Allá en la distancia, en una dirección, parece haber un bosque, en la otra, una montaña coronada de nieve.
La belleza desorienta a muchos jugadores, porque cuando suena el gong, la mayoría de ellos parece que están tratando de despertarse de un sueño. No Haymitch, sin embargo. Está en la Cornucopia, preparado con armas y una mochila de provisiones de su elección. Se dirige al bosque antes de que la mayoría de los demás hayan salido de sus plataformas.
Dieciocho tributos mueren en el baño de sangre ese primer día. Otros empiezan a caer rápidamente después, cuando queda claro que casi todo en este bonito lugar―la suculenta fruta colgando de los arbustos, el agua en los arroyos cristalinos, incluso el perfume de las flores cuando se inhala demasiado directamente―es mortalmente venenoso. Sólo el agua de lluvia y la comida proporcionada en la Cornucopia son seguras para consumo. También hay un gran grupo, bien provisto, de diez Profesionales organizando una batida en la montaña en busca de víctimas.
Haymitch tiene sus propios problemas en el bosque, donde las blanditas ardillas doradas resultan ser carnívoras y atacan en manadas, y las picaduras de mariposa traen agonía cuando no la muerte. Pero persiste en seguir adelante, siempre manteniendo a su espalda la distante montaña.
Maysilee Donner resulta estar muy llena de recursos, para una chica que dejó la Cornucopia con sólo una pequeña mochila. Dentro encontró un cuenco, algo de carne seca, y una cerbatana con dos docenas de dardos. Usando los venenos fácilmente disponibles, enseguida convierte a la cerbatana en un arma mortal a base de sumergir los dardos en sustancias letales y dirigiéndolos a la carne de sus oponentes.
Después de cuatro días, la pintoresca montaña explota en un volcán que aniquila a otra decena de jugadores, incluyendo a todo el grupo de Profesionales excepto a cinco. Con la montaña escupiendo fuego líquido, y la pradera no ofreciendo ningún medio de escondite, los trece tributos restantes―incluyendo a Haymitch y a Maysilee―no tienen más opción que confinarse en el bosque.
Haymitch parece decidido a continuar en la misma dirección, lejos de la ahora volcánica montaña, pero un laberinto de setos fuertemente entretejidos lo obliga a volver al centro del bosque, donde se encuentra a tres de los Profesionales y saca su cuchillo. Tal vez ellos sean mucho más grandes y fuertes, pero Haymitch tiene una destacable velocidad y ya ha matado dos cuando el tercero lo desarma. Ese está a punto de rebanarle la garganta cuando un dardo lo arroja al suelo.
Maysilee Donner sale de entre los árboles.
— Viviríamos más tiempo siendo dos.
— Supongo que acabas de demostrarlo. ― Dice Haymitch, frotándose el cuello.
―¿Aliados? ― Maysilee asiente. Y allí están, de inmediato dentro de uno de esos pactos que te verás obligado a romper si esperas volver a casa y enfrentarte a tu distrito.
Exactamente como Peeta y yo, les va mejor juntos. Descansan más, consiguen un sistema para conseguir más agua de lluvia, luchan como un equipo, y comparten la comida de las mochilas de los tributos muertos. Pero Haymitch aún está determinado a seguir adelante.— ¿Por qué? ― Maysilee no deja de preguntar, y él la ignora hasta que ella se niega a andar más sin una respuesta.
— Porque tiene que terminar en algún sitio, ¿no? ― Dice Haymitch. ― La arena no puede seguir eternamente.— ¿Qué esperas encontrar? ― Pregunta Maysilee.
— No lo sé. Pero tal vez haya algo que podamos usar. ― Dice él.
Cuando por fin salen de esos setos imposibles, usando un soplete de una de las mochilas de los Profesionales muertos, se encuentran sobre una tierra seca y llana que lleva a un acantilado. Más abajo, puedes ver rocas puntiagudas.
— Eso es todo lo que hay, Haymitch. Volvamos. ― Dice Maysilee.
— No. Yo me quedo aquí.
— Está bien. Sólo quedamos cinco. Podemos decirnos adiós ahora, en cualquier caso. ― Dice ella.
― No quiero que al final quedemos tú y yo.
— Vale. ― Accede él. No se ofrece para un apretón de manos, ni siquiera la mira. Y ella se va.
Haymicth camina por el borde del acantilado como si intentara averiguar algo. Su pie descoloca una piedrecilla y esta cae al abismo, aparentemente perdida para siempre. Pero un minuto después, cuando él se sienta a descansar, la piedrecilla sale disparada hacia arriba y cae a su lado. Haymitch se la queda mirando, intrigado, y después su rostro adquiere una extraña intensidad. Lanza una roca del tamaño de su puño por el acantilado y espera. Cuando vuelve arriba justo a su mano, empieza a reírse.
Es entonces cuando oímos a Maysilee empezar a gritar. La alianza se ha terminado y fue ella quien la rompió, así que nadie podría culparlo por ignorarla. Pero en cualquier caso, Haymitch corre hacia ella. Llega sólo a tiempo de ver a los últimos de una bandada de pájaros rosa chillón, equipados con picos largos y finos, pincharla en el cuello. Sostiene su mano mientras ella muere, y todo en lo que puedo pensar es Rue y cómo yo también llegué demasiado tarde para salvarla.
Más tarde ese día, otro tributo muere en un combate y un tercero es devorado por una manada de esas ardillas blanditas, dejando a Haymitch y a una chica del Distrito 1 para competir por la corona. Ella es más grande que él e igual de rápida, y cuando llega la lucha inevitable, es sangrienta y terrible y los dos han recibido las que bien podrían ser heridas fatales, cuando Haymitch por fin es desarmado. Anda torpemente por el hermoso bosque, sosteniendo en el interior sus intestinos, mientras ella tropieza detrás de él, sosteniendo el hacha que debería propinarle el golpe de gracia. Haymitch hace un zigzag hasta su acantilado y acaba de llegar al borde cuando ella lanza el hacha. Él se lanza al suelo y el hacha cae al abismo. Ahora también desarmada, la chica se queda allí de pie, intentando detener el flujo de sangre que fluye de su cuenca ocular vacía. Tal vez está pensando en que puede durar más que Haymitch, que están empezando a convulsionar en el suelo. Pero lo que ella no sabe, y él sí, es que el hacha va a volver. Y cuando vuela otra vez sobre el borde, se entierra en la cabeza de ella. El cañón suena, su cuerpo es retirado, y las trompetas suenan para anunciar la victoria de Haymitch.
Peeta apaga la cinta y nos quedamos allí sentados en silencio durante un rato. Por fin, Peeta dice:
— El campo de fuerza en el fondo del acantilado, era como el del techo del Centro de Entrenamiento. El que te lanza hacia atrás si intentas saltar y cometer suicidio. Haymitch encontró la forma de convertirlo en un arma.
— No sólo contra los otros tributos, también contra el Capitolio. ― Digo.
― ya sabes que ellos no esperaban que pasara eso. Se suponía que no era parte de la arena. Nunca planearon que nadie lo usara como un arma. Les hizo parecer estúpidos el que él lo averiguara. Me apuesto a que se pasaron un buen tiempo intentando darle la vuelta a esa. Me apuesto a que esa es la razón por la que no recuerdo haberlo visto nunca en la televisión. ¡Es casi tan malo como nosotros con las bayas!
No puedo evitar reírme, reírme de verdad, por primera vez en meses. Peeta sólo sacude la cabeza como si hubiera perdido la chaveta―y tal vez lo haya hecho, un poco.— Casi, pero no del todo. ― Dice Haymitch desde detrás de nosotros.
Me doy la vuelta de repente, asustada de que vaya a estar enfadado por que hayamos visto su cinta, pero sólo se sonríe con suficiencia y toma un trago de una botella de vino. Ya se ve lo de la sobriedad.
Supongo que debería disgustarme el que esté volviendo a beber, pero estoy preocupada por otro sentimiento.
He pasado todas estas semanas intentando saber quiénes son mis competidores, sin pensar siquiera en quiénes son mis compañeros de equipo. Ahora está naciendo dentro de mí una nueva clase de confianza, porque creo que por fin sé quién es Hayimtch. Y estoy empezando a saber quién soy yo. Y seguro que dos personas que le han causado tantos problemas al Capitolio pueden pensar en una forma para traer a Peeta a casa con vida.
ESTÁS LEYENDO
En llamas
Teen FictionSegundo libro de la trilogía "Los Juegos del Hambre" Todos los derechos le pertenecen a la autora Suzanne Collins.