Caminamos trabajosamente y en silencio de vuelta hacia el tren. En el pasillo fuera de mi puerta, Haymitch me da una palmadita en el hombro y dice:
— Podría haberte ido mucho peor, ya lo sabes.
Se va a su compartimento, llevándose el olor a vino consigo.
Ya en mi cuarto, me quito las zapatillas empapadas, el albornoz húmedo y el pijama. Hay más en los cajones pero me limito a arrastrarme debajo de las mantas en mi ropa interior. Me quedo mirando a la oscuridad, pensando en mi conversación con Haymitch. Todo lo que ha dicho sobre las expectaciones del Capitolio es cierto, al igual que mi futuro con Peeta, e incluso su último comentario. Por supuesto, podría haberme ido mucho peor que Peeta. Pero eso no es lo importante, ¿o sí? Una de las pocas libertades que tenemos en el Distrito 12 es el derecho a casarnos con quien nos plazca o a no casarnos en absoluto. Y ahora hasta eso me ha sido arrebatado. Me pregunto si el Presidente Snow insistirá en que tengamos hijos. Si los tenemos, tendrán que enfrentarse a la cosecha cada año. ¿Y no sería todo un hito ver al hijo no sólo de uno, sino de dos vencedores, elegido para la arena? Ha habido hijos de vencedores antes en el ring. Siempre es causa de mucha excitación y genera mucho de qué hablar sobre cómo la suerte no está de parte de esa familia. Pero sucede con demasiada frecuencia como para tratarse sólo de suerte. Gale está convencido de que el Capitolio lo hace a propósito, amaña el sorteo para añadirle más drama. Dados todos los problemas que he causado, probablemente haya garantizado a cualquier hijo que tuviera un puesto en los Juegos.
Pienso en Haymitch, soltero, sin familia, ahogando al mundo en la bebida. Podría haber elegido a cualquier mujer del distrito. Y eligió la soledad. No, no la soledad, eso suena muy pacífico. Más como el confinamiento solitario. ¿Fue eso porque, habiendo estado en la arena, sabía que era mejor que arriesgarse a la alternativa? Yo tuve el gusto de probar esa alternativa cuando llamaron a Prim el día de la cosecha y la vi caminar hacia el tablado para morir. Pero como hermana suya pude ocupar su puesto, una opción prohibida a nuestra madre.
Mi mente busca alternativas frenéticamente. No puedo dejar que el Presidente Snow me condene a esto. Incluso aunque suponga terminar con mi vida. Antes que eso, sin embargo, intentaría huir. ¿Qué harían si simplemente me esfumara? ¿Si desapareciera en el bosque y nunca más volviera a salir? ¿Podría incluso llevar a todos mis seres queridos conmigo, empezar una nueva vida en la espesura? Muy poco probable pero no imposible.
Sacudo la cabeza para aclararla. Este no es el momento de hacer locos planes de escape.
Tengo que concentrarme en el Tour de la Victoria. Los destinos de demasiadas personas dependen de que ofrezca un buen espectáculo.
El amanecer llega antes que el sueño, y allí está Effie, golpeando en mi puerta. Me pongo cualesquiera que sean las ropas que están en la parte de arriba del cajón y me arrastro hasta el vagón comedor. No veo qué diferencia supone la hora a la que me levante, ya que este es día de viaje, pero después resulta que todos los arreglos de ayer sólo eran para llevarme a la estación de tren. Hoy recibiré las atenciones de mi equipo de preparación.
— ¿Por qué? Hace demasiado frío como para enseñar nada. ― Gruño.
— No en el Distrito Once. ― Dice Effie.
El Distrito 11. Nuestra primera parada. Preferiría empezar en cualquier otro distrito ya que este es el hogar de Rue. Pero así no es como funciona el Tour de la Victoria. Habitualmente empieza en el Distrito 12 y después va en orden descendente de distrito hasta el 1, seguido del Capitolio. El distrito del vencedor se salta y se reserva para el final de todo. Ya que el 12 ofrece la celebración menos fabulosa de todas―habitualmente sólo una cena para los tributos y un rally de victoria en la plaza, donde nadie tiene pinta de estarse divirtiendo en lo más mínimo―es probablemente mejor sacarnos de en medio tan pronto como sea posible. Este año, por primera vez desde que Haymitch ganó, la parada final del tour será el 12, y el Capitolio será de lo más generoso con las festividades.
Intento disfrutar de la comida tal y como dijo Hazelle. Está claro que el personal de cocina está tratando de complacerme. Han preparado mi favorito, estofado de cordero con ciruelas pasas, entre otras delicias. Zumo de naranja y una cafetera de humeante chocolate caliente me esperan en mi sitio. Así que como mucho, y la comida está más allá de todo reproche, pero no se puede decir que la esté disfrutando. También estoy enfadada porque no haya aparecido nadie más que Effie y yo.
— ¿Dónde están los demás? ― Pregunto.
— Oh, quién sabe dónde está Haymitch. ― Dice Effie. En realidad no esperaba a Haymitch porque probablemente esté aún acostándose. ― Cinna estuvo despierto hasta tarde organizando tu vagón de vestuario. Debe de tener más de un centenar de vestidos para ti. Tu ropa de noche es exquisita. Y el equipo de Peeta probablemente aún esté durmiendo.
— ¿Él no necesita preparación?
— No tanta como tú. ― Responde Effie.
¿Qué significa eso? Significa que me paso la mañana dejando que me arranquen el pelo del cuerpo mientras Peeta duerme hasta tarde. No había pensado mucho sobre ello, pero en la arena por lo menos algunos de los chicos pudieron quedarse con su vello corporal mientras que ninguna de las chicas pudo. Ahora puedo recordar el de Peeta, mientras lo bañaba junto al arroyo. Muy rubio al sol, una vez estuvo limpio de barro y sangre. Sólo su rostro permanecía completamente suave. A ninguno de los chicos le creció la barba, y muchos eran lo bastante mayores como para que les creciera. Me pregunto qué les hicieron.
Si yo me siento hecha trizas, mi equipo de preparación parece estar en condiciones aún peores, bebiendo café a cubos y compartiendo pastillas de brillantes colores. Por lo que he visto, nunca se levantan antes de mediodía a no ser que haya algún tipo de emergencia nacional, como el pelo de mis piernas. Estaba tan contenta cuando también él volvió a crecer. Como si fuera una señal de que tal vez las cosas estuvieran volviendo a la normalidad.
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En llamas
Fiksi RemajaSegundo libro de la trilogía "Los Juegos del Hambre" Todos los derechos le pertenecen a la autora Suzanne Collins.