Capítulo 32

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Los días se suceden como si nada. Lo único interesante es decidir si finalmente vamos a Italia o a Grecia y quién va a ir, porque algunos estamos dudosos. Mamá insiste en que tengo que ir. Piensa que me va a venir bien y que aunque no vayan mis amigos nunca me ha costado llevarme bien con la gente en general. Pero no me siento bien psicológicamente. No me apetece nada ir sola. Mis amigas fueron el año pasado con su instituto y lo pasaron de miedo. Recuerdo que tuve envidia, especialmente porque fueron todas juntas. Solo faltaba yo. Ahora es mi momento. El curso me va especialmente bien, creo que es porque me centro más en estudiar y así pienso menos en mis rollos con Juan. Ahora siempre estamos juntas Mónica, Talía y yo, aunque a Talía no la dejen hacer nada fuera de clase.

Nuestro delegado de clase en perpetuidad, un chico simpático al que le encanta estar siempre de papeleos administrativos en el instituto, nos ha dado las dos opciones por escrito, con las posibles rutas. Estamos barajando ir en barco y volver en avión. Esa idea es mi favorita, pero el año pasado hubo un accidente en un barco, cuando una chica se calló por la borda en un viaje por el estilo y nuestros padres no quieren. Seguramente vayamos y volvamos en avión, que también es más barato.

Tengo una compañera de clase, Martina, que tampoco está decidida a ir porque también va sola. Tenemos a Eduardo en común y casi, casi es él quien termina por convencernos a ambas. Aunque él está en otra clase sí va a ir y ha prometido no dejarnos solas. El director del centro, que va a venir también, habla con los que no lo tenemos claro. Todos están decididos a que vayamos el máximo de alumnos. Hablo con Cata y aunque estamos un poco desconectadas me comenta que ella sí tiene pensado ir, y que por supuesto no me va a dejar sola aunque haya hecho más amigas en su curso.

Me cuesta decidirme, pero mamá casi está haciendo las maletas por mí semanas antes. Decido ir con Martina y ella lo mismo. Siempre juntas. Es una chica muy simpática y lleva un par de años en nuestro instituto, pero no ha hecho muchos amigos. No sé con quién sale los fines de semana –si es que sale- ni prácticamente nada de su familia. Me da la sensación de que es ella misma la que aleja a todo el mundo, porque sabe que cuando termine segundo de bachillerato, en un año, volverá con su familia, a trabajar con ellos. No me importa nada de esto, solo me resulta extraño.

Tenemos que comprarnos ropa para el viaje. Pijama, entre otras prendas. Yo voy con mamá al Corte Inglés. Elijo un pijama en color blanco y rojo. Muy bonito. Luego cojo ropa interior nueva. Unos vaqueros y alguna camiseta y sudadera. Además voy a llevar una cazadora de cuero falso en color negro que me sienta de muerte. También me compro una mochila, porque lo prefiero a un bolso, para llevar todo lo de diario. Mi abuela, mientras tanto, me está cosiendo un bolso interior que voy a llevar dentro de la ropa interior con todo el dinero en efectivo, excepto un poco que voy a llevar más a mano. Nos han avisado por activa y por pasiva de que tanto en Madrid como en Roma hay muchos carteristas, por lo que ya nos vamos preparando.

Pasan los días y vamos aprendiendo cosas nuevas de lo que debemos hacer y lo que no. Por ejemplo, nos dicen, que es mejor que llevemos la mochila en la parte delantera, para que la tengamos siempre a mano. O que mantengamos una mano pegada a la cremallera cuando estemos en lugares muy concurridos. La cosa se está poniendo hasta divertida. Poco a poco vamos teniendo más ganas de ir. Todos estamos nerviosos. Los que vamos y los que no. Los que no van porque se van a quedar una semana sin hacer nada en clase y los que vamos porque nos están explicando tantas cosas que ya no sabemos nada.

En mi clase este año hay un par de chicos nuevos. Carlos y Adrián. Sabemos que van a venir, pero nunca hemos hablado con ellos. Son los típicos frikis de la informática. Mamá me ha dicho que yo tendría que conocer a Carlos porque es el sobrino de una de sus amigas y conozco a su abuela también. Su amiga sé quién es porque ha estado muchas veces en casa, pero de su abuela no me acuerdo y eso que dice mamá que nos dio una propina de cinco mil pesetas a mi hermano y a mí. Pero ni idea.

De la case de Eduardo vienen casi todos. Entre los chicos está Izan, que sospechamos que está detrás de mí. Es muy simpático y amable. Ahora todos hablamos más y nos mezclamos, sabiendo que seremos compañeros de viaje y hasta de habitación, porque sin darnos cuenta vamos pensando en futuras fiestas o en compartir habitaciones, colarnos para estar todos juntos. Nos estamos conociendo. También va una vecina de mi parcela con la que me llevo genial, Paula, que va con una de sus mejores amigas en ese momento, Marta. Paula es extrovertida, simpática y muy guapa, aunque siempre va muy maquillada y demasiado arreglada en clase. Marta es más dejada y no me cae muy bien. No es antipática, pero no me convence su personalidad. No obstante, hacemos piña las cuatro porque nos han dicho que en Florencia tendremos que dormir cuatro en una habitación.

Mientras yo estoy emocionada, Juan cada día va poniendo peores caras. No le hace gracia que vaya al viaje, en parte me culpa porque él no fue a Barcelona el año anterior, pero yo no le pedí que no fuera, simplemente coincidió con un lío que tuvo con una chica de su clase y se le empezaron a quitar las ganas de ir con esas personas que no eran sus amigos, pero según él es que yo no quería porque iba esa chica que estaba todo el tiempo encima suyo. El caso es que eso fue su problema, y no el mío. No fue porque no quiso, sino, con el morro que le echa a todo, lo hubiera hecho. Me parece completamente egoísta por su parte, sabiendo mi situación en casa, lo mal que lo seguimos pasando por la muerte de papá. Eso vuelve a hacer que me replantee nuestra relación, sin hablar de Andrés, que sigue estando presente en todo.

Poco antes del viaje, más o menos una semana antes de irnos, decido cortar nuevamente con él. Esta vez es porque estoy harta, sin más, de sus celos estúpidos y sin sentido, de impedirme que haga cosas o de hacerme sentir mal o culpable cuando es él quien siempre anda con otras chicas. Sospecho que cree que yo hago lo mismo que él, pero está equivocado. Cuando volvimos nunca pensé en ponerle los cuernos, y no lo he hecho, a pesar de tener oportunidades a diario. Corto con él porque es lo más sensato. No tengo pensado tener líos en Italia, aunque si surgen serán bienvenidos, es que no puedo más. Cada día tenemos más diferencias. Que el haga una FP, que no lea y que no tenga intención de culturizarse está creando una enorme brecha entre nosotros. Andrés tampoco le hace ningún favor y en general ninguno de sus amigos se salva a este respecto. Son una panda de salvajes que solo quieren ir de fiesta y aprovecharse de las casas de los demás.

Cuando hablo con él, se queda atontado, como siempre que mantenemos esta conversación. Me acusa de querer tener líos en Italia. No se le pasa por la cabeza que es tan controlador y tan traidor que piensa que los demás somos iguales. Andrés se me echa encima, llamándome de todo. El resto pasa, les da lo mismo, incluso lo ven bien.

Una vez más no contamos nada a nuestras madres. Juan por pasotismo o por miedo de lo que diga la suya y yo porque voy a tal velocidad esos días que no le doy ni importancia. Tampoco lo cuento en clase. Luego siempre están hablando y cotilleando de estas cosas.

Ya quedan solo unos días para irnos y ese fin de semana voy a despedirme de mis amigas. A ellas sí les cuento lo de Juan, a Mónica y a Talía también. Parece que vamos a inaugurar una nueva era. Talía tiene envidia de que me vaya, aunque se queda con Mónica y otras compañeras. La verdad es que casi todo lo que van son chicos, al menos de nuestro curso. De la clase de Cata sí que van más chicas.

Mónica se alegra más. Le gustaría venir, pero es imposible. El resto de los que se quedan lo hacen con resignación, pero con alegría y casi están igual de nerviosos que nosotros.

Algo raro pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora