Capítulo 25

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Los días anteriores a la siguiente fiesta los paso tranquilamente, algunos días con Ángel, que parece más cercano. Me mima, me besa, me abraza, pero nada más. No hacemos planes ni siquiera para un pequeño paseo por el barrio. Estamos en una extraña burbuja y dentro, estamos todos, Juan incluido.

De momento todo parece en paz. Como hacen siempre, Enrique y los mayores, se encargan de las compras más grandes, como el alcohol o la carne. Maca y yo hacemos acopio de golosinas y de paciencia. Hablamos y llegamos a la conclusión de que seguro aparecerán tanto la rubia nueva, como las hermanas. Por supuesto y por descontado, va Juan.

Quedamos el sábado temprano. Llevamos sudaderas porque ya refresca bastante por las noches. Nosotras vamos en el coche de Enrique, con Ángel. Ellos van haciéndose bromas, algunas van sobre nosotras. Nos notan algo serias. Va a ser un día algo complicado, porque yo sé que Ángel no me va a negar en ningún momento, sin embargo, Maca, es la que no las tiene todas consigo.

Se me hace muy raro poder acercarme a Ángel, sabiendo que no me va a rechazar, cosa que con Juan no me pasaba. Siempre tenía miedo de una mala reacción. No porque fuera a pegarme, sino porque solo podía acercarme cuando a él le interesaba. Al principio, como ya he dicho, no era así, pero después de un año y medio, se convirtió en su comportamiento habitual. No quiero que a mi amiga le pase lo mismo y que sienta que solo puede acercarse a Enrique cuando a él le interesa. Nunca me había parado a analizar este hecho hasta que conocí a Ángel. Sigue siendo demasiado tímido, pero ahora mismo no me importa.

Cuando llegamos, el coche entra en un patio bastante amplio. Ya han llegado Juan, las hermanas, Andrés, sus amigos, solo falta la nueva, pero me doy cuenta que los chicos sacan deprisa todo lo del coche y Enrique se va. Miro a Maca. Estamos seguras de que va a buscar a la que falta.

Observo todo. El dueño, uno de los amigos de Juan, que es bastante simpático, nos enseña todo y nos pone los límites oportunos. A la derecha hay una piscina de verano, muy chula. A la izquierda veo una casa en un árbol y muy cerca un gran agujero que medirá de profundidad unos dos metros o algo más. Pregunto que si se puede estar en la casa del árbol. Responde que sí y que subamos a verla. Subimos las escaleras, que son nuevas y al entrar es todo un cuadrado perfecto y amplio. Cabemos todos sin problema. En el suelo hay colchonetas, cojines, alfombras. Parece cómodo para pasar un rato. Bajamos y nos enseña la casa. Es normal, no es como la mía, pero es bastante amplia. La cocina está bien y hay un salón y varias habitaciones. En una nos indica que dejemos los abrigos y les dice, especialmente para los chicos, que cuidado, nada de follar en ninguna de esas camas.

Nos quedamos solas en ese cuarto un rato. María y Victoria apenas nos dirigen la palabra. A Victoria no le cuadra lo que ella cree que tiene con Juan y lo que cree que tiene conmigo, estoy segura. Por lo demás, podría ser más agradable que su hermana, pero esta parece odiarla a muerte. Le habla con desprecio y tengo la sensación de que le molesta su presencia con el grupo, aunque no sé el porqué. Al final van un poco en solitario y Juan se acerca a Victoria. Pero él también está frío con ella. Aun así está respetando las distancias conmigo y en ningún momento le veo ponerse de mal rollo con Ángel.

Vuelve a aparecer Enrique, y efectivamente, está la nueva. Ella le mira suplicante, con sus enormes ojos. María, con su complacencia, parece no inmutarse ante la escena. Maca se lleva el dedo a la comisura de los labios. Decidimos subir a la casa del árbol y así estar tranquilas. Solo nos avisan cuando la comida ya va a estar lista. Viene Ángel, que me coge de las manos y me ayuda a levantarme. Luego ayuda a Maca, aunque con menos cariño, pero al menos no pasa de ella. Ángel me va susurrando tonterías mientras me sujeta para bajar. Es una excusa para tocarme, no me hace falta la ayuda. Maca sonríe, le gusta vernos así. Nos unimos a todos. Nosotras no comemos mucho. Hay demasiada gente, es increíble que no hayamos aprendido la lección unas fiestas antes. Como es tarde, después de comer nos metemos en el cuarto donde está la ropa. Detrás de nosotras vienen Ángel y Enrique. Cada uno nos lleva a una habitación. No sé lo que pasa entre Enrique y Maca. Nosotros nos tiramos en la cama y nos dormimos abrazados. Así, sin más.

Solo es un ratito. Luego salimos. Maca ya está fuera, en el patio. Me siento mal porque no sé el rato que lleva sola. Me acerco y le cuento. Luego nos ponemos unas copas. Hoy Maca quiere beber. Me explica que Enrique ha cortado lo que tenía con la nueva y que ahora es el hermano de Ángel el que la está consolando. Alucino un poco, pero nada. ¿Y con María, qué? A ella la veo siempre más presente. No fuerza ninguna situación. Es lista.

Vemos a Victoria sola. Nos acercamos y cruzamos unas frases. Nos ha dado pena. Nos cuenta que Juan no quiere estar con ella. La miro, y le digo que tenga paciencia, que igual hoy tiene el día torcido. Me pregunta por Ángel y le respondo que no somos novios ni nada oficial, que solo nos gustar estar juntos y no nos forzamos a hacer nada. Vamos a nuestro ritmo.

Nos ponemos otra copa, ahora con Victoria. A María no parece sentarle bien que estemos hablando con ella, pero es que es más agradable que su hermana, evidentemente. Se nos va subiendo el alcohol a la cabeza. Todos flipan cuando nos ven hablando a las tres. Victoria nos está contando que hace la carrera de Integración Social, que le gustaría trabajar, sobre todo, con niños con problemas, como el autismo. La conversación es interesante. No parecía mucho mayor que nosotras, pero está casi terminando los estudios y dentro de poco, nos dice, va a empezar las prácticas.

Ángel me pide que subamos un rato a la cabaña, podemos ir todas. Comienza a refrescar por lo que primero vamos a por las sudaderas. Luego nos sentamos. Primero nosotros solos, luego empiezan a subir todos. Al final hace calor. Se me está subiendo el alcohol de una manera impresionante. Estoy bebiendo Vodka y casi voy por más de la mitad de la botella. Mi cabeza se va cayendo hacia el hombro de Ángel. Me levanto como puedo, quiero bajar y tomar el aire. Maca viene detrás, casi a rastras, porque también se ha pasado tres pueblos. No me doy cuenta que llevo la botella de Vodka conmigo.

Bajamos. Seguimos vivas. Estoy caminando y de pronto mis pies pierden suelo. «Mierda, el hoyo». Vaya trompazo. De repente me doy la vuelta y allí está, a mi lado. «Coño, Maca». «Tía, ¿no ves que me he caído?», «nena, no se ve nada y donde vas tú voy yo», me dice. Empiezo a reírme a carcajadas Como está todo cubierto de tierra no nos hemos hecho daño. Solo nos hemos llevado el susto. Maca no se ríe en absoluto. Yo le sigo insistiendo en que es boba, que no se ha dado cuenta de que desaparecía y ya no puedo seguir porque veo que no podemos salir y pienso que nos van a enterrar vivas y estoy tan borracha que me río más. Maca se está enfadando y empieza a llamar a alguien para que nos ayude a salir. Yo sigo soltando bobadas que se me ocurren. Imagino escenas de películas que he visto. Alguien se asoma al hoyo. Es Ángel, que nos mira sorprendido. «¿Qué estáis haciendo ahí abajo? No me digáis que os habéis caído las dos»,« jajajajajajajaja», se me oye, Pero ni Ángel ni Maca se ríen conmigo. Primero saca a Maca, porque es la que está colaborando. Le miro y le reto a que baje conmigo. Me dice que a ver quién nos iba a sacar después en mitad de esa oscuridad. Lo noto enfadado. Al final salgo, ayudada por él. Entonces ve que tengo la botella de Vodka en la mano e intenta quitarme. Tiramos cada uno hacia un lado. Él tiene más fuerza, por lo que logra cogerla. Le pregunto que por qué ha tardado en escucharnos y me dice que ha estado hablando con Juan, que tenía una conversación pendiente con él porque no quería meterse en su terreno. Yo le miro, pensando que no soy de ninguno, pero vale, si eso le hace sentir mejor consigo mismo, me parece bien. Han hecho una especie de pacto que me resume así: «que se la lleve el que ella elija y que gane el mejor». «Desde luego no soy vuestra competición», «ya lo sé, pero al menos nos deja vía libre». Yo lo dudo bastante. Ahora entiendo por qué lo ha dejado con Victoria. Ha decidido volver a la carga. Me siento agotada y me quiero ir a casa. Enrique nos ve fatal, pero especialmente a mí. Decidimos que ya es hora de marcharnos. Por el espejo retrovisor Enrique me nota muy borracha y dice que así, en esas condiciones, no me puede ver mi madre. Cuando llegamos a casa nos quedamos un rato sentados en la parcela, sin la molestia del resto. Me pregunto cómo estará el hermano de Ángel con esa chica.

Pasado un rato, Ángel me acompaña a casa y Enrique acompaña a Maca. Por la ventana, veo, mientras me cambio, cómo vuelve Enrique. Hoy no queda con otras. No se ve con María. Maca no me ha contado nada de lo que han hablado excepto lo de esta chica. Luego van llegando los coches del resto. Ya no me interesa lo que veo y me voy a dormir.

Algo raro pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora