El ejército de Daenerys marchaba en silencio, avanzando a través de las vastas y desoladas tierras del Norte. Tras varios días de viaje, finalmente llegaron a los límites de Fuerte Terror, el antiguo bastión de los Bolton. La imponente fortaleza se alzaba oscura y siniestra en la distancia, su aspecto más sombrío bajo la luz grisácea del cielo nublado. Mientras se acercaban, Aegon frunció el ceño, sintiendo una extraña inquietud en el aire.
"No hay mucho silencio", comentó Aegon, su mirada recorriendo los alrededores. No había señales de vida, ni el habitual sonido del viento entre las paredes del castillo. El ambiente estaba cargado de una quietud espeluznante.
Daenerys, desde lo alto de su montura, miró los campos cercanos. "Aquí ha habido una batalla", dijo, señalando varias áreas donde la tierra estaba removida y manchada de algo oscuro, probablemente sangre. "Las huellas de carros y caballos lo confirman, pero... no hay cuerpos."
El rastro de la batalla era evidente: el suelo estaba desgarrado por el paso de soldados y bestias de guerra. Restos de armaduras destrozadas y estandartes hechos jirones colgaban de los árboles cercanos, pero lo más inquietante era la ausencia de cuerpos. Solo quedaban manchas de sangre seca, salpicadas por doquier, como si los muertos hubieran sido arrastrados o simplemente desaparecido.
Aegon intercambió una mirada con Daenerys, ambos con la misma pregunta en mente. Finalmente, Aegon se acercó a las puertas de Fuerte Terror, enormes y pesadas, con las marcas del tiempo y la guerra sobre ellas. Con un gesto de su mano, ordenó a sus hombres abrir las puertas. Un chirrido agudo y tétrico resonó en el aire mientras las puertas se separaban, revelando la oscuridad dentro de la fortaleza.
Lo que vieron al entrar fue un auténtico horror. Los muros estaban salpicados de sangre y, en el patio principal, se extendía una visión dantesca. Cuerpos mutilados colgaban de sogas, desollados hasta quedar irreconocibles, con partes del cuerpo esparcidas por todo el lugar. Algunos habían sido empalados en estacas, mientras que otros yacían en el suelo con sus rostros congelados en expresiones de terror. La crueldad era evidente: miembros desmembrados, torsos abiertos, cráneos aplastados. Había cadáveres que habían sido quemados, pero sus extremidades seguían parcialmente intactas, como si hubieran sido torturados incluso después de la muerte. El olor era insoportable, una mezcla de podredumbre y sangre estancada.
Arela, horrorizada pero manteniendo la compostura, señaló una de las paredes. "Mira lo que pone allí", dijo en voz baja.
Aegon y Daenerys se acercaron, y vieron una frase escrita en alto valyrio con sangre, extendida en grandes letras. Decía:
"El dragón rojo caerá por el lobo."
Daenerys frunció el ceño, su expresión endureciéndose al leer las palabras. "Los Stark... ¿cómo no?", murmuró con desdén.
Aegon, sin embargo, se inclinó hacia adelante, observando la escena con detenimiento. "Tanta violencia... no creo que sean los Stark. No es su estilo."
Daenerys lo miró, algo sorprendida por su comentario. "¿Y quién más si no? Siempre han sido nuestros enemigos."
Antes de que Aegon pudiera responder, Daella, quien estaba explorando el área, se acercó y miró la escena con repulsión. "Los norteños también pueden ser crueles, Aegon. No subestimes lo que pueden hacer."
Pero Daenerys, observando con más atención, señaló un estandarte entre los restos. "No, no son solo los Stark. Reconozco este emblema." Señaló un escudo sucio, pero todavía visible, con un símbolo dorado y negro que nadie más había visto antes. "Son hombres de IIIyrio."
El emblema era una serpiente enroscada alrededor de una moneda rota, un símbolo desconocido para muchos, pero no para Daenerys. "Esto es obra suya", afirmó con una mezcla de furia y determinación.
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THE FIRST OF HIS NAME
FanfictionEn las profundidades de los misteriosos confines de Volantis, donde la magia y el misterio se funden en un torbellino de poderes antiguos, un sacerdotisa roja en trance vislumbra una visión: una figura envuelta en llamas, con cabellos de plata ondea...