A las siete en punto de la mañana llamaron a la puerta de mi habitación. El sol ya entraba por la ventana y la conversación del día anterior me vino a la mente.
Me incorporé cansado y arrastrando todo el cuerpo conseguí llegar hasta la puerta.
-Buenos días -Stefan tenía un humor totalmente diferente al de la noche anterior- Vístete y baja cuanto antes a desayunar.
El italiano ya estaba vestido y acicalado, con una mochila en la espalda en la que estaba seguro que tenía todo lo necesario para que no nos faltase nada.
-Vale, no tardo.
Cerré la puerta. Avancé un poco hasta el centro de la habitación, levanté los brazos hacia el techo estirando cada musculo del cuerpo y sin querer me salió un gruñido desde el fondo de la garganta. Aquella era una de las mejores sensaciones del mundo. Volví a estirarme una vez más.
Me puse ropa cómoda, unas buenas zapatillas para andar y el móvil. Por último, cogí la cartera y salí de la habitación con un humor renovado, estaba impaciente por empezar.
Desayunamos rápidamente en la misma mesa que la noche anterior y Stefan llamó a un taxi cuando estábamos terminando.
Salimos los cuatro apresurados del hotel y nos montamos en el taxi que nos esperaba en la puerta. Nekane se sentó a mi lado sin mirarme.
Después de pasar la rotonda de la Plaza de la República con aquella fuente con criaturas marinas, que me impresionaban cada vez que la veía, entramos a toda velocidad a la Vía Nazionale y la recorrimos entera. Tras girar en un par de calles, primero a la derecha y después a la izquierda, apareció frente a nosotros la monumental Plaza Venecia. Me dejaba sin aliento cuando aparecía frente a mí, porque así es Roma, las cosas no las ves desde lejos, no; sino que aparecen frente a ti de repente. Todos los que hayáis estado en Roma me daréis la razón, es una ciudad mágica.
El taxi nos dejó justo en la entrada y nada más salir del coche me encontré de cara con el retrato ecuestre que presidia el Monumento a Víctor Manuel II. Aquel edificio blanco como la nieve se imponía ante nosotros con poderío y grandeza.
-Vale ¿por dónde empezamos? -Stefan estaba ansioso. Se puso unas gafas de sol y crujió los huesos de sus manos con nerviosismo- ¿por los extremos?
-Mejor deberíamos separarnos -propuso Nekane y, muy a mi pesar, estuve de acuerdo con ella-.
-¿Por parejas o cada uno por su lado? Si es por parejas, yo me pido con Lucas.
-Mejor por parejas, pero, lo siento Julieta; Lucas se viene conmigo -dijo mi amigo-.
Julieta no rechistó, aceptó la orden del jefe de la manada sin hacer ni una mueca.
Stefan era el líder del grupo, no me había parado a pensarlo, pero inconscientemente habíamos aceptado su superioridad sobre nosotros. Aquello me molestaba.
Nos dividimos y mientras que Julieta y Nekane se alejaron hablando como si no hubiese pasado nada entre ellas el día anterior, Stefan y yo nos quedamos parados mirando el edificio.
-Es demasiado grande, no lo encontraremos todo hoy.
-Rubén no ha puesto una fecha límite, teóricamente tenemos todo el tiempo del mundo.
El italiano tenía razón, Rubén no había dicho cuanto tiempo teníamos para encontrar lo que quería que encontrásemos.
-¡Vamos!
Comenzamos a andar hacia la parte derecha de la plaza fijándonos en cada detalle. Había relieves por todas partes, pero ninguno encajaba con "el ángel que nadie aprecia".
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El amor no existe
RomanceLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...