Capítulo24

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24

La semana trascurre así. Lenta, sin planes. Enrique viene a verme más de una tarde. Todavía no se habla con Juan. Su madre sospecha que algo ha pasado, pero ninguno suelta prenda. La mía tampoco sabe nada. Mi hermano igual. Poco a poco se me va curando la cara y voy recuperando la energía.

Cuando pasan quince días decido que ha llegado el momento de hablar con Juan. Lleva unos días intentándolo y siempre le cuelgo o paso de cogerle el teléfono. Pero entiendo que necesita explicarse y pedir perdón.

Cuando nos vemos me dice lo típico: que no sabe qué le dio, que se sintió traicionado, que le entraron los celos. Yo estoy flipando, y cuando termina, se disculpa, sabe que eso está mal, que no se pega –como si fuera una lección que le han tenido que explicar ahora-, parece un loro de repetición. Le digo que yo me he sentido traicionada por él muchas veces y nunca le he puesto la mano encima. Es verdad que gritamos mucho, pero nunca hemos llegado a ese límite. Creo que tenemos que separarnos del todo, que es la mejor opción para que las cosas no vuelvan a írsenos de las manos. Él no quiere esto, pero me deja en paz. Dice que me quiere y que si estoy bien con Ángel, pues que le parece bien –cómo si necesitase su permiso, le suelto-. -Bueno, no quería decirlo así-, explica. Al final se marcha y todo parece solucionado.

En todo este tiempo de caos, Maca y Enrique han quedado algún día en la cafetería para hablar. Yo he visto, por mi ventana, cómo quedaba con María, la subía a su casa y puedo imaginar el resto. Sospecho, incluso, que sus padres ya la conocen, aunque no me imagino diciéndoles que es su novia, o algo así. La habrá presentado como a una amiga del trabajo. Tampoco se me ha escapado que muchos días lleva a su hermana. Es evidente que queda con Juan. Mínimo se entretienen juntos, porque si no, nada tiene sentido.

Se lo cuento a mi amiga, que pone morritos de enfadada y se lleva el dedo a la comisura de los labios para expresar contradicción.

Yo estoy preparada para salir ese fin de semana. Decidimos quedar en un bar, aunque vayamos a coincidir todos al final. Cuando llegamos, me sorprende ver a Juan hablando con una chica guapísima. Rubia, ojos grandes y del color de las almendras, boca sugerente y tipazo, para que engañarnos. Detrás de mí entra Maca, y también la ve. Yo hago un gesto de negación con la cabeza. Enrique y Ángel nos ven y no tardan ni un segundo en venir a saludarnos. Están también Juan y sus amigos y creo que pronto va a aparecer María con su hermana. Era de esperar. Pero Juan solo me saluda, no se acerca a hablar, por lo que puedo estar con cierta libertad con Ángel. Sin embargo Maca está en un momento feo, como en el camping, pero peor, porque ahora estamos en nuestra ciudad y ellas es seguro que van a permanecer. No se van a marchar en unos días como las holandesas.

Finalmente no estamos mucho rato. Andrés está forzando, cómo siempre. Se ha acercado a mí, para hablarme de Juan. Le digo que pase, que haga como si yo no existiese. Luego hace comentarios a Maca sobre los rollos de Enrique. Es una persona de lo más desagradable.

Observo a la chica nueva, levanta la barbilla, orgullosa de sentirse observada por todos. Hace gestos para llamar la atención de todos los chicos, pero especialmente de Enrique, que en cierta manera parece inmune a sus evidentes encantos. Se sienta erguida en la silla alta del bar. Cruza las piernas de manera sensual. Lleva un pantalón de vestir negro y una camiseta con escote infinito también en negro. El mejor amigo de Juan está impresionado totalmente por su belleza etérea. El caso es que apenas abre la boca. No sé si porque no tiene nada que decir, porque es un truco aprendido o porque no le interesa decir nada. Veo como todos intentan mantener una conversación con ella, pero todos sus esfuerzos son infructuosos.

Nosotras ya nos marchamos. No puedo con la situación. No obstante nos comentan la idea de una fiesta en el pueblo de uno de ellos. Nos miramos, para mí es una oportunidad de estar en otro entorno con Ángel, pero no lo digo en alto porque la que tiene que pensarlo ahora es Maca.

Nos despedimos de mala gana. Nos marchamos solas. Vamos a subir andando y mientras analizamos la situación.

Nada pinta bien. No hay manera de mover a Ángel de los brazos de su amigo. Juan siempre está en medio con sus colegas. Andrés es insoportablemente idiota y Enrique...está desatado, descontrolado con las mujeres. Le cuento todo lo que he estado viendo en los días pasados. La extrañeza de ver ahora a la rubia etérea. Y la seguridad de que en un rato, seguro que aparecen las hermanas.

Parece todo tan forzado. Es imposible e improbable que esto acabe bien, le digo en alto a Maca. No puede ser que haya tres tías para un solo chico. No es normal. Ella me dice que cuando habla con él a solas es otra persona. Le respondo que no quiero decir que Enrique sea malo, sino que está a muchas bandas y que ella tiene la palabra y es la que va a decidir si vamos a más fiestas y nos arriesgamos a que todo se desmorone, o no ir y que espabilen.

Decide, rápidamente, que quiere ir. Tenemos dieciséis y ella diecisiete años. Somos unas crías, pero al mismo tiempo, me viene a la mente que es la primera vez que veo a Maca en ese estado de desesperación por alguien.

La he conocido nerviosa, porque en clase era así. Se sujetaba las manos porque le temblaban. Miraba al suelo, constantemente, para que no la eligiesen para salir, necesita, como yo, ir al baño cada hora, simplemente por la ansiedad que tiene. Pero esto...es desesperante. Aun así acepto. Si tenemos que hacer una fiesta, pues se hace.

Lo que sí le dejo claro es que Enrique, no ha estado tan pendiente de la nueva como podría esperar. Me da que es sosa, sin más. Muy guapa y todo eso, pero aburrida. Poca chicha y poca conversación. En eso ambas estamos de acuerdo.

Llegamos al barrio y llamamos a Marian. Nos dice que están todavía en el bar de siempre por lo que nos acercamos. Nos sentamos a la mesa con ellas y pedimos un Nestea y una Coca Cola. Les hablamos de lo que nos ha pasado. Las invitamos a que vengan a la fiesta –porfi, porfi- pero se niegan. Según ellas toda la historia no tiene sentido, es un cenagal y nos vamos a hundir las dos. No les caen mal ni Enrique ni Ángel, especialmente este último, pero tampoco los ven muy convencidos de lo que quieren. No les está gustando nada este jueguecito que se traen entre todos. Y sobre mí, opinan que todavía no hemos ni ido al cine los dos solos. Aunque no hagamos nada, aunque sea como amigos o como dos personas que quieren conocerse. Nada de eso ha ocurrido todavía y ya llevamos con esta historia un par de meses. Las miro y me doy cuenta de que tienen toda la razón. Probablemente una fiesta no solucione nuestros problemas. Pero Maca está convencida de ir. Todavía es septiembre y hace muy buen tiempo y le apetece y punto, porque ella ha tenido algo con Enrique que no nos cuenta. Sé que siempre nos oculta parte de la historia y por eso no podemos comprender su situación. Les digo a las chicas que las cosas saldrán como tengan que salir y ya está. Y que si quieren venir, en algún momento, aunque solo sea para beber y estar con nosotras, serán bienvenidas. Pero ellas nos hablan de sus historias con los chicos que han conocido. Esos a los que les gustan dos de ellas y que a ellas les gustan ambos también. Es otra locura, pero es su locura. Tampoco creo que eso vaya a tener un gran final. No me parece normal que se intercambien entre ellos para enrollarse. Siempre les digo entre risas que se están besando también entre ellas porque todos tienen las babas de todos. 

Algo raro pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora