El barco finalmente llegó al puerto de Desembarco del Rey, balanceándose suavemente mientras las primeras luces del amanecer teñían el cielo de tonos grises. La ciudad aún dormía, pero la tensión en el ambiente era palpable. Edric Dayne y Arstan Selmy se apresuraron a sacar a Aegon de la pequeña cabina donde había pasado todo el viaje, al borde de la muerte.
Aegon yacía en la cama, apenas respirando, su rostro pálido y cubierto de sudor. Parecía más un cadáver que una persona. La fiebre aún lo consumía, y su cuerpo parecía más frágil con cada momento que pasaba.
"Debemos sacarlo de aquí antes de que alguien lo vea," dijo Edric, su voz baja pero tensa.
"¿Cómo lo llevaremos hasta la Fortaleza Roja sin que el pueblo lo note?" preguntó, mirando a Arstan, que observaba el puerto con ojos calculadores.
Arstan vio un carro viejo, cubierto con mantas y cajas de suministros. No era más que un vehículo de transporte humilde, pero serviría. "Usaremos ese carro," dijo, señalando con la cabeza. "Lo cubriremos con las mantas del barco. Será suficiente para pasar desapercibidos."
Ambos hombres se acercaron a la cama de Aegon. Edric se agachó primero, intentando levantarlo con cuidado. "Vamos, Aegon. Resiste un poco más. Estamos en casa." Aegon no respondió, su cuerpo inerte, su piel ardía al tacto. "Está tan débil," murmuró Edric con preocupación.
Arstan se unió a él, ayudando a levantar a Aegon. Cuando lo alzaron de la cama, notaron que sus manos estaban manchadas de sangre, un rastro de las heridas que aún no se habían cerrado del todo. Ambos intercambiaron una mirada de preocupación, pero sabían que no tenían tiempo que perder.
"Respira," dijo Arstan con alivio, al sentir un leve aliento escapar de los labios de Aegon. "Todavía está con nosotros."
Con sumo cuidado, lo llevaron al exterior del barco. Daella seguía de cerca, mientras tapaba el cuerpo de Aegon con una manta, protegiéndolo del frío aire de la mañana. Su silencio solo reflejaba la gravedad de la situación.
Cuando llegaron al carro, colocaron a Aegon en la parte trasera, cubriéndolo con las mantas lo mejor que pudieron. Aegon apenas emitió un sonido, pero su respiración continuaba, aunque débil. Daella subió con él, vigilando cada respiración, cada movimiento. "Vamos, rápido," urgió, aunque su voz era apenas un susurro.
Edric y Arstan tomaron las riendas del carro y lo guiaron con discreción por las calles aún desiertas de la ciudad. El peso de la misión recaía sobre ellos, pero sabían que estaban cerca. Cada giro, cada paso los acercaba más a la Fortaleza Roja.
Finalmente, tras un viaje silencioso y tenso, llegaron a las imponentes puertas de la fortaleza. Las torres de piedra se alzaban frente a ellos, y con el corazón en la garganta, se prepararon para lo que vendría.
Cuando Edric, Arstan, y Caleb entraron a la Fortaleza Roja con Aegon en el carro, la atmósfera cambió de inmediato. Los guardias y sirvientes se detuvieron, sus ojos llenos de sorpresa y horror al ver el estado del joven rey. Aegon parecía más muerto que vivo, su piel pálida, cubierta de heridas abiertas y sangre seca. El susurro de "Aegon ha vuelto" corrió por los pasillos como un rayo.
Cuando la noticia llegó a Daenerys, salió apresuradamente, sus ojos brillando con una mezcla de incredulidad y miedo. Al ver a Aegon, casi no podía creer lo que veía. Su rostro, normalmente resuelto, se quebró en una expresión de pura angustia.
"¡Avisad a Haldon y a Khinra de inmediato!" ordenó, su voz temblando, pero firme.
Aegon fue llevado con cuidado a una habitación cercana, donde lo recostaron en una cama. Daenerys se mantuvo a su lado, observando cada respiración débil y superficial de Aegon. Su mirada era un torbellino de emociones: miedo, culpa, y amor.
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THE FIRST OF HIS NAME
FanfictionEn las profundidades de los misteriosos confines de Volantis, donde la magia y el misterio se funden en un torbellino de poderes antiguos, un sacerdotisa roja en trance vislumbra una visión: una figura envuelta en llamas, con cabellos de plata ondea...