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Xavier Black había comenzado a desaparecerse de manera más repetida cuando terminó de rendir todos sus E.X.T.A.S.I.S, porque ahora, lo único que debía hacer era ayudar a su primo con sus "Deberes", pasando mucho más tiempo en la Sala de Menesteres.

El corazón de Xavier latió agitado esa tarde cuando, del Armario Evanescente, salió aquel pájaro vivo, aleteando sus alas en medio de su cantar alegre, indicando que aquel armario estaba listo para ser usado, luego de un año escolar completo siendo reparado por Draco y él.

Draco soltó un grito de alegría, para luego mirarle con una amplia sonrisa. El chico Black suponía que era porque logró cumplir con las órdenes del Señor Tenebroso, porque aquello era el primer paso para la caída de Dumbledore.

Albus Dumbledore moriría esa noche.

—Iré yo—Murmuró Xavier—. No permitiré que seas tu quien entre al armario.

Y así lo hizo.

Black vio todo negro cuando entró al armario, sintiendo como si su cuerpo fuera comprimido dejándole sin aire por unos segundos, hasta volver a sentirse normal. Empujó la puerta del armario y el desorden propio de la Sala de Menesteres no fue lo que vio, sino que la tienda Borgin y Burkes le recibió con los brazos abiertos, encontrándose con un sorprendido Borgin cuando salió del mueble.

—Ha llegado el día—Fue lo único que dijo el chico al hombre, quien asintió con su cabeza.

Alzó la manga de su camisa y eliminó el hechizo cosmético de su antebrazo izquierdo, tocando la calavera con la punta de su varita, sintiendo como la marca comenzaba a quemar, como si estuviera envuelto en fuego.

Chasquidos se escucharon a su alrededor, y observó como se materializaba en frente de él la figura de Bellatrix Lestrange, seguido de Alecto y Amycus Carrow, quienes podían considerarse como los Mortífagos más fieles de Voldemort.

—Black—Bellatrix fue la primera en hablar, acercándose a él con esa sonrisa enfermiza que parecía tener grabada en el rostro—. Espero que hayas llamado por algo que valga la pena, al Señor Tenebroso no le gustará saber si es somo un juego.

—El armario está listo—Murmuró el chico, manteniendo el rostro firme, a pesar de sentir la repugnancia recorrer su cuerpo cuando Lestrange paseó sus manos por su rostro, acariciándolo—. Hoy es el día, Draco acabará con Dumbledore. Hogwarts está totalmente a nuestra disposición si utilizan este armario para ingresar.

La mujer soltó un grito de alegría en medio de una risa escandalosa, siendo acompañada por los hermanos Carrow.

—¡El Señor Tenebroso estará feliz de saber esto!—Carcajeó la mujer—. ¡Excelente, Xavier!

Y sintió miedo, porque saber que Lord Voldemort se encontraría feliz por esa noticia solo le indicaba que esa noche sería un desastre.

[...]

La marca tenebrosa, en forma se una nube color gris, se alzaba sobre el castillo de manera increíble para cualquiera, incluyendo para Xavier.

Nadie sabía cómo los Mortífagos habían ingresado al castillo, destruyendo todo a su paso, asesinando y dando batalla a cualquiera que diera problemas. No había sido de esperarse que La Orden del Fénix apareciera para proteger a los estudiantes, siendo apoyados por los más valientes entre ellos, o los más estúpidos, donde se veían todos los que alguna vez pertenecieron al Ejército de Dumbledore.

El chico Black se movía rápido entre los pasillos, esquivando hechizos y maldiciones, sin detenerse demasiado, porque debía llegar a la torre de Astronomía, donde Draco se reuniría con Dumbledore al ser el lugar exacto desde donde se había hecho la marca en el cielo.

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas ante la crudeza de la realidad que veía en ese momento, sintiendo ganas de vomitar al ver una docena de cuerpos de estudiantes regados por el piso, entre ellos, reconociendo a Ben Collins, quien había sido uno de sus mejores amigos antes de que toda su vida comenzara a ser una mierda.

Se encontró a Bellatrix junto a Fenrir Greyback y dos mortífagos desconocidos subiendo las escaleras hacia la torre de Astronomía, sin tardar en unirse a ellos, sabiendo que también era el día para que todos supieran su secreto mejor ocultado, o eso quería creer.

La figura de Dumbledore apareció en su campo visual cuando estuvieron en la torre siendo acorralado por Draco, y Bellatrix conjuró un campo de protección alrededor de esta para que nadie interrumpiera lo que sucedería allí.

—Bien hecho, Draco—Habló Lastrange, colocándose junto al chico.

—Buenas noches, Bellatrix—Habló Dumbledore—. Buenas noches, Xavier. ¿No deberías estar con el resto de tus compañeros?

El mencionado no habló, sintiendo su mandíbula tensa.

—No tenemos tiempo para pequeñeces, Albus—Siguió Bellatrix—. Hazlo, Draco. Es tu momento.

Draco tembló, y su temor era evidente en cada acción. Xavier sintió que era necesario consolarlo, pero no podía.

—No tiene las agallas—Habló Fenrir, con molestia—. Es igual a su padre. Deja que lo haga a mi manera...

—El Señor Tenebroso dijo que él tiene que hacerlo—Interrumpió Lestrange.

Pasos se escucharon detrás de él, y vio al profesor Snape caminar hacia ellos, deteniéndose frente a Draco.

—Severus, por favor...—La voz de Dumbledore salió como un ruego.

La varita de Snape se alzó y apuntó hacia el anciano, y Xavier supo todo terminaría allí, decidiendo tomar a su primo del hombro para atraerlo a él.

Avada Kedravra.

El destello verde saliente de la varita de Snape impactó de lleno en el pecho de Dumbledore, quien retrocedió ya sin vida, cayendo al vacío desde el balcón de aquella torre.

Ya estaba hecho.

La risa de Bellatrix fue la señal para que Xavier tomara a Draco del brazo para poder huir de allí junto a Snape, saliendo de la torre de Astronomía seguido de los mortífagos desconocidos y con Lestrange y Greyback a la cabeza.

Era de esperarse que integrantes de la Orden estuvieran esperando por ellos cuando aparecieron en aquel pasillo con el techo levemente destrozado, pero lo que Xavier Black no había esperado fue haberse encontrado frente a frente con Sirius Black, su hermano mayor.

Fueron segundos en los que mantuvieron sus miradas, mientras todo a su alrededor caía a pedazos.

—¿Qué has hecho, Xavier?—Habló Sirius.

Xavier no escuchó más cuando fue jalado por Draco para salir de allí, mirando a su espalda como Sirius comenzaba a luchar contra un mortífago, y no apartó la mirada hasta que ya no pudo seguir viéndole. Cuando tocó su rostro, mientras seguía corriendo para huir de todo ese desastre, sintió la humedad de sus propias lágrimas, y supo que la decepción que vio en los ojos de su hermano mayor quedaría grabada en su memoria.

UNDER CONTROL  ━━ hermione grangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora