34. Andrew

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Quería arrancarle la cabeza, comerme sus ojos y vomitárselos encima

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Quería arrancarle la cabeza, comerme sus ojos y vomitárselos encima. Quería cortarle las manos para que no pudiera tocarla más. Quería reventarle la cara para que no pudiera besarla más. Quería que dejara de mirarla. Quería que se apartara de ella; de mi fotógrafa particular, de mi Abril.

Pero no era mía. Ni de nadie. Ella no era posesión de nadie, sin embargo, no podía evitar sentir que la había perdido para siempre.

No podría explicar con palabras lo que había sentido cuando los vi abrazados en el hall. Cuando vi cómo se besaban, cómo ella parecía disfrutar de ese beso. Cómo se agarraba a él como si no existiera nada más que ellos, como si yo no estuviese allí plantado como un puto idiota.

Nunca lo confesaré pero lloré, en cuanto entré en mi habitación me eché a llorar como un bebé. Y me jodía, me jodía llorar por algo que ni tan siquiera lograba entender. No podía comprender por qué me importaba tanto que ella estuviese besándose con su novio. Era normal, ¿no? cuando tienes pareja te besas con ella. Pero saber que tiene novio es muy diferente a ver con mis propios ojos lo mucho que se quieren. Y eso, quizás, era lo que más me jodía. Le quería a él, no a mí. Quizás a mí me quería como amigo, pero era obvio que ya no sentía nada por mí. Yo pensaba que tampoco sentía nada por ella, pero en los últimos días había sentido algo que hacía muchísimo que no sentía. Deseaba estar a su lado, volver a hacerla feliz. Pero tuvo que aparecer el atontado ese para joderme.

Durante la cena, no la miré ni un momento. Quizá de reojo la había mirado durante unos segundos. Hablaba feliz con el atontado, se acercaba a él y le susurraba cosas al oído mientras que él la miraba... mierda, la miraba como si fuese lo más bonito del universo. Y no lo culpaba.

Mara, a mi lado, se puso bastante pesadita, pero decidí seguirle el juego. Tampoco hacía nada malo, Abril también estaba tonteando con el atontado, ¿por qué no podía hacer yo lo mismo? Así que me dediqué a hablarle al oído, a sonreírle con fingida ternura... y Mara, obviamente, estaba encantada por tener un poquito de mi atención. Sabía que me estaba comportando como un capullo pero no podía soportar ver a Abril toqueteando al atontado. El chaval de vez en cuando me miraba y sonreía con satisfacción. Me habría encantado borrarle esa sonrisa con un buen puñetazo, pero yo no era así, debía controlarme.

La cena fue todo un suplicio, entre que tenía que aguantar a esos dos y a la pesada de Mara, se me hizo larguísimo. Decidimos ir de fiesta por allí, ya que cerca habían bastantes locales de ocio y podríamos estar tranquilos en sus respectivas zonas vip. Abril y el atontado se fueron al hotel, ya que estaban cansados y querían descansar. Mientras se iban, no les quité la mirada de encima. ¿Descansar? Lo que iban a hacer era todo lo contrario a eso. Cerré los puños con fuerza, estaba cabreado porque tenía que ser yo quien le acompañara al hotel y no ese gilipollas.

—¿Andy? —Lío llamó mi atención—. Vamos, es por allí.

Asentí y seguí a mis amigos que parecía que supieran hacia dónde íbamos.

Siempre nos quedará Edimburgo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora