La presentación de mi hotel comenzaba en menos de tres horas y yo ni siquiera me había levantado de la cama. Hacía ya tres días que había llegado a mi casa con el alma en los pies y no había tenido la suficiente fuerza como para hablar con alguien. Stefan me escribía cada hora y me llamaba mínimo cinco veces al día, pero me sentía tan miserable por olvidarme de Helena y poner a Julieta por delante, que sentí que no tenía derecho a hablar con nadie. Comparándome con él me sentía egoísta, triste y que no era digno de Helena, nunca lo había sido. Stefan, a pesar de todo lo que sentía por ella, me había cedido a Helena sin rechistar ya que solo quería que ella fuese feliz; mi esperanza y entusiasmo por encontrar a Helena comparado con el de él eran casi inexistentes.
Era horrible, y lo peor de todo era que todavía no le había contado que Rubén iría a Roma y mucho menos que había hablado por teléfono con Helena y que después de aquella llamada me odiaba.
Miré el reloj de la mesilla, las diez y media de la mañana. Reuní las pocas fuerzas que tenía y me obligué a levantarme de la cama, me preparé un café y me senté en el sofá enfrente del ordenador y de una carpeta con los informes ordenados a la perfección. Aquellos informes, esquemas, resúmenes y actas habían sido obra de Helena. Se me encogió el corazón, ¿cómo era posible que recordara a Helena con tristeza cuando hacía unas semanas la recordaba con desesperación y añoranza porque no podía soportar no tenerla a mi lado? En ese momento no la quería conmigo, me sentía tan indigno que no era capaz de imaginarme junto a ella, no la merecía.
Cuando le estaba dando el último trago al café llamaron a la puerta, mi cuerpo se tensó. Me quedé sentado sin poder moverme; al ver que no abria, comenzaron a aporrear la puerta.
-Abre de una maldita vez, Lucas -Stefan cada vez daba más fuerte contra la puerta-. Tenemos que hablar, no contestas a mis llamadas.
Me levanté temblando como un flan sin estar mentalmente preparado para lo que estaba por venir. Abrí la puerta despacio y miré a Stefan sin expresión alguna.
-¿Qué coño pasa contigo, Lucas? -se dejó caer en el sofá. Su tono de voz resolvió mis dudas; estaba bastante cabreado- ¡No me has respondido ni una sola vez! ¿Qué te dijo Julieta?
Me senté con un suspiro y miré a mi amigo con tristeza.
-Lo siento.
-¡No me pidas perdón y cuéntamelo!
Suspiré de nuevo y hundí la cabeza en las rodillas, no sabía ni cómo empezar.
-Rubén irá a Roma en unos días, según Julieta, entre esta semana y la siguiente -a Stefan le brillaba la cara y los ojos se le salían de las órbitas-, pero... pero no sabe nada más.
-Bueno, por lo menos hemos avanzado un poco más hasta Helena. Voy a reservar ya mismo los vuelos.
-Espera -el corazón se me salía del pecho, ¿cómo le iba a contar a Stefan que había hablado con Helena y que me odiaba? –, hay algo más.
El italiano me miraba expectante mientras ordenaba las palabras en mi cabeza para contarle aquella llamada, y pensando que eso me iba a llevar a otro tema de conversación: mis sentimientos hacia Julieta.
-Ocurrió una cosa que... Bueno, estaba con Julieta en el coche y, de repente, me llamó un número oculto que resultó ser Rubén -los ojos de Stefan me miraban entrecerrados, supongo que no entendía por qué no le contaba aquella llamada con entusiasmo-. No se cómo acabé hablando con Helena y...
-¡¿Hablaste con Helena?! ¡¿Cómo que hablaste con Helena?! ¿Está bien? Dime que sí.
-Sí, hablé con ella y está bien. Parece que Rubén no la trata tan mal como pensaba.
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El amor no existe
RomanceLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...