ATENCIÓN!!!!
Esta es una segunda parte. Si no has leído Siempre nos quedará Londres te vas a comer unos cuantos spoilers y no entenderás nada.
Sinopsis en el interior para evitar spoilers :)
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Mientras me vestía con la ropa de Andrew, no podía dejar de sonreír. No me arrepentía de nada de lo que había pasado, aunque no podía evitar pensar en Marc y en lo que le estaba haciendo. Siempre he odiado las infidelidades, sin embargo, yo había acabado haciendo lo que más odiaba y eso me molestaba un poco. Esa noche, cuando me dejé llevar con Drew, me sirvió para confirmar que lo que sentía por Marc tan solo era amistad. Toda la vorágine de sentimientos que había sentido al besarme con Andrew, no lo había sentido nunca con Marc; esa era la gran diferencia. Mientras que uno me hacía volar hacia las estrellas el otro tan solo conseguía hacerme un poquito feliz. Y a mí siempre me han gustado las estrellas.
Cuando ya estuve vestida con su ropa, me senté en la cama esperando a que terminara de vestirse. No sabía si me dejaría dormir en la cama con él o tendría que dormir en el sofá; la verdad es que prefería compartir la cama pero si él no quería, lo aceptaría. Al cabo de un rato, dio unos golpecitos en la puerta y lo dejé pasar. Apareció con unos pantalones a cuadros rojos y una camiseta de manga corta de color azul. Aún llevaba el pelo algo mojado y le caían pequeñas gotitas por el cuello. Me quedé algo embobada viendo cómo esas gotitas iban empapando el cuello de la camiseta, una camiseta que se amoldaba a la perfección a su cuerpo, marcándole todos los músculos que tenía que marcar.
—Disfrutando de las vistas, ¿eh?
El muy capullo me estrujó una mejilla como si fuese un bebé y se tiró encima de la cama mientras se descojonaba de mí.
—¿Duermo en el sofá? —pregunté esperando a que me dijese que durmiera con él.
Me dedicó una sonrisa ladeada, de esas que logran que se me acelere el pulso.
—El sofá es muy cómodo, allí dormirás muy bien.
Todas mis esperanzas fueron asesinadas. Lo miré con pena pero él ya se había girado para apagar la luz.
—Qué poco caballeroso eres —espeté aún sentada en la cama.
Andrew volvió a encender la luz y se apoyó en un brazo para elevarse un poco y poder mirarme a la cara.
—Pensaba que sabías de sobra que no soy nada caballeroso, sobre todo en la cama.
Se me enrojecieron las mejillas con su comentario, como si fuese una adolescente. Era increíble como, a pesar de los años, seguía consiguiendo alterarme de esa manera.
—¿Podrías dejar de insinuar este tipo de cosas?
Al ver que estaba muy avergonzada, caminó a cuatro patas por la cama para darme un besito en el cuello.
—Vale... lo siento —su aliento chocando contra la piel de mi cuello provocó que se me alterara el pulso—. ¿Me perdonas?
—Si me dejas dormir contigo sí.
Soltó una carcajada ronca que vibró por todos los rincones de mi cuerpo. Entonces, sin previo aviso, me rodeó con sus brazos mientras me daba pequeños besos por la cara y por el cuello. Estaba a punto de dejarme llevar otra vez, de dejarme perder por sus caricias y sus besos. Pero no podía, aún no. Lo aparté de mí con suavidad y me tumbé en la cama bajo su atenta mirada. Mientras me tapaba con el edredón, no me quitaba la mirada de encima y empezaba a sentirme algo cohibida.