Aquella mañana me despertó la horrible musiquilla del timbre. Ya llevaba tres días durmiendo en mi querida cama y no tenía pensado dejarla pronto.
Oí a mi padre levantarse de la mesa de la cocina y abrir la puerta. Nada más oír la voz de la persona que había llamado me quedé en blanco y al escucharles subir las escaleras no se me ocurrió otra cosa que saltar de la cama y meterme como pude en mi armario.
-Helena, tienes visita -la puerta se abrió y mi padre entró en mi cuarto- ¿Helena?
Aguanté la respiración mientras me buscaba por toda la habitación. De repente, noté como algo me hacía cosquillas en el gemelo. Giré la cabeza lentamente hacia mi pierna y, gracias a la luz que entraba por la rendija del armario, pude ver el causante de las cosquillas, una rata casi tan grande como un gato estaba acomodándose encima de mi pie. Sin pensar en las consecuencias dejé escapar un grito, salí de un salto del armario y sin tocar el suelo me quedé encogida en la cama, no sé si muerta de miedo o de asco. Mi padre me miraba divertido.
-¿Qué haces, hija?
-¡Hay una rata enorme en mi armario!
Mi padre se acercó y asomó la cabeza dentro y después la mano. Ahogué un grito.
-¿Esto es tu rata? -sacó una bufanda de pelo del armario.
Tardé un segundo en analizar lo que había pasado y cuando estaba a punto de reírme a carcajadas reparé en que alguien me miraba desde el marco de la puerta.
-Bueno -dijo mi padre saliendo de la habitación-, creo que os voy a dejar solos.
Se fue y yo me quedé mirando a la nada aguantando la respiración, ¿qué se supone que iba a pasar ahora?
-¿Se puede saber que se te ha pasado por la cabeza? -se acercó a mí con la desesperación pintada en el rostro- ¡¿sabes todo lo que te he buscado?!-de pronto, se dejó caer a mi lado y agarró mis manos- ¿lo asustado que estaba?
Me quedé en silencio mirándole mientras él me apretaba las manos cada vez más. No sabía que decir, aparté la mirada de su cara contraída y me deshice de sus manos.
-La he dejado -el corazón me dio un vuelco-, he dejado a María.
Le miré directamente a esos ojos dorados y sin poder evitarlo se me desbocó el corazón. Había dejado a María ¡y había venido a buscarme! Todos mis sentimientos florecieron de nuevo en aquel momento, lo sentía mucho por Stefan, pero me había enamorado de Lucas. Espera, ¿lo estaba? ¿estaba enamorada? Una punzada en el corazón me decía que no.
Nos quedamos callados unos segundos. Lucas agachó la cabeza y se cubrió la frente con la mano suspirando.
-Lo siento -dijo por fin-, siento haberme tragado todo lo que ella me dijo, siento haberte hablado así y... -hizo una pausa, le estaba costando mucho decir todo aquello y yo lo sabía-, y siento no haberme dado cuenta antes.
Yo le miraba sin decir nada, solo quería mirarle, estaba muy guapo.
-Di algo Helena, por favor, lo que sea.
Lucas me miraba desesperado esperando cualquier gesto por mi parte. Intenté aguantar sin decirle nada el máximo tiempo posible, pero no aguanté más de unos segundos, me lancé a sus brazos y le besé la mejilla.
-Llévame a casa -le dije al oído-.
Noté como sonreía hundido en mi cuello. Me apretó un poco y se separó de mí. Me besó la frente y se levantó de mi lado dejándome allí sola para que recogiera mis cosas e irme con él. Oí como se despedía de mi padre y salía de la casa.
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El amor no existe
RomanceLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...