HELENA - CAPÍTULO 8

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Habían pasado ya tres meses desde que Lucas y María se habían liado. A partir de entonces habían quedado bastantes veces, incluso Lucas estaba pensando en llevarla a cenar.

Esas semanas las había pasado casi todo el tiempo libre que tenía con Lucas, había venido cada día a mi casa, aunque solo hubieran sido unos minutos, e incluso yo me pasé por su trabajo un par de veces y fuimos al cine con María.

En esas dos semanas no pensé en Luis ni una sola vez hasta que, por desgracia, un sábado por la tarde le encontré esperándome en la calle cuando yo salía de casa.

-Hola-Dijo nada más verme-.

Yo le miré un segundo y me giré a la derecha, Lucas me estaba esperando en el coche.

-¡Espera!-Luis empezó a seguirme- ¡Helena por favor!

Lucas me vio y al saludarme fijó su mirada en Luis. Salió del coche corriendo y avanzó hacia mí.

-¿Qué coño quieres? ¿No ves que no quiere hablar contigo?

Luis me cogió del brazo.

-¿Todavía estás con este subnormal?-Empezó a decir Luis señalando a Lucas- ¿Pero qué le ves?

-Le veo muchas más cosas que a ti.

Lucas avanzó decidido hacia Luis y le cogió del cuello de la camisa.

-¿Subnormal?-Le dijo a la vez que lo miraba a los ojos- Aquí el único subnormal eres tú-

Lucas le soltó lentamente y cuando ya había dejado de tocarle le soltó un puñetazo en la mejilla derecha. Luis se cayó al suelo redondo, intentó levantarse, pero estaba muy desorientado.

-No quiero que aparezcas más por aquí-Le dijo Lucas con voz grave-Como vuelvas te las verás conmigo de nuevo y esta vez no saldrá tan bien.

Le dio una patada en el estómago y Luis gritó de dolor. Yo no quise mirar. Me metí en el coche en silencio aun en shock por lo que acababa de pasar.

-Vámonos de aquí-Se montó en el coche- Hoy duermes en mi casa, no quiero que cuando vuelvas esté aquí y te haga algo.

Yo me quedé en silencio todo el camino. Lucas tenía la mano roja del puñetazo y aun así no rechistó en ningún momento. Empecé a darle vueltas a lo de dormir en su casa, nunca había estado.

Mirando por la ventana me fijé en que las calles empezaban a cambiar de color, las personas vestían diferente y los edificios se alzaban majestuosos; habíamos entrado al barrio rico de la ciudad. Con el coche que tenía no me extrañó que viviera en este barrio.

Aparcamos justo en frente de un edificio con grandes ventanales y de color blanco. El edificio era casi como el de mi trabajo.

-¿Vives aquí?-Dije mirando el edificio con la boca abierta-¿En serio?

-Impone mirarlo, ¿verdad? Espérate a verlo por dentro.

Lucas comenzó a avanzar hacia la entrada y yo le seguí unos pocos pasos atrás. Cuando entramos en el edificio me quedé asombrada, parecía que había viajado al futuro. Todo era moderno, blanco y sencillo. Los pequeños focos que había en el suelo ayudaban a la gran lámpara que había en el techo a iluminar la habitación.

Pegado a la pared había una recepción y una joven rubia detrás de esta que no paraba de escribir en el ordenador.

-Buenos días Sara, ¿Hay algo para mí?

-Buenos días, señorito. No, no hay nada; bueno si, hay un paquete enorme que han dejado en su piso-Se me escapó una risilla; señorito dice-.

-Pues entonces sí que hay algo-Lucas empezó a avanzar hacia la derecha con una sonrisa-. Que pases buen día.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora