7. Andrew

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Ya estamos en Londres

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Ya estamos en Londres.

Una frase que hizo temblar los cimientos de mi corazón. Hacía dos horas que había recibido aquel mensaje de Miriam y seguía temblando como un flan. Estaban en la ciudad. Abril estaba en la ciudad.

Y yo estaba en casa, solo, sin Lío para que pudiese relajarme. Así que me vestí con la ropa de deporte y salí de casa dispuesto a correr un buen rato. Mientras corría sin ningún rumbo fijo, me di cuenta de que muchas personas se me quedaban mirando y me señalaban sin ningún tipo de disimulo. Me estaba acostumbrando a que la gente me reconociera por la calle pero me estaba costando un poco, ya que muchas veces tan solo salía a la calle para relajarme pero acababa más histérico por culpa de las exigencias de los fans. Que si ahora un selfie sacando la lengua, que si ahora te doy un beso en la mejilla sin preguntarte si estás a gusto con ello, que si ahora te abrazo porque te quiero mucho. En fin. Que lo de la distancia personal, los fans, no lo tienen muy claro. Y eso que tan sólo acabábamos de empezar a tener un poco de éxito, no entendía cómo podían aguantarlo los artistas de mayor envergadura. ¿Cómo aguantaban ser reconocidos en cualquier parte? ¿Cómo podían sonreír siempre con los fans? ¿Cómo eran capaces de aceptar un beso de una fan sin hacer cara de mono cabreado? Algún día tendría que preguntárselo a Bruno Mars o a Beyoncé.

Notaba las piernas algo cansadas pero seguí corriendo hasta que me topé de bruces con algo que llevaba evitando cuatro años. Y es muy complicado evitarlo viviendo en Londres, pero lo conseguí, hasta aquel momento. Mis pies me habían llevado hasta el Tower Bridge. Nada más y nada menos que a ese lugar. Tenía la respiración agitada debido al esfuerzo, así que tuve que apoyarme en una de las barandillas de cara al río. Ese río que fue testigo de uno de los momentos más mágicos que había vivido en mi vida.

Sentí un ligero pinchazo en el corazón y me llevé la mano hacia allí, haciendo un poco de presión para liberar la tensión que había dentro de mí. Ese puente me traía demasiados recuerdos que aún tenía guardados en un rinconcito de mi corazón. Mi mente viajó a esa tarde, cuando nos unimos en un solo ser; cuando por fin tuve las agallas de eliminar la absurda distancia que había entre los dos. Suspiré hondo y me marché de allí lo más rápido posible. Tenía que alejarme de ese puente porque sino acabaría volviéndome loco.

No paré de correr hasta que no llegué a casa. Aún no había llegado Lío y había un silencio sepulcral. Bigotes dormía plácidamente en su cama y yo necesitaba algo que me distrajera para dejar de pensar en la chica de los ojos avellana. No quería hacerlo, llevaba mucho tiempo luchando contra mí mismo para curarme, sin embargo al abrir la nevera y ver el botellín de cerveza... Una no haría daño, ¿no? La cogí sin pensar demasiado y me la bebí de un trago. Estaba fresquita y mi cuerpo reaccionó alegre ante ese líquido tan refrescante. Quería más, necesitaba más para poder borrar esas imágenes que tenía en la cabeza. Volví a abrir la nevera, abrí la segunda cerveza y me la volví a beber de un trago. Me estaba pasando, lo sabía pero no podía más. Me apoyé con los brazos en la encimera y de la nada empecé a sollozar. Sentía los ojos arder debido a las lágrimas que ya resbalaban con rapidez por las mejillas. Miré la nevera de reojo, allí dentro me esperaba una tercera cerveza, sabía que si me la bebía ya no habría vuelta atrás. Me sequé los ojos con la manga del jersey y me acerqué a la nevera, justo cuando iba a abrirla escuché el ruido de la cerradura al abrirse la puerta del piso y me aparté del frigorífico como si hubiese empezado a arder.

Siempre nos quedará Edimburgo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora