LUCAS - CAPÍTULO 17

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Solo quedaban dos horas para que Rubén viniese a por Celia y quién sabe si nos traería a Helena con él.

Desde aquella ruptura en la piscina no la había vuelto ver, al igual que a Fazio. Al llegar a la habitación solamente estaban Celia y Nekane que hablaban entretenidas de la revista que había comprado Nekane en el aeropuerto antes de venir a Roma. Más tarde Stefan había aparecido con el desayuno y nos habíamos pasado el resto del tiempo los cuatro allí metidos sin tener noticia de Fazio y Julieta.

-¿No estás celoso? -intentó enfadarme Celia- Hace un día estaba saliendo contigo y ahora se come la boca con otro, no debe de ser fácil...

-¡Celia!

Me giré para mirar sorprendido a Nekane, que me acababa de defender frente a Celia después de que se pasaran todo el tiempo como si fueran las mejores amigas del mundo. La morena, en vez de reprochar a Nekane, bajó la mirada y con su gesto me pidió perdón tímidamente. Celia estaba totalmente amansada por Nekane.

-Las diez y cuarto -dijo Stefan absorto en su reloj de muñeca-, ya queda menos.

La cara de Celia al escuchar al italiano fue todo un cuadro. Cada vez que se nombraba a Rubén o a algo que tuviese que ver con él la cara se le descomponía, pero al poco tiempo volvía a hablar y a burlarse como siempre. En mi opinión, estaba muy poco preocupada teniendo en cuenta lo que Rubén la hizo y el miedo que parece tener cuando hablamos de él.

-¿Tienes miedo?

Celia me miró seria y después de pensárselo unos segundos negó con la cabeza.

-Jamás tendré miedo de él.

Aquella respuesta me dejó bastante satisfecho y no quise molestarla más; al contrario que ella, yo si sabía cuándo había que parar.

De pronto, tres golpes en la puerta nos dejaron a todos en tensión, menos a Stefan. Con la esperanza de que fuese Rubén y se llevase a Celia ya, pero los que entraron en la habitación fueron Fazio y Julieta, éste con una sonrisa triunfal más que repugnante y Julieta cabizbaja y con la mirada clavada en el suelo. Así me gustaba, que le diera por lo menos vergüenza aparecer junto a Fazio en mi presencia, ya que no había tenido la decencia siquiera de esperar a besarle o a dejarme a mí las cosas claras antes de estar con él. Agité la cabeza y me centré en otras cosas mientras evitaba ver como Fazio y Julieta se sentaban juntos en el mismo sofá en el que se habían estado comiendose a besos a saber durante cuánto tiempo. Aquello era el infierno. Helena desaparecida, yo encerrado en una habitación junto a Celia, que no podía salir ni irse porque la habíamos secuestrado nosotros y, para colmo, aparte de ser rechazado cruelmente por Julieta, me humilla en mi cara sin siquiera haber hablado las cosas antes.

Pero agradecí de corazón que lo hiciera después.

Aquella situación era una pesadilla viviente que Rubén había planificado solo para mí. No sé si lo de Fazio también entraba dentro de los planes de Rubén, pero si no era así, le benefició bastante.

-Vámonos -me dijo Stefan que había venido expresamente hasta mi silla para buscarme-.

Ni siquiera hablé. Me levanté demasiado rápido y salí tras Stefan del cuarto. Cuando puse mi último pie fuera de la habitación suspiré aliviado, era como si al entrar en aquella habitación engordara treinta kilos de golpe y tuviese que llevarlos todos en una mano.

-No creo que sea agradable estar en la habitación ahora -Stefan me miraba buscando un pequeño gesto, pero no tuve ganas de moverme-. ¿Qué ha pasado?

No habíamos llegado al ascensor y ya me había preguntado qué había pasado. Supuse que algo se olería al desaparecer de la habitación después de pegarme con Fazio y que Julieta saliera al rato. Stefan no era tonto.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora