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Me reencuentro con parte de mis compañeros en los exámenes de septiembre. Parecemos todos muy relajados. Las pruebas que nos ponen son sencillas, lo sé porque no he estudiado mucho en verano. Por las noches me he estado quedando leyendo: Stephen King, libros de historia de Mary Renault o de Mika Waltari –entre otros muchos- y durante el día, la piscina y paseos y holgazanear por las tardes con mis amigas. Soy de dormir poco y levantarme muy temprano. A las 8.00 ya estoy frente a la televisión viendo reposiciones de series de los 80 o disfrutando de Los vigilantes de la playa, Sea Quest o Melrose Place. Desayuno y hago deberes o estudio un poquito, pero menos de un par de horas.
Cuando veo a Martina nos ponemos al día. Hablamos de series, de películas nuevas o de si hemos conocido chicos. De libros nunca hablo con nadie de clase, apenas lo hago con mis amigas que por lo general y tristemente, leen bastante poco o algunas nada. Eso que se pierden. Muchos universos alternativos escapan de su mente.
Ahora está muy de moda discutir sobre Matrix. Sobre quién es finalmente El elegido, si es Neo o Trinity. Vuelve a llevarse el cuero auténtico en abrigos largos gracias a la película. Yo tengo pensado comprarme uno esta temporada en el Corte Inglés. Mi cazadora de Italia está rota y gastada porque era básicamente de plástico. Pero sigue siendo mi favorita y todavía no la voy a tirar.
Veo a Carlos. Nos saludamos con dos besos cariñosos. Me da la tabarra con Matrix. Está obsesionado del todo. Dice que tengo que ver la siguiente, pero me aburre un poco. Me fascinó la primera parte, pero luego se me ha terminado el interés. No suelo ser de trilogías en nada. Ni en películas ni en libros. Suelo rayarme y cansarme, aunque estoy en una época en la que soy incapaz de dejar nada a medias. Me gusta terminar lo que empiezo y a veces me trago novelas o filmes que son un rolllazo absoluto. Tengo que aprender a dejarlo y a empezar cosas nuevas, para descubrir lo que me gusta de verdad.
No me hace gracia que nos vuelva a dar clase la misma profesora de inglés. Es una señora estiradísima. Este año voy a apuntarme a latín con una compañera. En principio solo vamos a ser las dos. También hemos escogido literatura universal como optativa –bueno, siempre en el caso de que apruebe y no me toque repetir, algo que dudo-.
Días después me llega la noticia de que he aprobado. Perfecto. Me dirijo para asegurarme las asignaturas y los compañeros que las van a dar conmigo. Literatura universal parece bastante exótica, me pregunto qué leeremos. Cuando me pasan el programa veo que entre los libros está Madame Bobary. Tiene buena pinta. No lo he leído. Hay más en la lista, pero no está claro que nos vaya a dar tiempo a leerlo todo. Veo que está Ana Karenina. Ese parece más muchas más apasionante. Tampoco lo he leído. No he leído a los rusos, de momento.
Cuando llego a casa busco ambas novelas. Solo tenemos la de Flaubert. La cojo y me la dejo al lado de la cama para empezarla cuanto antes. Ojalá me dé tiempo a leer las dos, aunque no lo hagamos oficialmente en literatura.
Latín parece bastante complicado pero nos ha asegurado el profesor que no nos va a exigir demasiado por ser nuestro último año y además ser complicado. Pero al menos tenemos que tener unas nociones básicas. Mi otra compañera se ha apuntado también a griego. Yo no me he atrevido a tanto. Nunca se me ha dado bien el inglés y sinceramente, me da miedo estropear el último curso con no solo un idioma, sino tres. Demasiado peligroso y demasiado osado por mi parte. Por lo que lo dejo estar.
Siempre he tenido la sensación de que nos ponían pocas optativas realmente interesantes. Recuerdo que en cuarto de la ESO se impartió Introducción a la psicología, pero no la cogí porque la daba nuestro estúpido orientador, que según sus patéticas pruebas, la mayor parte de mis compañeros eran idiotas y solo podíamos dedicarnos a la peluquería o a algo de ese estilo. Dos años escogí Teatro y me dio rabia no pillar nunca la asignatura de fotografía, que se había ido al garete dos años antes. Teníamos hasta una pequeña sala de revelado.
Acepto lo poco que nos dan a elegir. Somos un instituto pequeño. Algunas compañeras y yo queríamos hacer un pequeño programa de radio para el instituto o escribir en un pequeño periódico solo para alumnos y profesores, pero no ha salido adelante. Tampoco nuestra gran idea de ser animadoras, a lo que se han negado todos, tutores y padres, por ser un deporte peligroso y no tener a nadie que lo pudiese impartir.
Recuerdo también con añoranza el año que nos intentaron apuntar a esgrima y nadie pareció interesado. Igual no era el momento adecuado, pero ahora me apetece.
Dejo de pensar en las musarañas y con todo lo necesario para pedir los libros y para ir preparando el nuevo curso me vuelvo a casa.
Al día siguiente me reencuentro oficialmente con todos. Hay abrazos, risas, gritos, saltos, las chicas tenemos la costumbre de irnos a cotillear al baño. Nos miramos al espejo, nos peinamos y nos quedamos embobadas frente a los espejos. Somos las mayores. Las reinas del instituto.
Nos entra la risa al pensar en cuando llegamos en primero de la ESO. Cuando teníamos entre once y doce años y todo nos llamaba poderosamente la atención. Los de último curso nos parecía el no va más. Además había chicos y chicas muy guapos. Nos llegan imágenes a la cabeza, como cuando la chica más popular recibió un gran ramo de rosas rojas de parte de su novio –extremadamente guapo- y lo hizo en un recreo, en público y nosotras estábamos ahí, de testigo, con la mandíbula desencajada y con envidia y fascinación a partes iguales.
Es increíble que ahora seamos nosotras esas chicas. Me pregunto qué pensaran los pequeños de nosotras. Espero que nos admiren, como hacíamos nosotras antaño. Qué buenos tiempos y qué rápido han pasado.
Llaman a la puerta del servicio y es el jefe de estudios. Siempre con esa cara de irritación y rojo por la ira, pero en el fondo es de los seres más querido por mí. Me ha tratado en todo momento con cariño y respeto y cuando se da cuenta de que una de las que está perdiendo el tiempo soy yo se le bajan los humos y nos dice, todo serio, que a clase ya. Que nos pasamos las horas hablando y es momento de estudiar.
Es verdad. Hago un pis, porque estoy nerviosa y siempre me pasa, y me dirijo hacia mi clase, a mi sitio en la segunda fila para todo el año. A mí lado se sienta Talía. Detrás están Mónica y Martina. Probablemente rotemos un poco de vez en cuando, en alguna clase aburrida. Ahora me siento y dejo vagar mi imaginación mientras miro sonriente por la ventana. Me gusta abrirla un poco y que me dé el aire y el sol en la cara. Pero en algún momento me despierta el profesor de turno de mi ensueño para que me centre.
La clase de literatura universal mola mucho. La profesora nos permite sentarnos sobre las mesas. Leemos en alto un poco de Madame Bobary. La verdad es que no le estoy encontrando ningún encanto a la novela del francés. Me está resultando muy pesada y con demasiadas descripciones. Además ella me parece una mujer sosa y un poco tonta. No hace nada en ningún capítulo. Me siento decepcionada y un poco engañada. Cuando nos pregunta qué pensamos me sale decirle la verdad. Es entonces cuando me recomienda compararla con Anna Karenina, por ejemplo. Cosa que tengo pensado hacer en cuanto tenga tiempo.
Filosofía es también de mis asignaturas favoritas. Presto atención porque la profesora da increíblemente bien las clases, sabe engancharnos con ejercicios prácticos en los que colaboramos toda la clase. Además va a ser una de las asignaturas de las que me examine en la Selectividad, por lo que me voy aprendiendo bien a los autores. Mis favoritos son Descartes, Platón e incluso Aristóteles, pero no entiendo a Kant. Me cuesta mucho comprender su pensamiento y espero que de las dos opciones que se nos da una sea de los que me resultan fáciles. Ya tendré tiempo de concentrarme en Kant en un momento de mi vida más relajado.
En lengua machacamos mucho el análisis de frases, que me encanta. La teoría me está pareciendo algo más aburrida. Tenemos que aprendernos muchos autores españoles y leerlos y siendo sincera, algunos me parecen aburridos. Ya nos tuvimos que leer La Busca, de Baroja; La Familia de Pascual Duarte, de Cela o Mi idolatrado Hijo Sisí, de Delibes y sin duda uno de mis autores favoritos. Casi todos me gustaron de alguna manera. Nunca nos han dejado escoger algo para leer y siempre he pensando en el gran error que eso supone para los alumnos que no leen nunca.
Recuerdo que un año nos preguntaron qué habíamos leído. Yo respondí que Los Pilares de la Tierra, de Ken Follet, que habla de la vida en la Edad Media y otro compañero saltó que Christine, de Stephen King, lo que me pareció genial porque yo ya lo había leído y creo que poder elegir de vez en cuando haría que los demás se enganchasen a alguna historia. Me parece tan triste que tantas personas se pierdan esa experiencia...
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Algo raro pasó
Novela JuvenilJulia emprende un camino espinoso de descubrimientos en los años 90; sus primeras experiencias en el amor, el sexo, los viajes con amigos, el acceso a las discotecas y al alcohol. De este modo, se da cuenta de que todo está por hacer, sumiéndose en...