16. Abril

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—¡No te olvides de los condones!

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—¡No te olvides de los condones!

Bufé por decimoquinta vez. No sé en qué momento me pareció una gran idea hacer la maleta mientras hacía video llamada con Miriam.

—¿Para qué voy a meterlos en la maleta? ¿Te recuerdo que mi novio estará algo lejos?

—¿Qué novio? ¿Andrew y tú ya...? Ah no, espera, te refieres a Marc, qué cabecita la mía.

Se dio unos golpecitos en la cabeza y se rio cuando me vio levantar el dedo corazón hacia la cámara del portátil.

—Estás muy pesadita con Andrew, ¿te recuerdo que entre él y yo solo hay una relación cordial? Ni tan siquiera somos amigos.

—¿Y tú quieres serlo? Amiga de él, ¿lo quieres ser?

¿Quería ser amiga de Andrew? Sí, claro, vamos... supongo que sí. Pero no sabía si él estaría dispuesto a tener una amistad sin dejarnos llevar por otras cosas.

Me encogí de hombros como única respuesta mientras seguía llenando la maleta de porsiacaso. Ropa cómoda por si salíamos a hacer turismo. Una chaqueta gruesa por si hacía un frío de la hostia. Alguna camisa por si teníamos alguna reunión formal. Varios vestidos por si salíamos de fiesta... etc, etc, etc.

—Él quiere recuperar vuestra amistad, ¿lo sabías?

Giré de sopetón la cabeza hacia la pantalla para observar a Miriam.

—¿De verdad?

—A ver, es evidente... lo que hizo por ti el día de la reunión fue una prueba de que quiere que vuelvas a estar en su vida.

Mi amiga se había hecho una película digna de Hollywood. Le conté cómo Andrew había conseguido que los demás me saludaran como era debido y ella se montó una película. Él solo fue amable porque vio que estaba llorando, nada más.

—Eso no significa que quiera que seamos amigos, además no... no creo que podamos llegar a serlo.

—¿Por qué?

—Porque lo que tuvimos fue demasiado intenso, hasta la ruptura fue intensa. Así que pasar de eso a ser amigos... no sé si saldría bien.

—No perdéis nada por intentarlo, háblalo con él y ya está.

Miriam lo veía todo tan fácil... y no lo era para nada. Para empezar no tenía ni idea de cómo abordar el tema con Andrew. ¿Me acercaba a él y simplemente le decía «hola, quiero ser tu amiga»? No, parecería una loca. Y estaba lo otro, que no sabía si él estaba dispuesto a tener una amistad conmigo o prefería estar alejado de mí.

—Creo que ya he terminado la maleta —comenté observándola con los brazos en jarra.

—Y así se cambia con elegancia el tema de una conversación.

Siempre nos quedará Edimburgo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora