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Eso suponía colegio para Twill y Bonnie. Una calle hecha intransitable por las bombas hizo que llegaran tarde a su turno en la fábrica, así que aún estaban a cincuenta metros cuando explotó, incluyendo a todos cuantos había dentro, incluyendo al marido de Twill y a toda la familia de Bonnie.

— Alguien debe de haberle contado al Capitolio que la idea del levantamiento había empezado allí. ― Me dice débilmente Twill.

Las dos corrieron de vuelta a casa de Twill, donde aún aguardaban los trajes de agentes de la paz. Arañaron juntas cuantas provisiones pudieron, robando libremente a los vecinos que ahora sabían que estaban muertos, y llegaron a la estación de tren. En un almacén cerca de las vías se cambiaron a los atuendos de agentes de la paz y, disfrazadas, fueron capaces de entrar en un vagón de carga lleno de tela en un tren dirigido al Distrito 6. Se escaparon del tren en una parada por combustible durante el camino y viajaron a pie. Escondidas en el bosque, pero usando las vías como guía, llegaron a las afueras del Distrito 12 hace dos días, donde fueron obligadas a parar cuando Bonnie se torció el tobillo.

— Entiendo por qué escapáis, pero ¿qué esperáis encontrar en el Distrito Trece? ― Pregunto.

Bonnie y Twill intercambian una mirada nerviosa.

— No estamos exactamente seguras. ― Dice Twill.

— No hay más que escombros. ― Digo.
― Todos hemos visto las secuencias.

— Es exactamente eso. Han estado usando las mismas secuencias tanto tiempo como nadie en el Distrito Ocho puede recordar. ― Dice Twill.

— ¿De verdad? ― Intento recordar, rememorar las imágenes del 13 que he visto en la televisión.

— ¿Sabes como siempre enseñan el Edificio de Justicia? ― Prosigue Twill. Asiento. Lo he visto miles de veces.
― Si miras con mucho cuidado, lo ves. En la esquina de arriba a la derecha.

— ¿Veo qué? ― Pregunto.

Twill alza de nuevo la galleta con el pájaro.

— Un sinsajo. Sólo un instante mientras pasa volando. El mismo cada vez.

— En casa, creemos que han estado reutilizando las secuencias viejas porque el Capitolio en realidad no puede enseñar lo que hay allí ahora. ― Dice Bonnie.

Suelto un gruñido de incredulidad.

— ¿Vais al Distrito Trece basándoos en eso? ¿Una imagen de un pájaro? ¿Creéis que vais a encontrar alguna ciudad nueva con gente paseando por ella? ¿Y eso le parece bien al Capitolio?

— No. ― Dice Twill con seriedad.
― Creemos que la gente se refugió bajo tierra cuando todo en la superficie fue destruido. Creemos que han logrado sobrevivir. Y creemos que el Capitolio los deja solos porque, antes de los Días Oscuros, la industria principal del Distrito Trece era el desarrollo nuclear.

— Eran mineros de grafito. ― Digo. Pero después vacilo, porque esa es información que conseguí del Capitolio.

— Tenían varias minas pequeñas, sí. Pero no las suficientes para justificar una población tan grande. Eso, supongo, es lo único que sé con seguridad. ― Dice Twill.

Mi corazón está latiendo demasiado rápido. ¿Qué pasa si tienen razón? ¿Podría ser cierto?
¿Podría haber un lugar al que huir más allá de la espesura? ¿Algún lugar seguro? Si existe una comunidad en el Distrito 13, ¿sería mejor ir allí, donde podría ser capaz de conseguir algo, en vez de esperar aquí por mi muerte? Pero entonces . . . si hay gente en el Distrito 13, con armas poderosas . . .

— ¿Por qué no nos han ayudado? ― Digo enfadada.
― Si eso es cierto, ¿por qué nos han dejado para vivir así? ¿Con el hambre y los asesinatos y los Juegos? ― Y de repente odio esta imaginaria ciudad subterránea del Distrito 13 y a aquellos que se sientan sin hacer nada, mirándonos morir. No son mejores que el Capitolio.

— No lo sabemos. ― Susurra Bonnie.
― Ahora mismo, sólo nos aferramos a la esperanza de que existan.

Esto me devuelve el sentido. Esto no son más que fantasías. El Distrito 13 no existe porque el Capitolio nunca lo dejaría existir. Probablemente se confundan acerca de las secuencias. Los sinsajos son casi tan escasos como las piedras. Y casi tan fuertes. Si pudieron sobrevivir al bombardeo inicial del Distrito 13, probablemente les vaya ahora mejor que nunca.

Bonnie no tiene hogar. Su familia está muerta. Volver al Distrito 8 o adaptarse a otro distrito sería imposible. Por supuesto que la idea de un Distrito 13 fuerte e independiente la atrae. No consigo obligarme a decirle que está persiguiendo un sueño tan insustancial como una voluta de humo. Tal vez ella y Twill puedan labrarse una vida en el bosque. Lo dudo, pero son tan desgraciadas que tengo que intentar ayudarlas.

Primero les doy toda la comida de mi bolsa, sobre todo grano y habas secas, pero es suficiente para mantenerlas durante un tiempo si tienen cuidado. Después me llevo a Twill al bosque e intento explicarle los puntos básicos de la caza. Tiene un arma que, de ser necesario, puede transformar energía solar en rayos mortíferos, así que puede durar indefinidamente.

Cuando consigue matar a su primera ardilla, la pobre cosa es un desastre carbonizado porque recibió un disparo directo a través del cuerpo. Pero le muestro cómo desollarla y limpiarla. Con algo de práctica, lo conseguirá. Corto una nueva muleta para Bonnie. De vuelta en la casa, me quito una capa extra de calcetines para la chica, diciéndole que los coloque en las puntas de las botas para andar, y que después se los ponga en los pies por las noches. Finalmente les enseño cómo preparar un fuego de verdad.

Me ruegan que les diga detalles sobre la situación en el Distrito 12 y les cuento cómo es la vida bajo Thread. Puedo ver que creen que es información importante que les llevarán a aquellos que dirigen el Distrito 13, y yo les sigo el juego para no destruir sus esperanzas. Pero cuando la luz señala que ya es tarde, me he quedado sin tiempo para complacerlas.

— Tengo que irme ya. ― Digo.

Ellas muestran todo su agradecimiento y me abrazan. Lágrimas caen de los ojos de Bonnie.

— No puedo creer que llegáramos a conocerte de verdad. Eres prácticamente lo único de lo que nadie ha hablado desde . . .

— Lo sé. Lo sé. Desde que saqué esas bayas. ― Digo con cansancio.

Apenas me doy cuenta del camino a casa incluso aunque empieza a caer una nieve húmeda. Mi mente está dando vueltas con información nueva sobre el levantamiento en el Distrito 8 y la improbable pero tentadora posibilidad de un Distrito 13.
Escuchar a Bonnie y Twill confirmó una cosa: el Presidente Snow me ha estado teniendo por tonta. Todos los besos y las muestras de afecto del mundo no habrían podido detener lo que se cocía en el Distrito 8. Sí, el que yo sacara las bayas había sido la chispa, pero yo no tenía forma de controlar el fuego. Él debe de haber sabido eso.

Así que ¿por qué visitarme en mi casa, por qué ordenarme persuadir a la muchedumbre de mi amor por Peeta? Era obviamente un complot trazado para distraerme e impedirme hacer nada más inflamatorio en los distritos. Y para entretener a la gente del Capitolio, por supuesto. Supongo que la boda no es más que la necesaria extensión de eso.

Me estoy acercando a la valla cuando un sinsajo se posa con suavidad sobre una rama y me gorjea. Al verlo me doy cuenta de que nunca obtuve una explicación completa del pájaro en la galleta y lo que significa.
“Significa que estamos de tu parte.” Eso es lo que Bonnie había dicho. ¿Tengo a gente de mi parte? ¿Qué parte? ¿Soy sin pretenderlo la cara de la tan esperada rebelión? ¿Se ha convertido el sinsajo de mi insignia en un símbolo de resistencia? Si es así, a mi bando no le está yendo demasiado bien. No tienes más que ver lo que pasó en el 8 para saberlo.

Escondo mis armas en el tronco hueco más cercano a mi antigua casa en la Veta y me dirijo a la valla. Estoy sobre una rodilla, preparada para entrar en la Pradera, pero todavía estoy tan preocupada con los eventos del día que hace falta el repentino chillido de un búho para devolverme la sensatez.

En la luz difusa, las cadenas se ven tan inocuas como siempre. Pero lo que me hace apartar la mano con violencia es el sonido, como el zumbido de un árbol lleno de nidos de rastreavispas, indicando que la valla está viva con electricidad.

En llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora