A pesar del hecho de que estaba anocheciendo y mi familia estaría preocupada, me senté junto a un árbol al lado de la verja. Intenté decidir cómo me sentía con respecto al beso, si me había gustado o si lo lamentaba, pero todo lo que recordaba era la presión de los labios de Gale y el perfume a naranjas que aún permanecía en su piel. No tenía sentido compararlo con los muchos besos que había intercambiado con Peeta. Aún no había decidido si alguno de esos contaba. Al final me fui a casa.
Esa semana me encargué de las trampas y dejé la carne en casa de Hazelle. Pero no vi a Gale hasta el domingo. Tenía todo este discurso preparado, sobre cómo no quería un novio y no planeaba casarme nunca, pero al final no lo usé. Gale actuó como si el beso nunca hubiera sucedido. Tal vez estaba esperando que yo dijera algo. O que lo besara yo a él. En vez de ello me limité a fingir también que nunca había sucedido. Pero había sucedido. Gale había hecho añicos una barrera invisible entre nosotros y, con ella, cualquier esperanza que tenía yo de recuperar nuestra antigua amistad sin complicaciones. Sin importar cuánto fingiera, nunca pude mirar a sus labios de exactamente la misma forma.
Todo esto cruza mi cabeza en un instante mientras los ojos del Presidente Snow se clavan en mí tras la amenaza de matar a Gale. ¡Qué estúpida he sido al creer que el Capitolio se limitaría a ignorarme una vez hubiera vuelto a casa! Tal vez no supiera nada de los potenciales levantamientos. Pero sabía que estaban enfadados conmigo. En vez de actuar con la precaución extrema que la situación requería, ¿qué había hecho? Desde el punto de vista del presidente, había ignorado a Peeta y alardeado de mi preferencia por la compañía de Gale ante todo el distrito. Y haciendo eso había dejado claro que estaba, de hecho, burlándome del Capitolio. Ahora había puesto en peligro a Gale y a su familia y a mi familia y también a Peeta, por mi despreocupación.
— Por favor no le haga daño a Gale. ― Susurro. ― Sólo es mi amigo. Ha sido mi amigo durante años. Eso es todo lo que hay entre nosotros. Además, ahora todo el mundo cree que somos primos.— Sólo estoy interesado en cómo afecta a tu dinámica con Peeta, y en consecuencia afectando al humor en los distritos.
— Será lo mismo en el tour. Estaré tan enamorada de él como lo estaba.
— Como lo estás. ― Corrige el Presidente Snow.
— Como lo estoy. ― Confirmo.
— Sólo que lo tienes que hacer aún mejor si se van a evitar los levantamientos. Este tour será tu única oportunidad para darle la vuelta a las cosas.
— Lo sé. Lo haré. Convenceré a todos en los distritos de que no estaba desafiando al Capitolio, que estaba loca de amor.
El Presidente Snow se levanta y se limpia los labios hinchados con una servilleta.
— Apunta más alto por si acaso te quedas corta.
— ¿Qué quiere decir? ¿Cómo puedo apuntar más alto? ― Pregunto.
— Convénceme a mí. ― Dice. Deja caer la servilleta y recoge su libro. No lo miro mientras se dirige hacia la puerta, así que me sobresalto cuando me susurra en el oído.
― Por cierto, sé lo del beso.
Después la puerta se cierra tras él.
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En llamas
Teen FictionSegundo libro de la trilogía "Los Juegos del Hambre" Todos los derechos le pertenecen a la autora Suzanne Collins.