13.3

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Cada mañana hacemos cosas para fortalecer nuestros cuerpos. Corremos y levantamos cosas y estiramos los músculos. Cada tarde trabajamos en habilidades de combate, lanzando cuchillos, luchando cuerpo a cuerpo; incluso les enseño a escalar árboles. Oficialmente, los tributos no deben entrenar, pero nadie intenta detenernos. Incluso en años normales, los tributos de los Distritos 1, 2 y 4 aparecen capaces de blandir lanzas y espadas. Esto no es nada en comparación.

Después de todos los años de abuso, el cuerpo de Haymitch se resiste a la mejora. Aún es destacablemente fuerte, pero la carrera más corta lo deja sin aliento. Y pensarías que un tipo que duerme todas las noches con un cuchillo sería de hecho capaz de golpear la pared de la casa con uno, pero sus manos dan tales sacudidas que le lleva semanas conseguir incluso eso.

Sin embargo, Peeta y yo mejoramos mucho bajo el nuevo régimen. Me da algo que hacer. Nos da a todos algo que hacer además de aceptar la derrota. Mi madre nos pone en una dieta especial para ganar peso. Prim trata nuestros músculos doloridos. Madge nos trae a escondidas los periódicos del Capitolio de su padre. Las predicciones sobre quién será el vencedor de los vencedores nos muestran entre los favoritos. Incluso Gale aparece en escena los domingos, aunque no les tiene aprecio ninguno a Peeta ni a Haymitch, y nos enseña todo lo que sabe sobre trampas. Es raro para mí, estar en conversaciones con Peeta y Gale a la vez, pero parece que ellos han dejado a un lado los problemas que sea que tengan con respecto a mí.

Una noche, mientras acompaño a Gale de vuelta a la ciudad, incluso admite:

— Sería mejor si fuera más fácil odiarlo.

— Dímelo a mí. ― Digo.
― Si hubiera podido simplemente odiarlo en la arena, no estaríamos ahora en este lío. Él estaría muerto, y yo sería una vencedora feliz y contenta yo solita.

— ¿Y dónde estaríamos nosotros, Katniss? ― Pregunta Gale.

Me detengo, sin saber qué decir. ¿Dónde estaría yo con mi fingido primo que no sería mi primo de no ser por Peeta? ¿Aún me habría besado y yo le habría devuelto el beso de haber sido libre para hacerlo? ¿Me habría abierto a él, arrullada por la seguridad del dinero y la comida y la seguridad que el ser una vencedora podía traer en diferentes circunstancias? Pero aún así siempre estaría la cosecha cerniéndose sobre nosotros, sobre nuestros hijos. Sin importar lo que yo quisiera . . .

— Cazando. Como cada domingo. ― Digo. Sé que él no se refería a la respuesta literal, pero esto es todo cuanto puedo ofrecer honestamente. Gale sabe que lo elegí por encima de Peeta cuando no huí. Para mí, no tiene sentido hablar sobre cosas que podrían haber sido. Incluso de haber matado a Peeta en la arena, aún no habría querido casarme con nadie. Sólo me prometí para salvar la vida de gente, y ese tiro me salió completamente por la culata.

En cualquier caso, tengo miedo de que cualquier tipo de escena emocional con Gale tal vez le haga hacer algo drástico. Como empezar un levantamiento en las minas. Y tal y como dice Haymitch, el Distrito 12 no está preparado para eso. Si eso, están menos preparados que antes del anuncio del Quarter Quell, porque a la mañana siguiente otro centenar de agentes de la paz llegaron por tren.

Ya que no tengo pensado volver con vida la segunda vez, cuanto antes renuncie Gale a mí, mejor. Sí que tengo pensado decirle una o dos cosas antes de la cosecha, cuando se nos permita una hora para nuestras despedidas. Para decirle a Gale qué esencial ha sido para mí todos estos años. Hasta qué punto ha sido mejor mi vida por conocerlo. Por amarlo, incluso si sólo es de la forma limitada en que puedo hacerlo.

Pero nunca tengo la oportunidad.

El día de la cosecha es cálido y bochornoso. La población del Distrito 12 espera, sudando y en silencio, en la plaza, con pistolas automáticas apuntándoles. Yo estoy en pie, sola, en una pequeña área acordonada con Peeta y Haymitch en un redil similar a mi derecha. La cosecha sólo lleva un minuto.
A Effie, resplandeciendo en una peluca de oro metálico, le falta su brío habitual. Tiene que rebuscar por toda la bola de cosecha de las chicas durante bastante rato para poder agarrar el único pedazo de papel que todo el mundo sabe ya que tiene mi nombre escrito. Después coge el nombre de Hayimitch. Este apenas tiene tiempo de lanzarme una mirada infeliz antes de que Peeta se haya presentado voluntario para ocupar su puesto.

Nos llevan de inmediato al Edificio de Justicia para encontrar al agente de la paz en jefe Thread esperándonos.

— Nuevo procedimiento. ― Dice con una sonrisa. Nos conducen por una puerta trasera a un coche, y nos llevan a la estación de tren. No hay cámaras en la plataforma, no hay multitud para mandarnos en camino. Haymitch y Effie aparecen, escoltados por guardias. Agentes de la paz nos meten prisa para entrar en el tren y cierran la puerta. Las ruedas empiezan a girar.

Y yo me quedo mirando por la ventana, viendo desaparecer el Distrito 12, con todos mis adioses aún colgando de los labios.

En llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora