29
Ya estamos a más de la mitad del mes de diciembre. Ya nos han dado las esperadas vacaciones de invierno. Quedo con mis amigas. Hace algunos días que no sé apenas nada de Maca. Le pregunto cómo va con Enrique y responde que más o menos como yo con Ángel. Es decir, se han visto poco, han hecho poco y no han matizado nada de su relación o lo que sea que mantienen. Las dos estamos algo cansadas de esta situación. Deberíamos romper con todo, pero no es nada fácil hacerlo.
De camino a casa me encuentro con Juan. Hace poco y a pesar de haberme dicho que iba a luchar por mí lo vi desde mi ventana otra vez con Victoria. El caso es que me pareció como un último intento porque no los he vuelto a ver juntos. Está encantador, como en el pasado. Me dice que podíamos ir a ver una película o que podíamos hacer algo. Por un segundo pienso que al menos Juan tiene iniciativa, porque lo que es Ángel no sé qué hace todo el día. Tiene tanto miedo de vivir que me lo imagino en casa, acurrucado en su cama y viendo la tele todo el tiempo, sin enfrentarse al mundo, a las chicas en especial.
Le digo a Juan que no, que no me parece buena idea. Pero él insiste. Además, ¿dónde está Ángel?, ¿tengo planes para Noche Vieja?, podríamos pasarlo bien, así, como amigos, como antes, ¡con lo bien que lo pasábamos!
La verdad es que estoy tan aburrida esos días y tan frustrada que me lo voy a pensar. Decido que si Ángel no va a tener iniciativa, pues salimos con Juan. Es entonces cuando aparece Andrés, que se une rápidamente a la conversación. No es bienvenido por mi parte, claro, pero es como un ave carroñera, esperando el momento preciso para lanzarse a su presa.
Hablamos un poco sobre los planes navideños. A mi casa viene mi familia y no me apetece mucho tener que darles ninguna explicación sobre mi no relación con Juan. Le conocen porque ya hemos ido de vacaciones todos y les cae bien, les resulta gracioso, habla siempre con todo el mundo y me da pereza que me hagan preguntas, en plan, ¿qué ha pasado?, ¿por qué habéis cortado?, en fin, que accedo a que se pase después de la cena de navidad y ya que salude a mis tíos y a mis primos, con los que se lleva bastante bien.
Me apetece probar a ver qué ocurre. Echo de menos las risas, estoy estresada en el instituto porque cada día tenemos más presión y lo peor es ese aburrimiento continuo y esa sensación de soledad que me embarga en muchos momentos del día. El desasosiego, que también se está volviendo crónico. Echo de menos mi casa como era antes de morir papá. Las risas de las visitas, las películas que veíamos mi hermano y los hijos de los amigos de mis padres. Echo de menos mi vida de antes. Y eso es parte del problema que me estoy creando con Juan. No soy capaz de expulsarlo de mi vida porque es parte del pasado y me gusta, estoy muy a gusto en ese lugar común. El pasado es sinónimo de buenos tiempos. De levantarme temprano un sábado para ver una serie. De hacer fiestas de pijamas con mis amigas. De cine. De buena música. Y si Juan no me suelta no me veo capaz de hacerlo sola.
ESTÁS LEYENDO
Algo raro pasó
Ficção AdolescenteJulia emprende un camino espinoso de descubrimientos en los años 90; sus primeras experiencias en el amor, el sexo, los viajes con amigos, el acceso a las discotecas y al alcohol. De este modo, se da cuenta de que todo está por hacer, sumiéndose en...