Aegor Fuegoscuro llegó a Harrenhal con un ejército que parecía un río imparable, arrasando con las fuerzas de Daenerys que intentaban resistir. El imponente castillo, antaño símbolo de poder, pronto quedó en manos de Aegor, quien lo reclamó con brutalidad. En medio de la batalla, se abrió paso entre los defensores, abatiendo a cualquier que osara desafiarle. En un acto de furia y demostración de poder, arrancó la cabeza de un guardia que intentó detenerlo y, alzándola ante su ejército, gritó: "¡Harrenhal es nuestro!"
La victoria en el castillo había sido rápida, casi demasiado fácil. Un rato después, Aegor se reunió con IIIyrio y Sonya en los oscuros salones de Harrenhal. Sonya, observando el mapa del continente en una gran mesa de piedra, habló primero: "Hay que saber mover nuestras piezas. No podemos arriesgarlo todo en un golpe. Debemos debilitarlos poco a poco."
Aegor, con una sonrisa arrogante, observó el vasto castillo a través de las ventanas. "Desde Harrenhal, podemos tomar Poniente pieza por pieza. El ejército de Daenerys está agotado tras Casa Austera, y ese Targaryen de papel, Aegon, es poco más que un muerto que respira. Su alianza con el Norte parece que se desmorona, y ya no tiene a sus dragones." Soltó una carcajada, oscura y amenazante.
Sonya, siempre cautelosa, le recordó: "Debes recordar que el verdadero poder está en saber jugar al juego de tronos. No puedes lanzarte directamente a la boca del dragón."
Aegor asintió con una mueca. "Ya lo sé. He estado pensando en un plan... Toda la comida de la capital pasa por Altojardín. Si tomamos Altojardín, los dejaremos sin suministros. Poco a poco, el hambre hará el trabajo por nosotros. Cuando su pueblo se revuelva en su contra, Daenerys no tendrá otra opción que atacar... y cuando lo haga, ya será demasiado tarde para ella."
IIIyrio, siempre evaluando, asintió con una sonrisa astuta. "Me gusta este nuevo plan. Me gusta que finalmente hayas dejado de lado la idea de atacar Desembarco del Rey de frente."
Aegor, con una mirada cortante, lo interrumpió. "Mi hermana... ahora mismo no sé si está de mi lado o no. Pero me da igual. Si lo está, bien. Si no..." Su voz se apagó en una amenaza implícita.
IIIyrio intentó intervenir. "Confía en tu hermana. Ella no nos traicionaría, estoy seguro. Si lo deseas, puedo ir yo mismo a la capital, hablar con ella y confirmarlo."
Aegor se giró hacia Harvok y Verrax, dos de sus soldados más leales, quienes permanecían cerca como sombras letales. "Acompañad a mi padre. Id con él a ver a mi hermana."
IIIyrio levantó la mano en señal de objeción. "No es necesario. Puedo ir solo."
Aegor, ignorando la cortesía, replicó con frialdad: "Lo sé, padre, que puedes hacerlo solo. Pero esto no es por hablar. Es por asegurarnos de que sabemos exactamente en qué bando está. Y si no lo está..." Aegor clavó sus ojos en Harvok y Verrax. "Ya sabéis qué hacer."
Harvok, con su voz profunda, rió entre dientes. "Si no está de tu parte, Aegor, le daremos una lección que no olvidará."
Verrax, a su lado, añadió con tono burlón: "Quizás le recordemos qué pasa cuando juegas con dragones... o cuando te enfrentas a uno."
Los dos hombres soltaron una carcajada, que resonó siniestra en los salones de piedra. IIIyrio, incómodo, intentó decir algo más, pero Aegor lo interrumpió con un gesto tajante. "Calla. Ve a hablar con ella. Pero recuerda, esto no es una charla entre padre e hija."
IIIyrio, finalmente, asintió en silencio, sabiendo que las palabras serían inútiles frente a la voluntad férrea de su hijo. Aegor había tomado Harrenhal con brutalidad, y nada, ni siquiera los lazos familiares, iba a detenerle en su ambición de conquistar Poniente y cumplir con la profecia.
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THE FIRST OF HIS NAME
FanfictionEn las profundidades de los misteriosos confines de Volantis, donde la magia y el misterio se funden en un torbellino de poderes antiguos, un sacerdotisa roja en trance vislumbra una visión: una figura envuelta en llamas, con cabellos de plata ondea...