Me pasé la noche en vela pensando en todo lo que Stefan me había dicho, se había ofrecido para que le utilizara y yo había aceptado.
Me levanté de la cama a las once y media, estaban llamando a la puerta.
-¿Si?
-Hola, traigo un pedido a nombre de Lucas Kana.
-Ahora mismo no está, soy su secretaria.
-Pues firme aquí.
Hice lo que el hombre me pidió y, tras firmar, dejó dos cajas dentro de mi casa. Las miré detenidamente y no me quedó otra opción que hablar a Lucas.
<<Han traído dos paquetes a tu nombre, ¿qué hago con ellos?>> 11:42
<<Ábrelos, son para ti>> 11:42
Lucas me contestó al instante de hablarle. Suspiré y dejé el móvil en la encimera para poder abrir los paquetes. Dentro de las cajas había un móvil y un ordenador. Los saqué entusiasmada como una niña con juguetes nuevos y me llevé las dos cosas conmigo para sentarme en el sofá e inspeccionarlas sentada y a gusto. Dejé el ordenador apartado y empecé por el teléfono. Entre el idioma, la contraseña y mil datos más acabé de configurarlo a los veinte minutos; la tecnología no era mi punto fuerte. Cogí mi antiguo teléfono y me guardé los contactos más importantes.
-Papá, María, Lucas y Stefan -los enumeré en voz alta-. Qué triste, solo cuatro.
Revisé todos los contactos que tenía en el otro teléfono una última vez antes de apagarlo para siempre.
Desde que terminé el instituto perdí todo contacto con mis amigos de la infancia, la mayoría fueron a la universidad y otros se fueron del pueblo para trabajar, igual que yo. Desde que me puse a trabajar a los diecinueve años no volví a saber nada de nadie y eso me entristecía un poco, no tenía nada que conservar de mi pasado, solo a dos amigas que vivían en mi calle, Cristina e Inés. La última fue quien me presentó a Luis y, en su momento, se lo agradecí.
Recuerdo que mi primer trabajo fue en una fábrica empaquetando cosas en cajas, poco a poco fui ascendiendo hasta que llegué a organizar los envíos y controlar los presupuestos. A los veintiún años salí de allí agobiada y explotada, y por suerte o por desgracia, me contrataron en aquella horrible oficina donde conocí a María y de donde Lucas me salvó. Di un suspiro y me hundí en el sofá desanimada.
Miré la pantalla de mi móvil nuevo y decidí hablar a todos mis contactos. A todos porque solo tenía cuatro números guardados en el teléfono. Les hablé para que se guardaran mi nuevo número y me dejé a Lucas para el final con la excusa de agradecerle todo, pero en realidad quería retrasarlo lo máximo posible.
<<Gracias por todo. Funciona todo perfectamente. Este es mi nuevo número>> 12:06
<<¿Cuántos paquetes había?>> 12:06
<<Dos>> 12:07
<<Mira a ver si hay otro>> 12:07
Solté el móvil y salí despedida hacia las cajas ¡Otro regalo más! Rebusqué entre los papeles y cartones y encontré una pequeña caja blanca.
La abrí con cuidado. Dentro había un papel doblado y una bonita pulsera de plata con flores blancas colgando. Saqué la pulsera mirándola fascinada y me la puse con cuidado. Cogí el papel y lo abrí rápidamente.
"Porque te lo mereces, gracias. Te quiero".
No sabía como sentirme en aquel momento ¿estaba feliz porque me regalara otra pulsera? ¿Triste de sentir todo lo que siento? ¿O enfadada con él por hacerme este tipo de cosas sabiendo lo que siento? Estaba muy confusa, quería llorar.
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El amor no existe
רומנטיקהLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...