Alguien me sacude el hombro y me yergo en el asiento. Me he quedado dormida con la cara sobre la mesa. La tela blanca ha dejado arrugas en mi mejilla buena. La otra, la que recibió el latigazo de Thread, late dolorosamente. Gale está muerto para el mundo, pero sus dedos están cerrados con fuerza alrededor de los míos. Huelo pan fresco y giro mi cuello rígido para encontrarme con Peeta mirándome desde arriba con una expresión tristísima. Tengo la sensación de que nos ha estado mirando un largo rato.
— Sube a la cama, Katniss. Yo lo cuidaré ahora. ― Dice.
— Peeta. Sobre lo que dije ayer, sobre lo de huir . . . ― Empiezo.
— Lo sé. ― Dice.
― No hay nada que explicar.
Veo las hogazas de pan sobre la alacena a la luz pálida de la mañana nevada. Las sombras azules bajo sus ojos. Me pregunto si durmió lo más mínimo. No pudo haber sido mucho tiempo. Pienso en su consentimiento en ir conmigo ayer, en él poniéndose de mi lado para proteger a Gale, en su disposición a unir su destino con el mío por completo cuando le doy tan poco a cambio. No importa lo que haga, le estoy haciendo daño a alguien.
— Peeta . . .
— Sólo vete a la cama, ¿vale?
Subo a tientas las escaleras, me arrastro bajo las mantas, y me quedo dormida al momento.
En algún punto, Clove, la chica del Distrito 2, entra en mis sueños. Me persigue, me presiona contra el suelo, y saca un cuchillo para cortarme la cara. Se clava profundamente en mi mejilla, abriendo un corte ancho. Después Clove empieza a transformarse, su cara alargándose en un hocico, pelo oscuro brotando de su piel, sus uñas creciendo a largas garras, pero sus ojos permanecen iguales. Se convierte en la versión mutada de sí misma, la creación lobuna del Capitolio que nos aterrorizó en la última noche en la arena. Lanzando la cabeza hacia atrás, suelta un aullido largo e inquietante al que se incorporan los mutos cercanos. Clove empieza a beber a lametones la sangre que fluye desde mi herida, cada lengüetazo enviando una nueva onda de dolor a través de mi cara. Suelto un grito estrangulado y me despierto con un sobresalto, sudando y temblando al mismo tiempo. Acunando mi mejilla lastimada en una mano, me recuerdo que no fue Clove sino Thread quien me causó esta herida. Deseo que Peeta estuviera aquí para sostenerme, hasta que recuerdo que se supone que ya no debo desear eso. He elegido a Gale y la rebelión, y un futuro con Peeta es el diseño del Capitolio, no el mío.
La hinchazón alrededor de mi ojo ha bajado y puedo abrirlo un poco. Aparto a un lado las cortinas y veo que la tormenta de nieve se ha intensificado hasta una ventisca completa. No hay nada salvo blancura y el aullido del viento que suena muy parecido a las mutaciones.
Agradezco la ventisca, con sus vientos feroces y sus potentes nevadas. Esto tal vez sea suficiente para mantener a los lobos de verdad, también conocidos como agentes de la paz, lejos de mi puerta. Unos pocos días para pensar. Para diseñar un plan. Con Gale y Peeta y Haymitch todos a mano. Esta ventisca es un regalo.
Antes de bajar a enfrentarme con esta nueva vida, sin embargo, me tomo algo de tiempo para asimilar lo que eso supone. Hace menos de un día, estaba preparada para dirigirme a la espesura con mis seres queridos en medio del invierno, con la posibilidad muy real de que el Capitolio nos persiguiera. Una empresa precaria en el mejor de los casos. Pero ahora me estoy comprometiendo a algo todavía más arriesgado. Luchar contra el Capitolio asegura represalias terribles. Tengo que aceptar que podré ser arrestada en cualquier momento. Habrá un golpe en la puerta, como el de anoche, una tropa de agentes de la paz para llevarme con ellos. Tal vez haya tortura. Mutilación. Una bala en mi cerebro en la plaza de la ciudad, si tengo la suerte de irme con tanta rapidez. El Capitolio tiene innumerables formas creativas de matar gente.
Me imagino estas cosas y estoy aterrorizada, pero aceptémoslo: ya han estado acechando en el fondo de mi mente. He sido tributo en los Juegos. Amenazada por el presidente. He recibido un latigazo en la cara. Ya soy un objetivo.
Ahora viene la parte más dura. Tengo que aceptar el hecho de que mi familia y amigos tal vez compartan este destino. Prim. Sólo tengo que pensar en Prim y toda mi resolución se desintegra. Es mi deber protegerla. Me subo la manta sobre la cabeza, y mi respiración es tan rápida que agoto todo el oxígeno y empiezo a ahogarme en busca de aire. No puedo dejar que el Capitolio le haga daño a Prim.
Y después lo veo claro. Ya lo han hecho. Han matado a su padre en esas horribles minas. Se han quedado sentados mientras casi se moría de hambre. La han elegido como tributo, después le han hecho mirar cómo su hermana luchaba a muerte en los Juegos. Le han hecho mucho más daño que a mí a la edad de doce años. E incluso eso palidece en comparación con la vida de Rue.
Me aparto la manta de un empujón y aspiro el aire frío que se filtra entre los cristales de la ventana.
Prim . . . Rue . . . ¿no son ellas la verdadera razón por la que debo intentar luchar? ¿Porque lo que se les ha hecho está tan mal, tan más allá de toda justificación, tan malvado que no hay elección? ¿Porque nadie tiene el derecho de tratarlas como ellas han sido tratadas?
Sí. Esto es lo que hay que recordar cuando el terror amenace con engullirme. Lo que estoy a punto de hacer, lo que sea que a cualquiera de nosotros nos obliguen a soportar, es por ellas. Es demasiado tarde para ayudar a Rue, pero tal vez no lo sea para esas cinco caritas que me miraban desde la plaza del Distrito 11.No demasiado tarde para Rory y Vick y Posy. No demasiado tarde para Prim.
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En llamas
Teen FictionSegundo libro de la trilogía "Los Juegos del Hambre" Todos los derechos le pertenecen a la autora Suzanne Collins.