.
Khinra, jadeante, les lanzó una mirada cargada de incredulidad. "¿Este era tu plan, Aegon?" preguntó, con sarcasmo, mientras intentaba recuperar el aliento.
Aegon negó con la cabeza. "No, esto no es cosa nuestra. Pero no importa ahora. Tenemos que encontrar a Rose y Janei."
Los tres salieron del coliseo, luchando contra la tormenta que azotaba con fuerza. El suelo se había convertido en un mar de barro y sangre, mientras los gritos de combate y el choque de espadas resonaban en medio de la lluvia. Los piratas se habían abierto paso a través de las defensas de la ciudad, y ahora se enfrentaban brutalmente contra los guardias en una batalla campal. Los guardias, superados en número, intentaban resistir, pero la embestida de los piratas era implacable.
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