Capítulo 40

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Esperamos un rato, en pijama. Cuando vemos que está todo tranquilo empezamos a movernos. Salimos, sigilosas, de la habitación. Nos pegamos a las paredes para que no salten las luces, ya que esa es la señal que avisa a los profesores de que estamos deambulando por ahí. Entramos en la habitación de Izan. Estamos un rato allí, entre risas. Pero no estamos todos. No queremos armas tanto escándalo como las otras noches porque nos van a reñir de verdad. Aún así escuchamos voces fuera. El de mates nos busca, precisamente a Martina y a mí. Que sabe que no estamos en nuestra habitación. Izan se hace mucho pis, pero Martina y yo nos hemos escondido en el baño de su habitación. Como no se aguanta, entra. Nosotras estamos detrás de la puerta. Escuchamos cómo hace pis. En ese momento, otro compañero ha abierto la puerta de la habitación y ha entrado el profesor. Ve a Izan. Este le indica que está haciendo pis. Pero el profe no se rinde y dice en alto que sabe que estamos dentro. Salimos de detrás de la puerta. Izan se está lavando las manos. El profe nos indica que salgamos de la habitación y que volvamos a la nuestra. Nada de fiestas esta noche. Nos quiere despejados a todos para el viaje a Florencia.

Nos metemos en nuestra habitación. Abrimos un poco de embutido porque tenemos un hambre de mil demonios. Nos reímos. Comemos y nos metemos en la cama. No hemos conseguido tener nuestra tercera fiesta, pero ya habrá más oportunidades. Alguien se aburre y nos llama al fijo. Pero pronto nos llaman de recepción para que nos callemos.

No nos hemos portado muy bien en el hotel, pero por otro lado, ellos no tenían ni agua en la ducha. Estamos en paz. Roma 1-clase 1.

A la mañana siguiente estamos más despejados. Se nota que hemos descansado más.

Los profesores nos miran medio enfadados. Aunque al final es el de mates el que está pagando ese año. Nos cuentan que cada año se rifan a ver a quién le toca vigilar a los alumnos por la noche.

Hemos bajado las maletas y todas nuestras cosas porque en cuanto desayunemos nos marchamos rumbo a Florencia. Hablamos, emocionados. Esperamos que el hotel sea algo mejor. Al menos que las duchas funcionen. Necesito lavarme el pelo con urgencia. Otra foto. Esas no me van a gustar. Cada mañana tengo peor cara y la cabeza más asquerosa.

Nos montamos en el bus. Nos espera un viaje un poquito largo. Abajo están los mayores y nosotros nos vamos a la zona de arriba. Al principio estamos Martina y yo, pero cuando pasa un rato me llama Izan. Me acerco y nos ponemos a hablar, pero yo tengo mucho sueño y me voy recostando encima de él. Tanto, que de repente, noto un bulto. Cuando me doy cuenta de lo que es me levanto. Izan me pide que no me vaya, pero me está resultando una situación muy incómoda y le digo que se tape con la sudadera, pero que yo me marcho.

Bajo donde está mi amiga Cata, porque es algo que solo le contaría a una amiga de verdad. Le pido a su pareja que me deje un ratito para hablar. Según le estoy explicando, Cata empieza a reírse a carcajadas. Le pido que sea un poco más discreta y ella me mira y me dice que no va a decir nada a nadie, pero que la situación es muy hilarante. La miro mientras le digo que de eso nada, claro, no le ha ocurrido a ella. Me pongo a pensar en qué voy a hacer, en cómo le voy a mirar a la cara ahora, qué vergüenza, madre mía. Cata sigue riendo mientras yo voy diciéndome en alto cómo actuar cuando vuelva a arriba.

Definitivamente Cata no me ha sido de gran ayuda. Sé que no va a decir nada, pero vaya cachondeo tiene ahora. Subo, con las gafas de sol puestas. Me siento junto a Martina, pero no le cuento nada. Creo que Izan se lo ha dicho a sus amigos, porque veo que se ríen de él. Pobre, ahora me da pena. Actúo como si nada. Ya estamos llegando a nuestro destino. Todo es increíble cuando bajamos del bus. Actúo de forma natural –o lo intento- y voy con el grupo de Izan. Ahora nos miran. ¡Chicos!, a veces no los soporto. Miro a Cata que también se ríe mientras nos observa. Qué cabrona, le digo con los labios pero sin voz.

Florencia me impresiona desde el primer minuto. Primero porque no huele a contaminación, detalle que se agradece, pero al caminar un rato me voy dando cuenta de que sus calles y sus casas son antiguas, aquí no parece que haya mucha mezcla entre lo viejo y lo nuevo. Vemos muchos David de Migue Ángel, por todas partes. Son copias, claro y hay muchas más esculturas. Las sacan a las calles durante el día, desde los talleres. Casi todos están a la venta. Vemos la fachada de la película Hannibal. También vemos el David real. Disfruto mucho con las escaleras –mola hasta subirlas-, parece un detalle estúpido, pero hay unas que me gustan especialmente. Son antiguas y bastante anchas. En realidad me he enamorado de esta ciudad. Pero es en la que menos tiempo pasamos. No hemos dejado ni las maletas todavía. Vamos a pasar una noche allí, pero vamos a ir a Pisa y Verona. Lo último va a ser Venecia.

Nos dejan solos para comer y como no nos apetece pensar mucho buscamos un McDonald's. No vemos ninguno y preguntamos a un señor. Nos mira, como si fuésemos tontos y nos dice que miremos atrás...nos reímos, no lo habíamos visto. Le damos las gracias al señor y nos metemos. Mientras unos piden la comida, otros aprovechan para ir al baño y nosotros para coger mesas y juntarlas. Paula ha ido al baño. De pronto aparece Izan, rojo como un tomate y nos empieza a contar que ha abierto la puerta de un baño y estaba Paula haciendo pis. Nos lo quedamos mirando y entonces aparece Paula, que dice que es que los baños en Italia son unisex. Lo dice riendo. Pobre Izan, dos en el mismo día. No sé si puede hacer más el ridículo hoy. Entonces, para sorpresa de todos, nos dice que ya que estamos en confianza y que nos hemos visto hacer hasta pis, que si nos puede hacer una pregunta personal. Nos miramos, le decimos que claro, y esperamos a que continúe con expectación, porque parece algo importante lo que tiene que preguntar. Vale; allá va, se pone más rojo todavía y nos pregunta que si hemos ido ya al baño, pero no a hacer pis, sino «aguas mayores». Nos miramos, nos ponemos todos rojos y empezamos a confesar que llevamos tres días sin ir. En ese momento se nos quitan los complejos y poco a poco, algunos en el mismo restaurante, empiezan a ir. Nosotras esperamos tener ganas en el hotel. La verdad es que no lo habíamos ni pensado, con los nervios, pero ahora que lo hemos hablado, estaría bien. No me duele la barriga, pero sí estoy un poco hinchada.

Cambiamos de tema y nos tiramos un par de horas en el McDonald's. Llega la hora de irnos, tenemos que volver al bus para ir al hotel. Se nota que estamos todos mucho más unidos, tanto los de primero como los de segundo porque nos vamos mezclando sin miedo y sin problemas. Aunque sigue habiendo unos grupos diferenciados. Me reencuentro con Cata y le cuento lo del baño. La tía no puede dejar de reírse de nosotros. Somos un caso. En el bus estamos un poco desparejados, hablando todos con todos. Tenemos ganas de llegar al hotel. Estamos cansados y algunas queremos descubrir si nos podremos duchar.

Algo raro pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora