Capítulo 27

4 1 0
                                    


27

Durante esos meses, en clase, afianzo algunas buenas amistades. Con Mónica comienzo a quedar más a menudo. La invito a casa muchos días, muchos fines de semana. Vemos películas juntas. Como vive en el portal de al lado nos resulta extraordinariamente fácil vernos casi todos los días. A ella tampoco le caen bien los amigos de Juan, especialmente Andrés, que ya se ha fijado un poco en ella y le ha soltado alguna impertinencia. Algunos sábados se anima a salir con nosotras, aunque no es su estilo. Tampoco se entiende mucho con la mayoría de mis amigas. Son muy distintas, en forma de ser y en motivaciones, pero no me importa, tengo tiempo para todas.

Antes de las navidades siempre se hace la típica cena para celebrar el fin de los exámenes. Ese año ya lo estamos organizando todo aun antes de empezar a examinarnos. Concluimos que Mónica se quedará a dormir en mi casa por imperativo. Su familia es menos comprensiva que la mía y como suponemos que llegaremos tarde ya hemos tomado la decisión.

El resto del tiempo me dedico a estudiar. Es algo que me aburre bastante. Odio cuando me obligan a leer sobre algo, sin darte a elegir. Me resisto tanto y soy tan mala memorizando que me cuesta el doble aprender las cosas.

Hay noches que estudio hasta las once, y luego me levanto a las siete para seguir. Sobre todo lo hago con historia. Me encanta esa asignatura, pero no la edad contemporánea o la moderna. Hubiera preferido que el temario fuera más atrás en el tiempo. Durante todos mis estudios hemos pasado por encima de épocas tan interesantes como la historia antigua de Egipto, o la de Roma y Grecia, aunque estas dos últimas siempre dan para más. En realidad sabemos poco de Sudamérica o de África, en general. No hablemos de China o de Australia. Eso es como si no existiese. Tampoco Rusia. Solo algunas pinceladas, mucho nombre pero sin apenas contexto. Es bastante penoso cómo nos enseñan. Solo cuando llega Filosofía o Literatura me emociono. Esas sí que las estudio con ganas, con motivación. Tenemos unas magníficas profesoras que hacen que esos cincuenta minutos merezcan la pena. Hasta logran que no escriba mis famosas cartas y casi, casi, ni abro la boca.

Se acercan los finales y ya se puede oler el miedo, los nervios, pero también las ganas de que pasen y de hacer nuestra cena y de tener vacaciones de navidad.

Algo raro pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora