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Encontramos a Hazelle en su casa, cuidando a una Posy muy enferma. Reconozco las marcas del sarampión.

— No podía dejarla. ― Dice.
― Sabía que Gale estaría en las mejores manos posibles.

— Por supuesto. ― Digo.
― Está mucho mejor. Mi madre dice que estará de vuelta en las minas en un par de semanas.

— En cualquier caso, tal vez no abran hasta entonces. ― Dice Hazelle.
― El anuncio es que están cerradas hasta nuevo aviso. ― Le echa una mirada nerviosa a su tina de ropa vacía.
— ¿Tú también has cerrado? ― Pregunto.

— No oficialmente. ― Dice Hazelle.
― Pero todo el mundo tiene miedo a utilizarme.

— Tal vez sea la nieve. ― Dice Peeta.

— No, Rory hizo una ronda rápida esta mañana. Nada que lavar, aparentemente. Rory envuelve los brazos alrededor de Hazelle.
— Estaremos bien.

Saco un puñado de dinero del bolsillo y lo dejo sobre la mesa.

— Mi madre enviará algo para Posy. Cuando salimos, me vuelvo hacia Peeta.
— Tú vuelve. Yo quiero pasarme por el Quemador.

— Iré contigo.

— No. Ya te he metido en bastantes problemas. ― Le digo.

— Y evitar un paseo por el Quemador . . . ¿eso va a arreglar las cosas para mí? ― Sonríe y me coge de la mano. Juntos atravesamos las calles de la Veta hasta que alcanzamos el edificio ardiendo. Ni siquiera se han molestado en dejar a agentes de la paz a su alrededor. Saben que nadie intentaría salvarlo.

El calor de las llamas derrite la nieve colindante y un reguero negro discurre junto a mis pies.

— Es todo ese polvo de carbón, de los viejos tiempos. ― Digo. Estaba en cada grieta y en cada ranura. Enterrado en las tablas del suelo. Es sorprendente que el sitio no hubiera explotado antes.
― Quiero ver a Sae la Grasienta.

— No hoy, Katniss. No creo que ayudáramos a nadie yéndolos a ver.

Volvemos a la plaza. Compro varias tartas del padre de Peeta mientras ellos charlan cobre el tiempo. Nadie menciona los feos objetos de tortura que hay a metros de la puerta. Lo último de lo que me doy cuenta cuando dejamos la plaza es que no reconozco las caras de ninguno de los agentes de la paz.

A medida que van pasando los días, las cosas van de mal en peor. Las minas permanecen cerradas durante dos semanas, y para entonces la mitad del Distrito 12 se está muriendo de hambre. El número de niños apuntándose para las teselas sube como la espuma, pero con frecuencia no reciben su grano. Empieza a escasear la comida, e incluso aquellos con dinero salen de las tiendas con las manos vacías. Cuando vuelven a abrir las minas, se recortan los salarios, se amplían los horarios, los mineros se envían a lugares de trabajo muy peligrosos. La tan esperada comida del Día del Paquete llega en mal estado y mermada por roedores. Las instalaciones en la plaza ven mucha acción cuando la gente es arrastrada hacia ellas y castigada por ofensas que se ignoraron durante tanto tiempo que habíamos olvidado que fueran ilegales.

Gale vuelve a casa sin más charla de rebelión entre nosotros. Pero no puedo evitar pensar que todo lo que ve no hará sino fortalecer su resolución de devolver el golpe. Las penurias en las minas, los cuerpos torturados en la plaza, el hambre en los rostros de su familia. Rory se ha apuntado para las teselas, algo sobre lo que Gale ni siquiera puede hablar, pero aún no es suficiente, con la disponibilidad inexistente y el precio de la comida siempre en ascenso.

Lo único bueno es que consigo que Haymitch contrate a Hazelle como ama de llaves, resultando en algo de dinero extra para ella y un modo de vida muy superior para Haymitch. Es raro ir a su casa, encontrarla fresca y limpia, comida calentándose en la cocina. Él apenas se da cuenta porque está luchando una batalla muy diferente. Peeta y yo intentamos racionar cuanto licor blanco teníamos, pero casi se ha agotado, y la última vez que vi a Ripper, estaba preparando más.

Me siento como una paria cuando ando por las calles. Ahora todo el mundo me evita en público. Pero no hay escasez de compañía en casa. Un flujo estable de enfermos y heridos es depositado en nuestra cocina ante mi madre, que hace tiempo ya que dejó de cobrar por sus servicios. Sus reservas de remedios son tan escasos, sin embargo, que dentro de poco todo con lo que podrá tratar a sus pacientes será nieve.

El bosque, por supuesto, está prohibido. Absolutamente. Sin cuestión. Ni siquiera Gale desafía esto ahora. Pero una mañana, yo sí. Y no es la casa llena de enfermos y moribundos, las espaldas sangrantes, los niños de rostro escuálido, las botas marchantes, o la omnipresente miseria la que me lleva debajo de la valla. Es la llegada de una caja de vestidos de novia una noche con una nota de Effie diciendo que el Presidente Snow los aprobó en persona.

La boda. ¿De verdad está planeando llevarla a cabo? ¿Qué conseguirá eso en su cerebro retorcido? ¿Es por el beneficio de aquellos en el Capitolio? Se prometió una boda, se hará una boda. ¿Y después nos matará? ¿Como lección para los distritos? No lo sé. No puedo verle sentido ninguno. Doy vueltas y vueltas en la cama hasta que ya no puedo soportarlo más.
Tengo que salir de aquí. Por lo menos durante unas pocas horas.

Mis manos buscan en mi armario hasta que encuentro el traje aislante de invierno que Cinna me hizo para uso recreativo en el Tour de la Victoria. Botas impermeables, un traje de nieve que me cubre de la cabeza a los pies, guantes térmicos. Adoro mis viejas cosas de caza, pero la caminata que tengo hoy en mente es más apropiada para esta ropa de alta tecnología. Bajo las escaleras de puntillas, lleno mi bolsa de caza con comida, y salgo a escondidas de la casa. Andando a hurtadillas por calles poco importantes y callejones oscuros, llego hasta el punto débil de la valla que está más cerca de la carnicería de Rooba.
Ya que muchos trabajadores cruzan por aquí para llegar a las minas, la nieve está llena de pisadas. Las mías no se notarán. Con todas sus renovaciones en la seguridad, Thread le ha prestado poca atención a la verja, tal vez pensando que el tiempo duro y los animales salvajes serán suficientes para mantener a la gente en el interior con seguridad. Incluso así, una vez estoy bajo la cadena, cubro mis huellas hasta que los árboles las ocultan por mí.

El amanecer apenas está rompiendo cuando recupero un set de arco y flechas y empiezo a forzar un camino a través de la nieve amontonada en el bosque. Estoy decidida, por alguna razón, a llegar al bosque. Tal vez para decirle adiós al sitio, a mi padre y a los momentos felices que pasamos allí, porque sé que probablemente no volveré jamás. Tal vez sólo para poder respirar tranquila otra vez. A una parte de mí no le importa que me cojan, si puedo verlo una vez más.

El viaje me lleva el doble de lo habitual. La ropa de Cinna mantiene bien el calor, y llego empapada de sudor bajo el traje de nieve mientras mi cara está entumecida por el frío. El brillo furioso del sol invernal sobre la nieve me dificulta la visión, y estoy tan exhausta y envuelta en mis propios pensamientos desesperanzados que no veo las señales. El delgado hilo de humo saliendo de la chimenea, las mellas de pisadas recientes, el olor a agujas de pino hervidas.
Estoy literalmente a unos pocos metros de la puerta de la casa de cemento cuando me detengo en seco. Y no es por el humo o las huellas o el olor. Es por el inconfundible chasquido de un arma detrás de mí.

Segunda naturaleza. Instinto. Me doy la vuelta, sacando la flecha, aunque ya sé que la suerte no está de mi parte. Veo el uniforme blanco de agente de la paz, la barbilla puntiaguda, el iris marrón claro donde mi flecha encontrará un hogar. Pero el arma está cayendo al suelo y la mujer desarmada está levantando algo hacia mí en su mano enguantada.

— ¡Para! ― Grita.

Vacilo, incapaz de procesar este giro en los acontecimientos. Tal vez tengan órdenes de traerme con vida para poder torturarme y hacerme incriminar a toda persona que conocí jamás. Sí, buena suerte con eso, pienso. Mis dedos ya se han decidido a soltar la flecha cuando veo el objeto en el guante. Es un pequeño círculo blanco de pan ácimo. Más como una galleta, en realidad. Gris y raída por los bordes. Pero hay una imagen claramente estampada en el centro.

Es mi sinsajo.

En llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora