12. Abril

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Si tuviese que resumir el encuentro con Andrew sería así: una montaña rusa de sentimientos

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Si tuviese que resumir el encuentro con Andrew sería así: una montaña rusa de sentimientos.

Primero me quedé embobada al observarlo llegar con dos capuchino, después me hizo reír con la broma de la maldita canela. Luego vino el silencio incómodo que ninguno de los dos sabía romper. Al final pudimos sacar el tema y entonces fue todo tan confuso... él se enfadó, por un momento parecía que estuviese celoso de Marc, pero era una idea absurda. Después me cabreé yo con él y... cuando me cogió de la muñeca... noté esa maldita electricidad de la que hablan en tantas novelas románticas. Una electricidad potente, de las que te electrocutan y te dejan los pelos de punta. Sentí otra vez esa conexión que una vez nos unió. Tuve que armarme de valor para no rodear su cuello con mis brazos y apretarlo contra mí, abrazándolo con fuerza, sintiendo su cuerpo en su totalidad. Pero él apartó la mano y mi brazo echó de menos su tacto.

Al final fui valiente y le pedí perdón por todas las cosas que le dije aunque sabía que seguía muy dolido por aquello; Miri me lo había dejado entrever unas horas antes cuando hablé con ella por teléfono. No me perdonó, y aunque tenía que reconocer que me había dolido un poco, no se lo reprochaba, le entendía a la perfección. Entendía que después de lo que habíamos vivido, después de todo el amor que nos habíamos profesado le doliese que le hubiese dicho ese «ojalá no te hubiese conocido nunca». Porque a mí también me habría dolido muchísimo si hubiese sido él quién me dijera aquello.

Me daba la sensación de que aún teníamos muchísimas cosas que decirnos. Pero no podía decirle que le había echado muchísimo de menos, ¿para qué? ¿Para hacerle más daño? Me había dado cuenta del dolor que irradiaba su voz cuando me dijo que yo había pasado página, si le decía que le había echado de menos le haría mucho más daño, así que no se lo dije. Si tan solo él supiera... si le hubiese dicho que no estaba enamorada de Marc no habría tenido que ver esos ojitos verdes tan tristes. Me sentía fatal al verle así, al darme cuenta de que él estaba sufriendo con aquella situación. Le dolía horrores verme, lo sabía. Así que con suerte no nos encontraríamos más y podríamos seguir con nuestras vidas como hasta ahora.

El sonido estridente del microondas llamó mi atención, lo abrí y saqué la comida precocinada que había comprado en el súper y me la comí mientras veía la televisión. Les mandé un mensaje a las chicas diciéndoles que ya estaba en casa cenando tranquila y sola; lo tenía que especificar por si se hacían ideas equivocadas. Enseguida me llegó la notificación de una video llamada, la acepté y aparecieron los caretos de mis amigas en la pantalla del ordenador portátil.

—¡Cuéntanos ahora mismo! —exclamó Miriam con un bol de palomitas delante—. Dime que se ha portado bien porque si no... te juro que...

—Ha ido bien, no hace falta cortarle la cabeza ni nada.

Evité decirles que había hecho un comentario fuera de lugar, se lo había prometido a Andrew e iba a cumplir la promesa.

—¿Te ha hablado bien? ¿No se ha comportado como un auténtico capullo? —preguntó Claudia algo seria.

Siempre nos quedará Edimburgo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora