50. Andrew

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Un rato después de terminar la cena, que se hizo eterna debido a los parlamentos que hicieron los jefazos de la discográfica, abrieron la sala de al lado para poder seguir con la fiesta

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Un rato después de terminar la cena, que se hizo eterna debido a los parlamentos que hicieron los jefazos de la discográfica, abrieron la sala de al lado para poder seguir con la fiesta. Habían colocado una barra larga a un lado, des de donde servían todo tipo de cócteles. Justo en frente estaba la pista de baile, donde ya había gente bailando con muy poca gracia. Nosotros nos quedamos sentados en nuestra mesa observando la gente bailar. Las primeras en levantarse fueron Marga, Tina y Mara que se fueron en busca de sus copas.

Un camarero pasó por nuestra mesa para preguntarnos si queríamos algo, así que aprovechamos para pedirnos un cóctel cada uno; en seguida nos trajo nuestras copas y empezamos a beber mientras nos dejábamos envolver por la música.

—¿Vamos a bailar? —preguntó Abril dándole un buen sorbo a su mojito de fresa.

—¿No prefieres quedarte aquí?

Aprovechando que Lío y Rick charlaban animados y no nos prestaban atención, me acerqué a su oído para darle un mordisquito en el lóbulo.

—Va, Drew, bailemos un poquito.

Me hizo ojitos. Si me ponía esa carita no podía negarme a nada. Suspiré abatido, siempre tenía la partida perdida contra ella. Nos levantamos y nos dirigimos a la pista de baile con las manos entrelazadas. La gente ya empezaba a estar demasiado borracha como para darse cuenta de que íbamos cogidos de la mano. Nadie nos prestaba atención. Sonó una canción lenta de un grupo nuevo justo cuando llegamos a la pista de baile. La agarré por la cintura y ella me rodeó el cuello con los brazos. Empezamos a bailar, moviéndonos con suavidad a un lado y al otro, sin dejar de mirarnos a los ojos y sonreír como un par de idiotas. Me incliné un poco, quería besarla, pero ella se apartó con sutileza.

—Estamos rodeados de gente.

Se pegó más a mí para apoyar su cabeza en mi pecho. Suspiré hondo, empezaba a estar un poco cansado de la situación en la que nos había metido yo mismo. Le acaricié la espalda con suavidad, paseando los dedos por su espalda desnuda.

—Quiero besarte —susurré.

Levantó un poco la cabeza para darme un besito en el cuello y después volvió a apoyarse en mi pecho.

—Y yo... pero tú mismo dijiste que no querías que nos vieran.

—Soy un poco bocazas, lo admito.

—Un poquito sí. Pero de verdad creo que así es mucho mejor.

Cerré los ojos, disfrutando de tenerla entre mis brazos otra vez. Nos quedamos un rato callados hasta que terminó la canción para dar paso a otra mucho más movida. Sin embargo, nosotros seguíamos abrazados, moviéndonos poco a poco. Al final fue ella la que rompió nuestro abrazo, se separó un poco de mí y bajó las manos hasta mi pecho.

—Será mejor que volvamos a la mesa.

Asentí. Antes de volver, le di un besito en la frente. De momento teníamos que conformarnos con esos pequeños momentos que, para mí, valían oro.

Siempre nos quedará Edimburgo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora