LUCAS - CAPÍTULO 5

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Acabé de lavarme los dientes y me quedé mirando las horribles ojeras que tenía bajo los ojos. Me había pasado los últimos tres meses y medio pensando en Helena, cada día que pasaba más miserable e inútil me sentía, solo estaba dejando pasar el tiempo, esperando a que alguien la encontrara mientras que yo me pasaba los días tumbado en el sofá pretendiendo adelantar trabajo y organizar todo lo del hotel, pero en realidad me engañaba a mí mismo. Sin Helena no sabía hacer nada.

Mi móvil comenzó a sonar y fui hacia él sin ganas.

-¿Si?

-Espero que estés preparándote ya, hijo. En media hora estaré en tu puerta y no quiero llegar tarde.

Colgué sin contestarle, no tenía ganas de arreglarme y menos para ver a Julieta. Aparte, ¿qué se supone que tenía que ponerme? ¿traje? ¿vaqueros? Miré mi armario y al final decidí ponerme vaqueros y una camisa blanca metida por dentro. Se supone que eso era arreglarse, ¿no?

Cuando terminé de vestirme y peinarme ya casi había pasado media hora, el tiempo había transcurrido más rápido de lo que quería. El telefonillo sonó y sin responder salí del apartamento. El chofer me esperaba apoyado fuera del coche y nada más verme se incorporó para abrirme la puerta. Le di las gracias y me senté al lado de la ventana.

-Vas un poco informal, ¿no deberías ir mejor vestido?

-No voy a cambiarme, padre.

Él se encogió de hombros y no comentó nada más sobre mi ropa. Lo único que hice durante todo el camino fue mirar por la ventana deseando no llegar nunca.

-¡Qué contento estoy, hijo mío! He soñado con esto desde hace tiempo.

-Yo también, padre -le respondí con sarcasmo-.

-No sé por qué siempre te has negado a esto. No tengo ni idea de lo que pasó entre vosotros, pero algún día tendréis que arreglarlo.

-Me niego, no puedo con ella. Es superior a mis fuerzas. Tiene una personalidad podrida.

-¿Pero qué dices? ¡Si es una chica estupenda! Y lo sabes perfectamente -no le contesté-. Espero que hoy no me dejes en ridículo, ya me he encargado de que aparezcas en el restaurante, pero te pido que el resto de la comida vaya bien y pongas de tu parte.

Anteriormente, mi padre y el señor Heredero nos citaron en un buen restaurante de la ciudad, pero yo no asistí a la cita y ni siquiera me molesté en avisar a mi padre. El resto de estos meses he evitado sus llamadas y conseguí atrasar la cita hasta dos meses y medio después. Pero ya no podía huir más.

Llegamos a la puerta del restaurante donde me encontraría con Julieta.

Salimos en silencio del coche y seguimos igual hasta la entrada donde el maître nos llevó hasta la mesa reservada. Me senté pegado a la ventana. Otra vez.

-¿Os vais a quedar a comer con nosotros por si me escapo?

-Eres bastante mayorcito ya como para evadir tus responsabilidades.

-¿Os vais a quedar o no?

-No.

De repente oí aquella risilla que me helaba la sangre; Julieta y su padre habían llegado.

- ¡Eryx! -aquella voz se metió en mis oídos como si fueran cuchillas- ¡Cuánto tiempo!

Mi padre se levantó de la silla y le dio un par de besos. Yo lo único que hice fue mirar al señor Heredero con esperanza, pero éste, mientras me estrechaba la mano, negó con tristeza.

-Aún no sabemos nada, hijo -me dio una palmadita en la espalda-.

Le di las gracias con la mirada y volví a girar la cabeza hacia la ventana evitando mantener contacto visual con Julieta. Cuando la animada conversación que mantenían mi padre y Julieta llegó a su fin ella ocupó el sitio en el que había estado sentado mi padre.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora