En ese único levísimo movimiento, veo el fin de la esperanza, el principio de la destrucción de todo lo que quiero en el mundo. No puedo adivinar qué forma tomará mi castigo, qué amplitud abarcará la red, pero cuando termine, lo más probable es que ya no quede nada. Así que creerías que llegados a este punto, estaría en la cumbre de la desesperación. He aquí lo raro. Lo máximo que siento es alivio. Que ya puedo abandonar este juego. Que la pregunta de si puedo triunfar en esta empresa ha sido respondida, incluso si dicha respuesta es un sonoro no. Que si los momentos desesperados requieren medidas desesperadas, entonces soy libre para actuar con tanta desesperación como me plazca.
Sólo que no aquí, todavía no. Es esencial volver al Distrito 12, porque la parte principal de cualquier plan incluiría a mi madre y hermana, Gale y su familia. Y Peeta, si consigo hacer que venga con nosotros. Añado a Haymitch a la lista. Estas son las personas que debo llevar conmigo cuando escape a la espesura del bosque. Cómo los convenceré, dónde iremos en lo más crudo del invierno, qué llevará evadir la captura, son preguntas sin respuesta. Pero por lo menos sé qué debo hacer.
Así que en vez de doblarme sobre el suelo y llorar, me encuentro irguiéndome más y con más confianza de la que he tenido en semanas. Mi sonrisa, aunque algo loca, no es forzada. Y cuando el Presidente Snow silencia a la audiencia y dice, "¿Qué opináis de que les organicemos una boda aquí en el Capitolio?" interpreto a la chica-casi-catatónica-de-alegría sin fallo alguno.
Caesar Flickerman pregunta si el presidente tiene una fecha en mente.
- Oh, antes de que pongamos una fecha, mejor que lo dejemos claro con la madre de Katniss. ― Dice el presidente. El público suelta una gran carcajada y el presidente me rodea con un brazo.
― Tal vez si todo el país lo asimila, conseguiremos casarte antes de los treinta.
- Probablemente tenga usted que aprobar una nueva ley. ― Digo con una risita.
- Si eso es lo que hace falta. ― Dice el presidente con buen humor cómplice. Oh, cómo nos divertimos los dos juntos.La fiesta, que tiene lugar en la sala de banquetes de la mansión del Presidente Snow, no tiene igual. El techo de doce metros ha sido transformado en el cielo nocturno, y las estrellas se ven exactamente igual que en casa. Supongo que se ven igual desde el Capitolio, pero ¿cómo saberlo? Siempre hay demasiada luz de la ciudad para ver aquí las estrellas. A mitad de camino más o menos entre el techo y el suelo, músicos flotan en lo que parecen ser nubes blancas algodonosas, pero no puedo ver qué las sostiene en el aire.
Las mesas de cena tradicionales han sido sustituidas por innumerables sofás y sillas acolchados, algunos rodeando chimeneas, otros junto a fragantes jardines de flores o estanques llenos de peces exóticos, para que la gente pueda comer y beber y hacer lo que les plazca en el máximo confort.
Hay una gran área de baldosas en el centro de la sala que sirve para cualquier cosa, desde una pista de baile, a un escenario para las actuaciones que vienen y van, a otro lugar donde mezclarse con los invitados extravagantemente vestidos.
Pero la auténtica estrella de la noche es la comida. Mesas repletas de manjares están alineadas contra las paredes. Todo lo que puedas imaginar, y cosas que nunca has soñado, esperan. Vacas enteras asadas y cerdos y cabras aún girando en asadores. Inmensas bandejas de aves rellenas de sabrosas frutas y frutos secos. Criaturas del océano rociadas con salsas o pidiendo ser empapadas en especiados mejunjes. Incontables quesos, panes, verduras, dulces, cascadas de vino, y arroyos de bebidas espirituosas que titilan con llamas.
Mi apetito ha regresado junto a mi deseo de luchar. Después de semanas de sentirme demasiado preocupada para comer, estoy muerta de hambre.
- Quiero probar todo lo que hay en la sala. ― Le digo a Peeta.
Puedo verlo intentando descifrar mi expresión, para interpretar mi transformación. Dado que no sabe que el Presidente Snow piensa que he fracasado, sólo puedo asumir que piensa que hemos triunfado. Tal vez incluso crea que siento algo de felicidad genuina por nuestro compromiso. Sus ojos reflejan su curiosidad pero sólo brevemente, porque estamos en pantalla.
- Entonces mejor que te restrinjas. ― Dice.
- Vale, no más de un bocado de cada plato. ― Digo. Mi resolución es casi inmediatamente minada en la primera mesa, que tiene unas veinte sopas, cuando encuentro un cremoso puré de calabaza con nuez picada y pequeñas semillas negras.
― ¡Podría limitarme a comer esto toda la noche! ― Exclamo. Pero no lo hago. Me debilito otra vez ante un caldo verde claro que sólo puedo describir como con sabor a primavera, y otra vez cuando pruebo una espumosa sopa rosa salpicada de frambuesas.
Aparecen rostros, se intercambian nombres, se toman fotos, besos rozan mejillas.
Aparentemente mi insignia del sinsajo ha causado una nueva sensación en la moda, porque varias personas se acercan a enseñarme sus accesorios. Mi pájaro ha sido replicado en hebillas de cinturones, grabada en solapas de seda, incluso tatuada en lugares íntimos. Todo el mundo quiere llevar el recuerdo del ganador. Sólo puedo imaginar hasta qué punto eso vuelve loco al Presidente Snow. Pero ¿qué puede hacer él? Los Juegos tuvieron tantísimo éxito aquí, donde las bayas sólo fueron el símbolo de una chica desesperada intentando salvar a su amante.
Peeta y yo no nos esforzamos en buscar compañía pero siempre estamos solicitados.
Somos aquello que nadie quiere perderse en la fiesta. Actúo deleitada, pero no tengo el más mínimo interés en esta gente del Capitolio. No son más que distracciones de la comida.
Cada mesa presenta nuevas tentaciones, e incluso con mi restringido régimen de un bocado por plato, empiezo a sentirme llena con rapidez. Cojo un pájaro asado del tamaño de un huevo y lo muerdo tal y como está indicado, comiendo los huesos crujientes y todo. Delicioso. Pero hago que Peeta coma el resto porque quiero seguir probando cosas, y la idea de tirar la comida, tal y como veo hacer a tanta gente con tanta facilidad, me resulta aberrante. Después de unas diez mesas estoy llena, y sólo hemos probado un pequeño número de los platos disponibles.
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En llamas
Teen FictionSegundo libro de la trilogía "Los Juegos del Hambre" Todos los derechos le pertenecen a la autora Suzanne Collins.