Capítulo 36

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Es nuestra primera fiesta y hoy la habitación no se ha llenado. Somos unos pocos. Otros se han ido quedando en otras habitaciones. Mario y otro chico nos enseñan a Martina y a mí unas cajas. Son tintes para el pelo. Uno rubio y otro verde. Nos preguntan que si se lo tiñen, que les vino la idea antes, cuando estábamos todos comprando. Les decimos que sí, claro, es una gran idea. Nos vamos al baño con ellos y les ayudamos a prepararlo y luego a dárselo. Nos vamos a la cama a esperar a que termine de hacer efecto y mientras hablamos con Paula, Marta y algunos más que se han unido. Me falta gente, como Carlos, León, Izan. Este último aparece cuando vamos a aclarar el pelo de los chicos. Viene acompañado de otras compañeras del instituto con las que no me llevo muy bien. Pero pronto comenzamos a hablar y a limar diferencias y termino llevándome fenomenal con la que es mi compañera de Latín. No creo que lleguemos a ser grandes amigas, pero al menos ya no nos echamos miraditas que matan –y además sin saber por qué, nunca hemos hablado mucho-.

Cuando han terminado en el baño aparecen con el pelo horrible. El rubio es un rubio de agua oxigenada y el verde...no hay comentarios para ese verde. Pero nos hace gracia y hacemos fotos. Nos hacemos fotos saltando en las camas, con posturas tontas, hablando por el teléfono fijo del hotel, sacando la lengua, sonriendo a la cámara y muchas sin enterarnos; estas últimas son las mejores. A todos les hace gracia que Martina y yo llevemos exactamente el mismo pijama. Bebemos Vodka con zumo –que sabe asqueroso-. A mí me ha salido una llaga en la lengua y me duele bastante y a Paula le duele una muela. Ambas pegamos un lingotazo directo de la botella. ¡Para el dolor de boca! Decimos casi al tiempo. Son cerca de las tres de la mañana cuando llaman a la puerta. Todos se quedan detrás del armario para no ser vistos y Martina y yo abrimos. Es nuestro profesor de matemáticas que con una gran sonrisa, pero hablando en serio, nos dice que ya se terminó la fiesta. Que sabe que hay más gente en la habitación y que no le hagamos perder el tiempo que luego hay que madrugar. Le digo con mi mejor cara de niña buena que ya nos vamos a dormir. En cuatro horas escasas tenemos que estar en pie. Cuando nuestro profesor ve salir a los de la gran idea de teñirse el pelo pone cara de no creérselo. Pero no nos dice nada. Nos da las buenas noches y cada uno está en su sitio.

Martina y yo nos arropamos con las sábanas mohosas y nos quedamos casi al instante dormidas. Cuando vuelve a sonar la puerta, con golpes insistentes. Es uno de los profesores. Esta vez el de historia. Todos arriba. Ducha –o lo que sea-, a vestirse y a desayunar.

Son las siete de la mañana de nuestro segundo día en Roma. Hoy vamos a visitar el Coliseo y algunas ruinas. Mañana nos toca la ciudad del Vaticano.

Algo raro pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora