Capítulo 52

1 1 0
                                    


9

Mientras tanto, en clase, todos siguen de cerca mis aventuras amorosas. Les cuento que Hugo está buenísimo, pero que es un poco «acosador», un pelín plasta. Me dice a todas horas cosas bonitas. Tiene la obsesión por decirme que parezco una mandarina dulce (le encantan las mandarinas). Que me cuenta historias románticas que ha tenido con otras chicas, como una vez, que se coló en un colegio privado para ver a una chavala de la que estaba enamorado y creo que esto es parte del problema de Hugo, que es muy enamoradizo y todo lo convierte en algo de película romántica. Comienzo a entender por qué fuimos a ver Amor Ciego, por ejemplo.

Talía está muy rara. Le pregunto qué le pasa y apenas sí tiene una respuesta. Me dice que pasamos de ella y yo le digo que eso no es verdad, que lo que pasa es que ahora estamos juntos Hugo y yo y que Leo y Maca parecen gustarse. Pero ella sigue empeñada en que no es justo, que ella nos presentase y que ahora le demos de lado.

Lo que no le quiero contar a Talía es que no les cae bien a ninguno de los dos, ni a Hugo ni a Leo, por eso no quieren que la invite más a venir. No les importa ver a Mónica o a cualquiera de nuestras amigas, pero Talía, por una razón que no me dicen, no les gusta.

Cambiamos de tema y empezamos a hablar de actores famosos, de los emails y entonces les confieso a Talía y a Mónica cuál mi contraseña. Me parece una tontería decírselo a ellas porque son mis amigas y no tengo nada que ocultar. Hay una foto en una de mis carpetas justo de ese actor.

El profesor de historia se cansa de que no paremos de hablar y nos separa a las tres. Nos hace cambiarnos de sitio y de compañeros. No importa, como me aburro escribo una carta.

En esos días, Hugo no deja de enviarme mensajes al móvil, correos y se conecta en cuanto puede al Messenger. Cuando estamos en el ordenador también hablo bastante con Leo y con mis amigas, claro. A Maca también se lo digo. Ella está muy enganchada a Leo y han quedado más de una tarde. Está loquita por él. También sigue viéndose con Enrique, lo que me impacta. Nunca hubiera pensado que Maca fuera tan descarada. Juega a dos bandas. Creo que le sigue gustando más Enrique y que le pone a prueba con Leo. Pero se está enamorando también de Leo. Somos un caos, mi amiga y yo, todo hay que reconocerlo.

A todo esto, Juan sigue rondando y parece que sospecha que me veo con un chico. Me pregunta un día y le digo que bueno, que hemos conocido a dos chicos muy simpáticos y nos vemos algunos fines de semana. Que de todas maneras a él no debería importarle, porque, le recuerdo, «no estamos juntos. No te estoy engañando, cosa que tú sí has hecho en muchas ocasiones».

No le doy importancia porque pienso que es una simple rabieta y además seguro que ha sido cosa de Andrés, que sigue yendo con ellos. Por otro lado y sin que yo pidiera esa información, ha llegado a mis oídos que los juanes ahora van mucho a otra discoteca y que los han visto con nuevas chicas. Ya no salen con Enrique. Supongo que su grupo, como el mío, se disgrega poco a poco. Es normal, todos estamos cambiando, evolucionando.

Me suena el móvil. Es una carga de cinco euros. Un mensaje. Tres para ti, dos para mí. Es Hugo. Se queja todo el rato de que no le envío suficientes mensajes. El problema es que no se los voy a enviar aunque me cargue el móvil. Me da la sensación de manipulación por su parte y eso no me agrada.

Me suena el móvil otra vez, pero no es Hugo, es Leo. Qué descarado, pienso. Tiene otra forma de ligar, muy diferente a la de Hugo. Leo es un cazador menos directo. Tantea a varias víctimas. Ahora empiezo a ver claro parte de esa oscuridad. No me parece bien que quede con Maca y diga por ahí que le encanta pero luego me envíe mensajes dejando a entender que le apetece conocerme mejor y que si podemos quedar nosotros dos solos sin su amigo.

Por supuesto le respondo que no y además, añado, me parece lo peor que vayas por detrás del que dices que es tu mejor amigo. Es feísimo todo el asunto.

Maca no se cree que Leo me esté cortejando a mí también, por lo que le enseño los mensajes. Se cabrea bastante. Yo por mi parte hoy voy a ir a un centro comercial que hay al lado de casa de Hugo y luego me ha invitado a su casa, para enseñarme cómo toca la guitarra eléctrica y cantarme una canción. Porque él, habitualmente, se dedica a competir en Rap. He escuchado varias de sus canciones. Incluso me está componiendo una. Tiene letras bonitas. Han formado un grupo y están teniendo un éxito relativo. Aparte está estudiando una ingeniería informática, que no deja de sacar a relucir en cuanto tiene ocasión. El chico, lo que es tonto, no lo es.

Leo estudia la licenciatura de Economía y Administración de Empresas. Lo han obligado sus padres porque tienen mucho dinero y varias empresas y quieren que su hijo continúe su legado. Lo que pasa es que a Leo le interesan más las artes. Le gusta escribir, algo que me confiesa en uno de esos paseos que nos damos los cuatro. Quiere escribir una novela y ya la ha empezado. Dice que Maca y yo le estamos inspirando, pero no nos da más pistas. También le gusta dibujar. Lo hacen ambos, en realidad, y se les da muy bien. Hacen viñetas, estilo cómic. He visto algunas y parecen buenas.

Esa tarde, Hugo y yo quedamos para dar esa vuelta por el centro comercial. Se nos hace la hora de cenar y comemos algo en un restaurante italiano. Lo elige él, como siempre, seguramente creyendo que es algo muy romántico. Hablamos, pero reconozco que su conversación me parece pobre comparada con la de Leo.

Cuando terminamos de cenar nos vamos, andando, a su casa. Vive en chalet. Me habla de su hermana pequeña, que es muy guapa y ya empieza a ligar y de su madre, a la que adora. Sus padres están divorciados y odia a su padre. No se habla en absoluto con él. Hoy está solo, pero me dice que tranquila, que no va a intentar nada. Le pregunto que por qué y me dice que prefiere esperar el momento perfecto. Esto me choca, porque otra cosa no, pero el chico es muy excitante. Cada vez que me besa sube su rodilla por entre mis piernas, llegando a los muslos para apoyarla en mi sexo. Siempre me empotra contra alguna pared de algún portal. Sabe lo que me excita.

Llegamos a la puerta de su casa y le digo que al lado vive una de mis amigas de toda la vida. Él la conoce. Se acuerda de que tenía un perro al que luego vendió o regaló. Es verdad, le digo, a mi amiga siempre le han dado un poco de miedo los perros y no estaban muy convencidos en su casa de tenerlo. Le cuento que yo le salvé la vida una vez en mi pueblo, que se tiró, junto con mi perro, en una zona en la que había algo parecido al alquitrán. Los perros no podían salir y tuve que ir yo a por ellos. Se ríe con la anécdota y me abre la puerta. Me enseña la casa, que es igual que la de mi amiga.

Me ofrece algo para beber y elijo un vaso de agua. Nos vamos a la zona de arriba que es dónde tiene su habitación y la guitarra. Me pregunta qué me gustaría escuchar y yo, pensando que no va a ser capaz, que no se sabrá la canción o que no es su estilo, le pido una de Bryan Adams.

Él sonríe, y pone cara de pícaro. Coge la guitarra, la enchufa y comienza a tocar los primeros acordes de la famosa Have You Ever Really Loved a Woman? Que todos conocemos y que fue la banda sonora de Don Juan de Marco, con un Johnny Depp espectacular. Yo me quedo sin hablar, porque en ese momento es una de mis canciones favoritas. La escucho cada dos por tres en mi casa, cuando enciendo la minicadena que tengo en la habitación.

Hugo tiene una voz muy bonita y me demuestra que es capaz de tocar buena música y no solo de cantar Rap –que está muy bien, pero no es mi estilo-.

Al rato nos estamos besando. Me llama gatita porque llevo un jersey de angora azul que pierde pelo. Además me he puesto una de mis faldas favoritas. Es vaquera, llega hasta las rodillas, se ajusta perfectamente a mi cuerpo y tiene una abertura en la parte derecha. Además llevo puestas mis botas altas de piel. Vamos impolutos los dos. La verdad es que hacemos muy buena pareja.

Se empieza a hacer tarde y su hermana está a punto de llegar. Salimos y me acompaña un tramo hasta mi casa. No le gusta que tenga que cruzar el parque en esa oscuridad y quiere acompañarme todo el camino. Pero me niego. Me gusta ir sola y todavía no estoy preparada para que sepa dónde vivo.

Hoy me ha sorprendido y me ha agradado bastante su comportamiento. Pero a ratos parece algo controlador y el instinto me dice que no vaya rápido.

Subo sola, pensando en la tarde que hemos pasado.

Cuando llego a casa me doy una ducha, me quito el maquillaje a medias y me voy a la cama. 

Algo raro pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora