Rue sí me había dado la impresión de que las reglas en el Distrito 11 se forzaban de forma más agresiva. Pero nunca había imaginado algo como esto.
Ahora empiezan los cultivos, extendiéndose hasta más allá de donde alcanza la vista.
Hombres, mujeres y niños llevando sombreros de paja para protegerse del sol se incorporan, se giran hacia nosotros, se toman un momento para estirar la espalda mientras ven pasar nuestro tren. Puedo ver huertas en la distancia, y me pregunto si es allí donde Rue habría trabajado, recolectando la fruta de las ramas más delgadas en las cumbres de los árboles.
Pequeñas comunidades de cabañas―en comparación las casas en la Veta son de clase alta―aparecen aquí y allá, pero están todas desiertas. Debe de necesitarse cada mano para la cosecha.
Sigue y sigue. No me puedo creer la extensión del Distrito 11.
— ¿Cuánta gente crees tú que vive aquí? ― Pregunta Peeta. Sacudo la cabeza. En el colegio se refieren a él como un distrito grande, eso es todo. Sin cifras reales sobre la población. Pero aquellos chicos que vemos ante las cámaras esperando por la cosecha cada año, no pueden ser más que una muestra de los que viven aquí en realidad. ¿Qué hacen? ¿Tienen sorteos preliminares? ¿Escogen de antemano a los ganadores y se aseguran de que están entre la multitud? ¿Cómo exactamente acabó Rue sobre ese tablado con nada salvo el viento ofreciéndose a tomar su puesto?
Empiezo a cansarme de la inmensidad, de lo interminable que es este sitio. Cuando Effie viene a mandarnos que nos vistamos, no objeto. Voy a mi compartimento y dejo que mi equipo de preparación me haga el pelo y el maquillaje. Cinna viene con un bonito vestido naranja con un patrón de flores otoñales. Pienso en cuánto le gustará el color a Peeta.
Effie nos junta a Peeta y a mí y repasa el programa una última vez. En algunos distritos los vencedores conducen por la ciudad mientras los residentes los aclaman. Pero en el 11―tal vez porque no hay una ciudad, para empezar, estando todo tan esparcido, o quizás porque no quieren gastar a tanta gente en tiempo de cosecha―la aparición pública está confinada a la plaza. Tiene lugar ante el Edificio de Justicia, una inmensa estructura de mármol.
En otros tiempos debió de ser algo de gran belleza, pero el tiempo ha hecho su trabajo. Incluso en televisión puedes ver la hiedra cubriendo la decadente fachada, la bajada del tejado.La plaza en sí misma está rodeada de escaparates venidos a menos, la mayoría de los cuales están abandonados. Donde quiera que sea que la gente bien viva en el Distrito 11, no es aquí.
Toda nuestra aparición pública estará situada en el exterior de aquello a lo que Effie se refiere como la galería, la extensión con baldosas entre las puertas frontales y la escalera que está ensombrecida por un techo sujeto por columnas.Peeta y yo seremos presentados, el alcalde del 11 leerá un discurso en nuestro honor, y responderemos con un agradecimiento por guión proporcionado por el Capitolio. Si un vencedor tuviera algún aliado especial entre los tributos muertos, se considera bueno agregar también varios comentarios personales. Debería decir algo sobre Rue, y también sobre Thresh, de verdad, pero cada vez que intentaba escribirlo en casa, acababa con un papel en blanco mirándome a la cara. Es difícil para mí hablar sobre ellos sin ponerme emotiva. Afortunadamente, Peeta tiene una cosilla preparada, y con varias leves alteraciones, puede servir para ambos.
Al final de la ceremonia seremos obsequiados con algún tipo de placa, y después podremos retirarnos al Edificio de Justicia, donde será servida una cena especial.
Mientras el tren entra en la estación del Distrito 11, Cinna le da los últimos retoques a mi conjunto, cambiando mi diadema naranja por una de oro metálico y asegurando en el vestido la insignia del sinsajo que llevé en la arena. No hay comité de bienvenida en la plataforma, sólo una cuadrilla de ocho agentes de la paz que nos dirigen a la parte trasera de una furgoneta acorazada. Effie bufa cuando la puerta se cierra con un clank detrás de nosotros.
— De verdad, se diría que somos criminales. ― Dice.
No todos, Effie. Sólo yo, pienso.
La furgoneta nos deja detrás del Edificio de Justicia. Nos llevan rápidamente al interior.
Puedo oler que están preparando una excelente comida, pero no bloquea los olores a moho y putrefacción. No nos han dejado tiempo para curiosear. Mientras vamos en línea hasta la entrada delantera, puedo oír cómo empieza a sonar el himno en la plaza. Alguien me pone un micrófono de clip. Peeta me coge la mano izquierda. El alcalde nos está presentando mientras las inmensas puertas se abren con un gruñido.
— ¡Grandes sonrisas! ― Dice Effie, y nos da un empujoncito. Nuestros pies empiezan a moverse hacia delante.Esto es. Esto es cuando tengo que convencer a todo el mundo de lo enamorada que estoy de Peeta, pienso. La solemne ceremonia está muy organizada, así que no estoy segura de cómo hacerlo. No es momento de besos, pero tal vez pueda incluir uno.
Hay un sonoro aplauso, pero ninguna de las otras respuestas que obtuvimos en el Capitolio, los vítores y hurras y silbidos. Andamos por la galería sombreada hasta que se termina el tejado y estamos en pie ante unas grandes escaleras de mármol bajo el sol abrasador.Mientras mis ojos se ajustan, veo que de los edificios de la plaza han colgado banderas que ayudan a cubrir su estado de abandono. Está todo lleno de gente, pero una vez más, sólo una fracción de la gente que vive aquí.
Como siempre, una plataforma especial ha sido construida al final del tablado para las familias de los tributos muertos. En el lado de Thresh , sólo hay una anciana jorobada y una chica alta y musculada que supongo es su hermana. En el de Rue . . . no estoy preparada para la familia de Rue. Sus padres, cuyos rostros llevan todavía fresca la tristeza. Sus cinco hermanos pequeños que se parecen tanto a ella. Las constituciones menudas, los luminosos ojos castaños. Forman una bandada de pequeños pájaros oscuros.
El aplauso se apaga y el alcalde pronuncia el discurso en nuestro honor. Dos niñas pequeñas se acercan con dos inmensos ramos de flores. Peeta pronuncia su parte del guión establecido y después encuentro a mis labios moviéndose para concluirlo. Afortunadamente, mi madre y Prim me lo han taladrado en el cerebro, así que puedo hacerlo dormida.
Peeta tiene sus comentarios personales escritos en una tarjeta, pero no la saca. En vez de eso habla en su estilo sencillo y encantador sobre Thresh y Rue llegando a los ocho finales, sobre cómo ambos me mantuvieron con vida―y así manteniéndolo a él con vida―y cómo esta es una deuda que nunca podremos pagar. Y entonces vacila antes de añadir algo que no estaba escrito en la tarjeta. Tal vez es porque pensó que Effie se lo haría borrar.
— No puede en modo alguno sustituir vuestras pérdidas, pero como prueba de nuestro agradecimiento nos gustaría que cada una de las familias de los tributos del Distrito Once recibieran un mes de nuestras ganancias cada año durante el resto de nuestras vidas.
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En llamas
Teen FictionSegundo libro de la trilogía "Los Juegos del Hambre" Todos los derechos le pertenecen a la autora Suzanne Collins.