Stefan me dejó enfrente de mi edificio a las nueve de la noche, me despedí de él con un beso en los labios y salí de su precioso Porsche. Era la tercera vez que me quedaba a dormir con él desde aquel día perfecto. Hablamos casi toda la noche; y así había sido desde entonces, charlas, risas y sexo. Justo hacia una semana desde aquel día y os aseguro que casi no nos hemos separado el uno del otro.
Estuve toda una semana sin ver ni pensar en Lucas, solo hablamos por mensajes para arreglar algunas cosas del trabajo, pero no volvió a aparecer en mi mente en ningún momento, no me preocupé por él ni lo más mínimo. O por lo menos, eso es lo que intenté.
Cuando estaba a punto de entrar en el edificio, un coche negro aparcó en la puerta, era Lucas. No sabía qué hacer, solo quería esconderme ¿por qué me pasaba esto? Lo único que se me ocurrió fue pasar de él, hacer como si no le hubiera visto, y entrar en el edificio ignorándole. Fue mala idea, empezó a llamarme desde la acera y yo me giré a regañadientes.
-Hola -dijo acercándose rápidamente, parecía enfadado-, vamos.
Entró al edificio y yo tras él. Avanzó hacia el ascensor sin saludar siquiera a la rubia, ¿qué le pasaba? Y lo más importante, ¿qué me pasaba a mí? Estaba nerviosa, aún no había podido decirle nada. Me dolía el pecho.
Nos quedamos en silencio en el ascensor. Le miré atentamente, su pelo rubio estaba despeinado y tenía una barba de tres días que estaba completamente segura de que se la afeitaría nada más entrar en su casa; su mirada estaba fija en el suelo y tenía el ceño fruncido, pero lo único que pude pensar fue en el perfecto perfil que tenía, aquella nariz recta y puntiaguda, aquellos labios carnosos y pómulos marcados hacían que mi pecho ardiera de dolor. Hasta enfadado era guapo.
Ya no me aguantaba más, quería preguntarle, pero justo cuando fui a abrir la boca, Lucas se me adelantó.
-Vente a mi casa un rato -dijo sin siquiera mirarme-, no quiero estar solo y llevo mucho tiempo sin verte.
Yo me quedé mirándole. El corazón se me aceleró y quería dar saltos de alegría, me echaba de menos y quería estar conmigo igual que yo con él. Toda esa semana le había apartado de mi mente, pero he de admitir que le había echado de menos todos los días. Empezaba a estar confusa, no podía parar de mirarle. ¿Pero qué estaba pensando? ¡Era el novio de mi amiga! Era la relación más larga que había tenido nunca, no debería estar poniéndome nerviosa o contenta por tonterías así, además, yo tenía a Stefan. Pero a pesar de todo yo seguía mirando a Lucas.
-Vale, vamos.
Cuando entramos a su piso Lucas se dejó caer boca abajo en el sofá mientras yo dejaba mi bolso en la encimera.
-¿Qué ha pasado?
-Que hemos discutido María y yo.
-¿Por qué?
-Porque le han llamado para hacer una entrevista en ese estúpido programa de por las tardes.
-¿Entrevista de televisión? -dije incrédula- ¿En serio?
-Sí, encima va porque le pagan.
-Hombre, es que le pagan...
-Joder Helena, ¿no lo entiendes? Le van a preguntar sobre mí y a saber lo que cuenta. María se va mucho de la lengua y estoy muy preocupado -se puso de pie mientras empezaba a alterarse- ¡Imagínate que cuenta lo del hotel en Tokio! Como haga eso es que...
De repente, sin pensarlo, le cogí del cuello de la camisa y le atraje hacia mí, sentí la necesidad de besarlo a pesar de que no hacía menos de diez minutos que había besado a Stefan. En el mismo momento en que lo acerqué a mí me arrepentí, me sentí sucia. Pero lo mantenía a pocos centímetros de mí.
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El amor no existe
RomanceLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...