13.2

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Mi estómago y mi cabeza aún parecen rocas, pero mucho mejor que antes. Me levanto, me visto, y me hago una trenza en el pelo. Antes de bajar, me detengo en la parte alta de las escaleras, sintiéndome algo avergonzada por cómo he encajado las noticias del Quarter Quell. Mi huida errática, beber con Haymitch, llorar. Dadas las circunstancias, supongo que me merezco un día de indulgencia.
Aunque me alegro de que las cámaras no hayan estado aquí para verlo.

Abajo, mi madre y Prim me abrazan de nuevo, pero no son muy emotivas. Sé que se están guardando cosas para hacérmelo más fácil. Mirando al rostro de Prim, es difícil imaginar que sea la misma niñita frágil a la que dejé atrás en el día de la cosecha hace nueve meses. La combinación de esa terrible prueba y todo lo que ha venido después―la crueldad en el distrito, la procesión de enfermos y heridos a la que ahora a menudo trata por sí sola si las manos de mi madre están demasiado llenas―esas cosas la han envejecido años. También ha crecido un buen pedazo; ahora somos casi de la misma estatura, pero eso no es lo que la hace parecer tan mayor.

Mi madre me sirve una taza de caldo, y pido una segunda taza para llevarle a Haymitch.
Después camino por el jardín hasta su casa. Acaba de despertarse y acepta la taza sin comentarios. Nos sentamos allí casi pacíficamente, sorbiendo nuestro caldo y mirando el atardecer a través de la ventana de su salón. Oigo a alguien dando vueltas arriba y asumo que es Hazelle, pero unos minutos después baja Peeta y lanza sobre la mesa con energía una caja de cartón de botellas de licor vacías.

— Ahí, ya está hecho. ― Dice.

Haymicth está necesitando todos sus recursos para enfocar los ojos en las botellas, así que hablo yo:
— ¿Qué está hecho?

— He vertido todo el licor por el desagüe. ― Dice Peeta.

Esto parece despertar a Haymitch de su estupor, y palpa la caja con incredulidad.

— ¿Tú qué?

— Tiré el lote. ― Dice Peeta.

— Simplemente comprará más. ― Digo yo.

— No, no lo hará. ― Dice Peeta.
― Fui a buscar a Ripper esta mañana y le dije que la entregaría en cuanto vendiera a cualquiera de vosotros. También le pagué, sólo para asegurarme, pero no creo que tenga ganas de volver a la custodia de los agentes de la paz.
Haymitch lanza un tajo con su cuchillo pero Peeta lo esquiva con tanta facilidad que es patético. En mi interior se despierta la furia.

— ¿Por qué es asunto tuyo lo que él haga?

— Es completamente asunto mío. Sin importar en qué resulte, dos de nosotros vamos a estar en la arena con el otro como mentor. No podemos permitirnos a ningún borracho en este equipo. Especialmente no a ti, Katniss. ― Me dice Peeta.

— ¿Qué? ― Farfullo, indignada. Sería más convincente su no tuviera aún tanta resaca.
― Anoche fue la primera vez que he estado nunca borracha.

— Sí, y mira en qué estado estás. ― Dice Peeta.

No sé qué me esperaba de mi primer encuentro con Peeta después del anuncio. Unos cuantos abrazos y besos. Tal vez algo de confort. No esto. Me vuelvo a Haymitch.

— No te preocupes, te conseguiré más licor.

— Entonces os entregaré a los dos. Dejemos que se os pase la borrachera en la mazmorra.

— ¿Cuál es el sentido de esto? ― Pregunta Haymitch.

— El sentido es que dos de nosotros volveremos a casa desde el Capitolio. Un mentor y un vencedor. ― Dice Peeta.
― Effie me está mandando grabaciones de todos los vencedores vivos. Vamos a ver sus Juegos y aprender todo lo que podamos sobre cómo luchan. Ganaremos peso y nos haremos más fuertes. Vamos a empezar a actuar como tributos profesionales. ¡Y uno de nosotros va a volver a ser un vencedor tanto si os gusta como si no! ― Sale del cuarto como una exhalación, dando un portazo.
Haymitch y yo hacemos un gesto de dolor ante el golpe.

— No me gusta la gente con superioridad moral. ― Digo.

— ¿Qué hay de bueno en ellos? ― Dice Haymitch, quien empieza a sorber los restos de una de las botellas vacías.

— Tú y yo. Somos nosotros quien él planea que vuelvan a casa.

— Bueno, entonces le salió el tiro por la culata.

Pero después de unos días, accedemos a actuar como Profesionales, porque es la mejor forma de conseguir que Peeta también esté listo. Cada noche vemos los viejos resúmenes de los Juegos que ganaron el resto de vencedores. Me doy cuenta de que nunca vimos a ninguno durante el Tour de la Victoria, lo que parece raro en retrospectiva. Cuando lo menciono, Haymitch dice que lo último que el Presidente Snow habría querido era mostrarnos a Peeta y a mí―especialmente a mí―haciendo migas con otros vencedores en distritos potencialmente rebeldes.
Los vencedores tienen un estatus especial, y si parecieran apoyar mi desafío al Capitolio, habría sido políticamente peligroso.

Ajustándome a la edad, me doy cuenta de que algunos de nuestros oponentes ya serán mayores, lo que es a la vez triste y tranquilizador.
Peeta toma copiosas notas. Haymitch ofrece información sobre la personalidad de los vencedores, y lentamente empezamos a conocer a nuestra competencia.

En llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora