Capítulo 10

4 2 0
                                    


10

Es por la noche, casi la hora de cenar. Juan ha estado viendo un partido. Era una prioridad. Mucho más importante que venir a hacerme una visita. El trato es humillante e incomprensible. Si no me quiere, si no le apetece estar conmigo, ¿por qué insiste cada vez que lo dejo yo? No puedo alcanzar a comprender por qué su mente actúa de esa manera. Por qué se empeña en retenerme. Aunque tampoco yo soy capaz de terminar nunca del todo.

Cuando sube a casa le pregunto qué ha estado haciendo, la razón de no llamarme y avisarme de una hora aproximada de llegada, como mínimo, porque yo le he estado esperando horas y es injusto. En realidad podría haber aprendido a hacer mi voluntad. Apagar el móvil, no abrirle cuando llama al timbre e ignorarle, como hace él. Pero soy incapaz. Nunca he tenido que utilizar este tipo de técnicas. Nunca se me ha ocurrido hacerle eso a nadie. Si quedo a una hora y no puedo llegar a tiempo, llamo o intento avisar o al menos me disculpo, porque el móvil no lo llevamos siempre y no lo usamos demasiado. No se me ocurre tratar así a nadie. De hecho, más de un día, hemos optado por coger el bus sin Cata porque cuando le decimos la hora de quedada, nunca aparece, siempre llega media o una hora tarde. La primera vez que se lo hicimos se enfadó muchísimo. Después aceptó que teníamos razón. Alguna vez hasta le decíamos una hora falsa, si quedábamos a las 17:00, le decíamos a las 16:00, y aún así, llegaba tarde. Se lo hacíamos a ella que pedía disculpas, aunque lo volvía a repetir día tras día. No puedo comprender por qué no lo hago con Juan. Me siento doblegada. Frustrada. Perdida.

No se disculpa. Solo utiliza una de sus frases favoritas: «cuando llegue llegué» o «no te tengo que decir a todas horas dónde o con quién voy» y entonces dudo, porque en parte puede que tenga razón. Puede que sea culpa mía. Pero luego desarrollo esa idea y creo que si es mi pareja tiene que haber un mínimo de consideración por su parte. Un simple: «ya he llegado a la ciudad, pero voy a ir a ver un partido». No sé si era así o se fue convirtiendo en ese monstruo de la manipulación con el tiempo, porque antes de morir mi padre no hacia esas cosas. Entiendo que ha habido un cambio en mí que le ha podido afectar, pero para eso estar la opción de alejarnos, de curarnos.

Le digo que vale, que muy bien, que como le dije hace un par de meses, tiene vía libre. Que me deje en paz, que quiero romper. Que me apetece quedar con Enrique y con Ángel. Me mira como siempre que pasa eso, como si fuera un ser extraño. «Que ya veremos». No sé él qué tenemos que ver. Me reta, como si yo fuera incapaz de sobrevivir sin él. Es decir, no piensa soltar su presa. Casi hasta intenta quedarse a cenar. Parece un juego, un tira y afloja, pero yo no quiero aflojar. Se marcha medio enfadado.

La realidad es que la equivocada soy yo. Siempre, desde que empezamos la relación, me ha estado manipulando, con la diferencia de que no me enteraba. No lo hacía porque siempre hemos ido muy a nuestra bola. Salíamos y salimos por separado. Nos encontramos en la discoteca. Nos vemos entre semana para cenar. Pero desde que murió papá han empezado a venir a casa los sábados. Hacen compañía a mamá –le gusta que haya ruido en casa- y al principio a mí no me molestaban. Daba la sensación de que quería estar más tiempo conmigo. Luego me he ido dando cuenta de que solo lo hacía por interés. Tenían un sitio donde estar antes de salir gastando mucho menos dinero. A mi hermano le traen por el camino de la amargura y nunca está en casa. No sé si está fuera por ellos o ya antes salía más. Tengo lagunas desde que ocurrió lo de mi padre. A veces no sé dónde empieza algo y dónde termina, pero es que tampoco me importa. Por eso todo ha ido a peor. Es una amalgama de situaciones que ni yo puedo descifrar. He dejado que pasara. No obstante no creo que pueda cambiar mucho, mi personalidad no es la de ir faltando al respeto o estropearle la vida a los demás, al menos de manera consciente.

Me libero, al menos durante esa noche, porque he vuelto a enfrentarme a Juan. No le he dicho que me gusta Ángel. Es verdad. No por miedo, sino por respeto hacia los dos. Si suelto eso parece una venganza y no lo es. No lo considero así. Simplemente es la vida, que pasa, evoluciona, nos cambia, nos hace ver a las personas de otra manera, en definitiva, no lo he buscado y ha sido una especie de sino.

Algo raro pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora