Capitulo 43- Vado Rubí

56 6 0
                                    

Aegon aterrizó suavemente sobre el Forca Verde, en el lugar donde las aguas del Tridente serpenteaban bajo el cielo gris. Era el Vado Rubí, el sitio donde Robert Baratheon había ganado su corona años atrás, en una de las batallas más legendarias de los Siete Reinos. El clima era pesado y denso, las nubes se acumulaban amenazando con una tormenta, pero Aegon no estaba ahí para admirar la historia. Recordó las palabras crípticas de la carta mientras descendía de Elianys, sus ojos escudriñando los alrededores.

Buscó los "tres árboles que miran al agua", y tras un breve recorrido, los encontró. Tres robles majestuosos que parecían inclinarse sobre el río, como centinelas silenciosos. Se acercó a ellos, pero no vio a nadie. El silencio era ensordecedor, roto solo por el suave susurro del viento. Aegon se detuvo frente a los árboles, la mano en el pomo de su espada, expectante.

El tiempo pasó y comenzó a llover. Las gotas caían pesadamente, empapando su capa y armadura, pero Aegon apenas lo notaba. De pronto, una figura encapuchada apareció entre los árboles, caminando lentamente hacia él. Su mano se tensó sobre la empuñadura de la espada mientras la lluvia golpeaba el suelo a su alrededor.

"¿Quién eres?" preguntó con dureza, su voz grave cortando el silencio.

La figura se detuvo a unos pasos de él, y con un movimiento lento, se quitó la capucha. Aegon se quedó mirando a Sansa Stark, su rostro pálido bajo la lluvia, sus ojos fijos en los suyos.

 La sorpresa dio paso al instinto, y Aegon desenvainó su espada en un solo movimiento, lanzando a Sansa al suelo y apuntándole con la hoja directamente al cuello

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 La sorpresa dio paso al instinto, y Aegon desenvainó su espada en un solo movimiento, lanzando a Sansa al suelo y apuntándole con la hoja directamente al cuello.

"Dame una razón para no matarte aquí mismo," espetó con frialdad, la punta de su espada presionando ligeramente la piel de Sansa.

Ella lo miró, sin perder la calma. "Bonita cicatriz," dijo, señalando la marca que atravesaba el ojo de Aegon. "Yo también me alegro de verte."

Aegon apretó los dientes y empujó la espada con más fuerza. "¿Por qué me mandaste esa carta? ¿Qué quieres?"

Sansa frunció el ceño y lo miró con genuina confusión. "¿Qué carta? Tú me enviaste una carta."

Aegon retrocedió un paso, apartando la espada. Sansa se incorporó lentamente, sacudiéndose la lluvia de su vestido y frotándose el cuello donde había sentido la presión de la hoja.

"¿Qué carta?" repitió Aegon, más intrigado que furioso.

Sansa sacó una carta de su capa mojada y se la mostró. Aegon la tomó y la leyó. El contenido era diferente, pero igual de críptico, otro acertijo. Levantó la vista hacia Sansa, sintiendo cómo la confusión crecía dentro de él.

"No puede ser," murmuró mientras sacaba su propia carta y se la mostraba a Sansa.

Ambos compararon los acertijos, y aunque eran distintos, el propósito era claro: alguien los había manipulado para encontrarse en ese lugar.

THE FIRST OF HIS NAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora