Capítulo 20

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Casi no he dormido. Están pasando demasiadas cosas en pocas semanas. He llamado a Maca y le he contado todo lo que vi desde mi ventana. No está contenta. Yo tampoco. Juan viene ese día a verme y pienso que es para decirme que ha conocido a otra y que ya puedo irme yo también. Pero no. Aparece como si no pasase nada. No le digo que hoy tenemos pensado ir al bar al que van siempre Enrique y Ángel, aunque después de lo que vi anoche igual debería, no como venganza, sino como...puedes hacer lo que quieras, de verdad, vamos a dejar de hacernos daño. Pero no, él está a lo suyo. Lo sigo queriendo, eso lo tengo claro, porque al final son varios años de novios, de amigos, de risas, pero últimamente yo me vuelvo tarumba y él también. Somos tóxicos. Ambos. No sé en qué momento empezó esta farsa que tenemos montada. No sé si esto pasa habitualmente en las parejas. Si pudiera volver a atrás en el tiempo sé que cortaría por lo sano desde el momento en el que me falla y no se queda a pasar las noches conmigo. Pero ha pasado una vida desde ese punto y he sobrepasado la línea. Esa que divide a las personas más o menos cuerdas de las que ya no lo están.

Habla y habla. Se queda más tiempo del habitual. Luego tienen pensado venir a casa a beber. «A ver a tu madre, qué nos gusta hablar con ella y con Javier».

Javier está con mi madre. Es su pareja. Lo conoció unos meses después de morir papá. Mamá me preguntó un día si me parecía bien que viniese a casa. Yo respondí que claro, que lo que le hiciera feliz a ella me lo hacía a mí. A mi hermano no le hizo tanta gracia su presencia. Al menos al principio. Puede que se sintiera desplazado. A mí me gusta cuando viene Javier. Todo parece más fácil y más alegre. Me cae bien. Nos llevamos bien desde el primer día.

Sigo sin haber contado nada a mi madre o a mi hermano o incluso a Javier. Me refiero a lo que pasa entre Juan y yo. Le he dejado caer a mi madre que he conocido a un amigo de Enrique y que me apetece conocerlo mejor. No le he dado muchas más explicaciones. Solo por si le resultaba extraño vernos por casa alguna vez o verme con él en vez de con Juan. No hemos entrado en detalles. Que suban de fiesta me parece surrealista a estas alturas y resulta algo así como un método de presión por parte de Juan. Pero no quiero entrar en más discusiones.

Recuerdo muchas veces que estábamos los dos en mi casa. Hacía poco de la muerte de papá y Juan nunca estaba conmigo. Esa mañana, que era un día lectivo, tuvimos una gran discusión. Para él era mucha presión que yo quisiera que él estuviera conmigo tantas horas. Yo me volví loca y cogí un cuchillo. Me lo puse en el pecho y le amenacé con matarme si no se quedaba. Se asustó y lo único que logré es que se fuera antes. Yo me quedé llorando tirada en el suelo. No iba a clavarme un cuchillo, pero después de llorar durante horas decidí cortar con él. Cuento con que he cortado con Juan más de seis veces. Todas infructuosas, No le importa que yo esté loca o que me comporte como tal. No le importa verme tontear con otros. No le importa mi sufrimiento. Nunca me deja marchar del todo. Ese día lo tenía tan fácil –él, no yo-, a ver dicho, hasta luego, se terminó. Pero volvió horas después. Me pidió perdón. Me suplicó. ¿Para qué?

Así que cuando me habla de lo que va a hacer por la noche, ese deseo de venir a mi casa para luego quedar con otra...y me quedo así, muda. Es que me da igual, de verdad. Yo a lo mío.

Algo raro pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora