No tiene sentido. Mi pájaro convertido en pan. Al contrario que los estilosos accesorios que vi en el Capitolio, esto definitivamente no es un objeto de moda.
— ¿Qué es eso? ¿Qué significa? ― Pregunto con aspereza, todavía preparada para matar.
— Significa que estamos de tu parte. ― Dice una voz temblorosa detrás de mí.
No la vi al llegar. Debe de haber estado en la casa. No aparto la vista de mi actual objetivo. Probablemente la recién llegada esté armada, pero me apuesto a que no me dejará oír el clic que significaría que mi muerte es inminente, sabiendo que mataría al instante a su acompañante.
— Ven aquí para que pueda verte. ― Ordeno.
— No puede, está . . . ― Empieza la mujer de la galleta.
— ¡Ven aquí! ― Grito. Oigo un paso y un sonido de arrastre. Puedo oír el esfuerzo que el movimiento requiere. Otra mujer, o tal vez debería llamarla chica ya que parece tener alrededor de mi edad, cojea hacia mi campo de visión. Está mal vestida en un uniforme de agente de la paz completo con la capa blanca de piel, pero que es varias tallas demasiado grande para su pequeña figura. No lleva ningún arma a la vista. Sus manos están ocupadas manteniendo derecha una vasta muleta hecha a partir de una rama rota. La punta de su bota derecha no es capaz de levantarse sobre la nieve, de ahí el arrastre.
Examino el rostro de la chica, que está de un rojo brillante por el frío. Sus dientes están torcidos y hay una marca de nacimiento color fresa sobre sus ojos marrón chocolate. Esta no es una agente de la paz. Tampoco una ciudadana del Capitolio.
— ¿Quiénes sois? ― Pregunto con precaución pero con menos beligerancia.
— Me llamo Twill. ― Dice la mujer. Ella es mayor. Tal vez treinta y cinco o por ahí.
― Y esta es Bonnie. Nos hemos escapado del Distrito Ocho.
¡Distrito 8! ¡Entonces tienen que saber más sobre el levantamiento!
— ¿Dónde conseguisteis los uniformes? ― Pregunto.
— Los robé de la fábrica. ― Dice Bonnie.
― Allí los hacemos. Sólo que pensé que este sería para . . . para otra persona. Por eso se ajusta tan mal.
— La pistola viene de un agente de la paz muerto. ― Dice Twill, siguiendo mi mirada.
— Esa galleta en tu mano. Con el pájaro. ¿De qué va todo eso? ― Pregunto.
— ¿No lo sabes, Katniss? ― Bonnie parece estar genuinamente sorprendida.
Me reconocen. Por supuesto que me reconocen. Mi rostro no está cubierto y estoy aquí en el exterior del Distrito 12 apuntándoles con una flecha. ¿Quién más podría ser?
— Sé que es como la insignia que llevaba en la arena.
— No lo sabe. ― Dice Bonnie suavemente.
― Tal vez no sepa nada.
De repente siento la necesidad de aparentar estar por encima de todo.
— Sé que ha habido un levantamiento en el Ocho.
— Sí, por eso tuvimos que salir. ― Dice Twill.
— Bueno, ahora estáis bien y fuera. ¿Qué vais a hacer? ― Pregunto.
— Nos dirigimos al Distrito Trece. ― Responde Twill.
— ¿El Trece? ― Digo.
― No hay Trece. Desapareció del mapa.
— Hace setenta y cinco años. ― Dice Twill.
Bonnie cambia de postura sobre su muleta y hace una mueca de dolor.
— ¿Qué te pasa en la pierna? ― Pregunto.
— Me torcí el tobillo. Mis botas son demasiado grandes. ― Dice Bonnie.
Me muerdo el labio. Mi instinto me dice que están diciendo la verdad. Y detrás de esa verdad hay un montón de información que me gustaría conseguir. Sin embargo, doy un paso el frente y recupero la pistola de Twill antes de bajar mi arco. Después vacilo un momento, pensando en otro día en este bosque, cuando Gale y yo vimos un aerodeslizador aparecer de la nada y capturar a dos fugitivos del Capitolio. Al chico le lanzaron una lanza y lo mataron. La chica pelirroja, lo averigüé cuando fui al Capitolio, fue mutilada y convertida en una sirvienta muda llamada Avox.
— ¿Alguien os persigue?
— No lo creemos. Pensamos que creen que morimos en la explosión de la fábrica. ― Dice Twill.
― Sólo fue de casualidad que no fuera así.— Está bien, vamos dentro. ― Digo, señalando con la cabeza la casa de cemento. Las sigo al interior, llevando la pistola.
Bonnie se dirige directa al hogar y se sienta sobre una capa de agente de la paz que ha sido extendida ante él. Alza las manos ante la débil llama que arde en un extremo de un tronco carbonizado. Su piel está tan pálida que parece traslúcida y puedo ver el fuego brillar a través de ella. Twill trata de colocar la capa, que debe de haber sido la suya propia, alrededor de la chica tiritante.
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En llamas
Teen FictionSegundo libro de la trilogía "Los Juegos del Hambre" Todos los derechos le pertenecen a la autora Suzanne Collins.