Capitulo 2-El Renacimiento De Una Reina

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A las afueras de Volantis, en un claro escondido entre la hierba alta, un rugido profundo resonaba en el aire. Drogon, el majestuoso dragón negro, se mantenía vigilante, sus ojos fieros fijos en el horizonte, protegiendo el cuerpo inerte de Daenerys Targaryen. Los días pasaban y la lealtad de Drogon no flaqueaba. Los cazadores y curiosos que se acercaban eran ahuyentados rápidamente por su furia.

Una joven de cabello rubio y ojos azules, montada en su caballo, recorría los campos cercanos en busca de presas. Era una cazadora experta, conocida por su ingenio y valentía. Mientras exploraba, un rugido estremecedor hizo que su caballo se encabritara, asustado por la presencia imponente del dragón.

Con firmeza, la joven acarició el cuello de su caballo para calmarlo. Su curiosidad superaba cualquier temor, y decidió seguir el sonido. Ató las riendas a un árbol cercano y se adentró en la hierba alta, moviéndose con cautela pero con determinación.

Tras unos minutos de caminar entre la densa vegetación, se encontró cara a cara con Drogon. El dragón alzó su cabeza y emitió un rugido amenazador, sus ojos brillando con advertencia. La joven contuvo el aliento, pero no retrocedió. Sabía que enfrentarse a un dragón requería tanto coraje como astucia.

"Nyke jāhor ūndegon jaelagon aōha, hēnkirī," dijo en alto valyrio, su voz clara pero suave. Intentaba calmar a la bestia, demostrando que no era una amenaza. Drogon rugió de nuevo, pero ella no se inmutó. Repitió sus palabras, manteniendo su tono sereno y firme.

Finalmente, Drogon pareció calmarse, sus rugidos cesaron y permitió que la joven se acercara. Con una mano temblorosa, pero decidida, la tocó suavemente, sintiendo el calor y la fuerza bajo su piel escamosa. Fue entonces cuando vio el cuerpo de Daenerys, y su corazón se encogió. A pesar de no conocerla personalmente, las historias sobre la Madre de Dragones eran bien conocidas en todas partes.

"Nyke jorrāelagon ūndegon, jaelagon ao līve," dijo en alto valyrio, rogándole a Drogon que le permitiera acercarse más. El dragón, como si comprendiera sus intenciones, lanzó un último rugido antes de alzar el vuelo y desaparecer en el cielo, dejando a la joven sola con el cuerpo de Daenerys.

Sin perder tiempo, envolvió a Daenerys con una manta que llevaba consigo. La reverencia con la que lo hizo mostraba su respeto y admiración por la caída reina. Con esfuerzo, colocó el cuerpo sobre su caballo y se dirigió a Volantis, consciente del riesgo que corría, pero determinada a encontrar una solución.

Al llegar a las puertas de la ciudad, los guardias de la Mano de Fuego, soldados al servicio de la fe de R'hllor, se acercaron con curiosidad y desconfianza.

"¿Qué llevas ahí?" preguntó uno de los guardias, su mirada sospechosa.

"Un animal que he cazado," respondió con calma, escondiendo su verdadero propósito. Los guardias la reconocieron y, confiando en ella, la dejaron pasar sin más preguntas.

Arela, indecisa pero resuelta a buscar ayuda, llevó el cuerpo de Daenerys Targaryen a las imponentes puertas del Templo del Señor de Luz en Volantis. Los muros de piedra negra del templo, protegidos por la Mano de Fuego, se alzaban como una fortaleza inexpugnable. La Sumo Sacerdote, Kinvara, era conocida por sus poderes y devoción a R'hllor. Arela sabía que si existía algún lugar donde pudiera encontrar ayuda, sería allí.

Al llegar, los guardias de la Mano de Fuego se acercaron, sus ojos brillando con la luz del fuego sagrado. Sin perder la compostura, Arela explicó su urgencia.

"Debo ver a Kinvara," dijo, manteniendo la calma. "Es una emergencia."

Uno de los guardias asintió, reconociéndola, y la escoltó dentro del templo. Los corredores oscuros y llenos de símbolos antiguos de R'hllor se extendían delante de ella. A medida que avanzaba, el aire se volvía más cálido, como si el mismo templo respirara la esencia del fuego.

THE FIRST OF HIS NAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora