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La mujer, Seeder, parece casi como si fuera de la Veta, con su piel aceitunada y pelo liso negro salpicado de plata. Sólo sus ojos marrón dorado la marcan como de otro distrito. Debe de tener unos sesenta, pero aún parece fuerte, y no hay señal de que se haya echado al licor o al morphling o a ninguna otra forma química de escape con los años. Antes de que ninguno de nosotros diga nada, me abraza. Sé de algún modo que debe de ser por Rue y Thresh. Antes de poder detenerme, susurro:

— ¿Las familias?

— Están vivos. ― Responde suavemente antes de soltarme.

Chaff lanza su brazo bueno a mi alrededor y me planta un gran beso en plena boca. Me aparto de golpe, sorprendida, mientras él y Haymitch se ríen a carcajadas.

Ese es más o menos todo el tiempo que tenemos antes de que encargados del Capiolio nos dirijan firmemente hacia los ascensores. Percibo el claro sentimiento de que no están cómodos con la camaradería entre los vencedores, a quienes no podría importarles menos. Mientras camino hacia los ascensores, mi mano aún unida a la de Peeta, alguien más pasa rozando a mi lado. La chica se saca un tocado de ramas con hojas y lo lanza detrás de sí sin preocuparse de mirar dónde cae.

Johanna Mason. Del Distrito 7. Madera y papel, de ahí el árbol. Ganó gracias a presentarse a sí misma muy convincentemente como débil e indefensa para ser ignorada. Después demostró una retorcida habilidad para el asesinato. Se desordena el pelo puntiagudo y pone en blanco sus grandes ojos marrones.

— ¿No es horrible mi disfraz? Mi estilista es la idiota más grande de todo el Capitolio. Nuestros tributos han sido árboles durante cuarenta años bajo ella. Me gustaría haber pillado a Cinna. Te ves fantástica.

Charla de chicas. Esa cosa en la que siempre he sido tan mala. Opiniones sobre ropa, pelo, maquillaje. Así que miento.

— Sí, me ha estado ayudando a diseñar mi propia línea de ropa. Deberías ver lo que puede hacer con el terciopelo. ― Terciopelo. La única tela que se me ocurrió en ese momento.

— Lo he visto. En tu tour. ¿Ese número sin tirantes que llevaste en el Distrito Dos? ¿El azul oscuro con los diamantes? Tan precioso que quería llegar más allá de la pantalla y arrancártelo de la espalda. ― Dice Johanna.

Me apuesto que sí, pienso. Con unos centímetros de mi carne.

Mientras esperamos por los ascensores, Johanna se desabrocha la cremallera del resto de su árbol, dejándolo caer al suelo, y después lo aparta de una patada con asco. Excepto por sus zapatillas verde bosque, no tiene encima ni un retal de ropa.

— Así mejor.

Acabamos en el mismo ascensor que ella, y se pasa todo el camino al séptimo piso charlando con Peeta sobre sus cuadros mientras la luz del disfraz aún brillante de él se refleja en sus pechos desnudos.

Cuando ella se marcha, lo ignoro, pero simplemente sé que está sonriendo de oreja a oreja. Lanzo su mano a un lado cuando las puertas se cierran detrás de Chaff y Seeder, dejándonos solos, y se echa a reír.

— ¿Qué? ― Digo, volviéndome hacia él cuando entramos en nuestro piso.

— Eres tú, Katniss. ¿No lo ves? ― Dice él.

— ¿Lo qué soy yo?

— La razón por la que todos están actuando así. Finnick con sus azucarillos y Chaff besándote y toda esa cosa con Johanna desnudándose. ― Intenta adquirir un tono más serio, sin éxito.
― Están jugando contigo porque eres tan . . . ya sabes.

— No, no lo sé. ― Digo. Y de verdad que no tengo ni idea de qué está hablando.

— Es como cuando no me querías mirar desnudo en la arena incluso aunque estaba medio muerto. Eres tan . . . pura. ― Dice finalmente.

— ¡No lo soy! ― Digo.
― ¡Prácticamente te he estado arrancando la ropa cada vez que ha habido una cámara todo el año!

— Sí, pero . . . quiero decir, para el Capitolio, eres pura. ― Dice, claramente tratando de aplacarme.
― Para mí eres perfecta. Sólo se están metiendo contigo.

— ¡No, se están riendo de mí, y tú también!

— No. ― Peeta sacude la cabeza, pero aún está escondiendo una sonrisa. Estoy pensándome muy seriamente la cuestión de quién debería salir de los Juegos con vida cuando se abre el otro ascensor.

Haymitch y Effie se reúnen con nosotros, pareciendo complacidos por algo. Después la expresión de Haymitch se vuelve dura.
¿Qué es lo que he hecho ahora? Casi digo, pero veo que está mirando detrás de mí a la entrada del comedor.

Effie parpadea en la misma dirección, después dice alegremente.

— Parece que os consiguieron un set a juego este año.

Me doy la vuelta y veo a la chica Avox pelirroja que me atendió aquí el año pasado hasta que empezaron los Juegos. Pienso qué agradable es tener una amiga aquí. Me doy cuenta de que el joven a su lado, otro Avox, también tiene el pelo rojo. Debe de ser eso a lo que se refería Effie con lo del set a juego.

Después me recorre un escalofrío. Porque también lo conozco. No del Capitolio sino de años de cómodas conversaciones en el Quemador, bromeando sobre la sopa de Sae la grasienta, y después ese último día viéndolo yacer inconsciente en la plaza cuando a Gale le salía la vida entre la sangre.

Nuestro nuevo Avox es Darius.

En llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora