19
Es viernes por la tarde. He quedado con mis amigas. Mientras me preparo y me echo un montón de Lulú de Cacharel miro por la ventana. Veo a María y a Victoria y también a Juan y a Andrés. Pronto aparece Enrique. No me gusta ese circo. No siento celos cuando veo que Juan le da un beso a Victoria, aunque sí pienso: « ¿ha sido en la mejilla o en los labios? ». Me sorprende porque él sigue viniendo a casa en cuanto surge la oportunidad. Ya sea por pasar un rato antes de salir o para verme –según dice él-. No sé, a veces tengo la sensación de que solo me quiere por interés y otras creo que realmente está enamorado pero no sabe o no puede entenderse conmigo. Somos tan distintos...
Soy consciente de que tengo que decirle a Maca lo que he visto, lo que veo ahora mismo desde mi ventana. Me duele tener que hacerlo, porque sé que sufre. Ahora el coche de María siempre está aparcado enfrente de mi casa. No me gusta pensar en que Enrique, al que valoro o valoraba, está también con María. Casi parece que va en serio, sino fuera porque cada dos por tres aparece una tercera en discordia. Me explico: está con María, queda con Maca y a veces aparecen chicas guapas entre medias. Chicas que me presenta o que nos presenta a todos y a las que luego deja tiradas como colillas o intenta que algún amigo se líe con ella. No sé si para intentar que se olviden de él o para ayudar a sus amigos. Creo que es la primera opción, porque Enrique tiene muchas cualidades, pero el narcisismo no es una de ellas.
Evito la parcela. Evito encontrarme con esa panda ahora, en este momento. Tengo que dar una vuelta estúpida por la calle para llegar a la parada donde quedamos siempre. Cuando llego ya está Maca. Se sorprende al verme aparecer por la acera y no por la parcela. Le explico lo que he visto y frunce el ceño. Le cuento lo de Juan y Victoria y se queda alucinada. No entendemos nada. A Ángel no le he visto y dudo que él esté haciendo nada desconcertante. Parece un tío fiel a sus ideas. No me preocupa. Solo el hecho de que no se ha lanzado a darme ni un beso y eso me molesta.
Al final el viernes transcurre de forma normal y aburrida. Decidimos no aparecer para hacernos valer, o lo que nosotras pensamos que es hacerse valer.
Cuando llego a casa pronto, sobre las 23.00 no puedo evitar quedarme espiando por la ventana. A ver cuándo llegan, cómo llegan, qué hacen. Puedo pasarme horas en la ventana. Me pongo la radio bajita, leo un libro, o simplemente observo. No puedo dormir. Necesito respuestas y sé que solo las voy a obtener espiando, porque todos mienten y los únicos que no lo hacen no quieren contarme nada.
A las cinco de la mañana veo llegar sus coches. Alucino conmigo misma. Estoy loca. Horas sin dormir, perdiendo el tiempo. Pero cuando salen del coche de María y de Andrés lo veo. Juan le da un pico a Victoria y veo como mira hacia mi cuarto, que está a oscuras, en el que es imposible que vea ni mi sombra porque lo tengo todo controlado. Pero sé que mira. Luego Enrique abraza a María y la besa. Mientras Andrés mira las escenas y parece orgulloso. Como un gallo que controla su corral.
ESTÁS LEYENDO
Algo raro pasó
Genç KurguJulia emprende un camino espinoso de descubrimientos en los años 90; sus primeras experiencias en el amor, el sexo, los viajes con amigos, el acceso a las discotecas y al alcohol. De este modo, se da cuenta de que todo está por hacer, sumiéndose en...