¿Cómo había llegado a aquella situación? Julieta estaba sentada en un sofá mirándome de frente, con las piernas y los brazos cruzados. Enfadada y preocupada al mismo tiempo. ¿Qué le importaba a ella lo que me pasase? Que se fuese con Fazio.
-¿Me vas a contarme de una vez qué te ha pasado?
-¡Pero qué más te da! Ahora parece ser que te preocupas por mí.
-¿Pero qué estás diciendo? ¡Pues claro que me preocupo, Lucas! -se levantó del sofá y se acercó hacia mí, encarándome- ¡Has dejado un rastro de sangre desde el ascensor! ¡¿Se puede saber qué has hecho?!
Cerca. Demasiado cerca. Estaba a menos de diez centímetros de mi nariz. Me atreví a mirarla con detenimiento. Tenía el ceño fruncido y la cara roja del enfado, los labios rosados y carnosos, brillaban. Los agujeros de la nariz le aleteaban por su respiración agitada, igual de agitada que las olas del océano de sus ojos.
-Me he enfadado y he pegado un puñetazo -confesé bajando la mirada-.
-¿Y por qué te has enfadado?
No contesté. Me había enfadado por Helena, por Stefan, por la situación, por mí, ¡por Julieta también! Todo me enfadaba, todo estaba mal.
-¡Lucas! -me agarró la cara y me obligó a mirarla- ¿por qué?
Y entonces la miré. Agarré su cara del mismo modo que me sujetaba ella y junté mis labios con los suyos olvidándome de todo lo que pasaba a mi alrededor, de todo lo que estaba en mi cabeza. En ese momento solo estaba aquella chica rubia, con ojos azules y sonrisa perfecta que tanto deseaba y odiaba a la vez.
La besé con fuerza e impaciencia. Me encantaba. Joder, cómo los había echado de menos. Sus besos. Sus perfectos besos los tenia de nuevo. Julieta abrió los ojos sorprendida, pero se dejó llevar. Abrió la boca dejándome entrar en ella. La besé. La besé dándole todo lo que tenía, todo mi deseo, mi miedo, mi ternura, mi rabia. Todo. Y ella se fundió en mis manos. Julieta bajó las manos lentamente por mi cuello, hombros y bíceps, hasta llegar al pecho. Y de pronto, me separó de ella. Nuestros labios dejaron de tocarse. Abrí los ojos despacio sintiendo aún sus besos y, al mirarla, se me paró el corazón. Lloraba. ¿Por qué lloraba?
-¿Julieta? -dije nervioso. Me acerqué a ella para secarle las lágrimas, pero me apartó de nuevo- ¿por qué? ¿qué pasa?
No sabía qué hacer, ¿qué había hecho mal? Le había dado todo en aquellos besos. La deseaba con todas mis fuerzas, ¿qué pasaba ahora?
-¿Por qué haces esto? -dijo en un sollozo. Me miró con los ojos enrojecidos- ¡¿Por qué haces esto si no me quieres?! ¡No juegues conmigo!
-¡La que juega conmigo eres tú! ¡Tu eres la que ha aparecido de repente y no para de provocarme!
-¡Porque yo te quiero! ¡Y porque estoy segura de lo que siento! ¿Y tú qué? Todo el rato pensando en esa chica, ¡como si no me diera cuenta, Lucas! ¡Yo llegué antes que ella!
-¿Que pienso todo el rato en ella? -bajé el tono de voz harto de gritar. Me desplomé en la cama y me senté en el borde- ¿Acaso sabes lo que pienso? ¡No tienes ni idea, Julieta! ¡No tienes ni idea de mi situación! Tú simplemente has aparecido aquí tan feliz y estás haciendo lo que a ti te viene en gana conmigo. Me rompiste el corazón, me hiciste daño, me dejaste sin ser yo el culpable. Lloré y lloré, lo pasé mal y pasó mucho tiempo hasta que empezaste a volverte solo un recuerdo. Apareció Helena demostrándome que podría volver a querer a alguien, aunque me diese cuenta tarde. Y cuando por fin creo que te he superado, que ya no vas a volver a hacerme daño, que no aparecerás en mis sueños cada noche, a hacerme sentir miserable ¡Apareces de nuevo y me descolocas más aún de lo que me ha descolocado ya tu hermano! ¡¿Cómo crees que me siento?! ¿Te crees que estoy bien? ¡Estoy mal, Julieta! ¿No me ves? -la miré a los ojos con los brazos extendidos. Ella me miraba con lágrimas por las mejillas- Soy el culpable de toda esta situación. Mi primera y única novia me deja por culpa de otra persona, paso años de mi vida llorando por ella, aparece otra persona que me da esperanza, lo estropeo liándome con su amiga, ella se lía con mi amigo, y justo cuando creo que la voy a tener y que mi corazón va a sanar, se me rompe en mil pedazos de nuevo. Y de pronto, apareces tú -la miré de verdad. De arriba abajo. Estaba preciosa e indefensa. No quería verla llorar y menos por mi culpa. La quería, joder que si la quería-. Apareces tú y no pasan ni cuarenta y ocho horas y vuelvo a quererte, no igual que hace años, pero siento algo por ti. No sé qué me está pasando, Julieta. No sé qué pensar, mi situación es un desastre y solo tengo la sensación de que me hundo cada vez más. No quiero que te alejes así de mí, por favor -me temblaba el cuerpo. Estaba completamente expuesto a ella, le había dicho todo lo que pensaba sin rodeos. Me hice pequeño y se me formó un nudo en la garganta-. Yo... no te puedo asegurar como son mis sentimientos hacia ti, pero lo que si te puedo asegurar es que no me gusta que te miren, me muero por dentro; no me gusta cuando hablas con Fazio, no lo soporto; y lo que más me duele es que te apartes de mí así. Yo... Dios, Julieta, no sé qué hacer. Solo sé que estoy bien cuando estoy contigo, de verdad.
ESTÁS LEYENDO
El amor no existe
RomantikLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...