Me encerré en casa durante dos días, cerré la puerta con llave, apagué el teléfono y lo metí en un cajón.
La cabeza me daba vueltas, me iba a explotar y lo peor de todo es que no encontraba una solución por ningún medio. No había pistas, no había rastros, no había nada que me llevara hasta ella.
Llamar a la policía y denunciar el secuestro se me pasó por la cabeza, pero las consecuencias podrían ser peores de las que ya había. Mis neuronas explotaron por completo, pero todo desapareció en segundos para dar paso a Helena. Ella entera inundó mi mente. Su sonrisa iba y venía, su pelo castaño y sus ojos oscuros comenzaron a enloquecerme.
La primera vez que la vi, abriéndome la puerta de aquel piso, su cara cansada y triste provocó que quisiera cuidarla y mimarla, evitar que se rompiera, pero por mi culpa todo había ido a peor y ella ya no estaba. La locura me empezaba a consumir. La primera vez que la besé; como me arrepentía de no haberlo hecho antes y más, me arrepentía de haber sido tan cobarde.
A punto de perder la cabeza aparté a Helena y me levanté a por el móvil, la idea de estar aislado me pareció una tontería en ese momento, necesitaba hablar con mi padre.
Encendí el móvil, pero antes de llamarle eché un vistazo a los medios, quería ver si Helena seguía apareciendo. No había nada reciente sobre ella, ya la habían olvidado. Suspiré aliviado, no quería a nadie hablando sobre ella.
Marqué el teléfono de mi padre pensando en qué iba a decirle, qué quería hablar con él, pero en realidad no quería hablar de algo en concreto, simplemente necesitaba de sus consejos; pese a que no es mi padre biológico, él es mi padre y mi gran apoyo, le necesitaba. Pulsé llamar. Un tono, dos, tres...
-¿Si?
-Hola, papá.
-¡Hijo! ¿Qué tal? ¿Cómo ha ido?
-¿Dónde estás?
No respondí a su pregunta y sé que eso le alarmó.
-En la oficina, cancelo todo y voy para el despacho. Espérame allí.
-Vale, papá.
Daba gracias por tenerle. Me quedé sentado en el sofá unos segundos intentando poner la mente en blanco, olvidarme de todo por unos segundos y relajarme. Imposible.
Las manos y prácticamente todo el cuerpo me temblaban, ¿por qué había acabado todo así?
Me levanté del sofá aun temblando, cogí una chaqueta, las llaves y salí del piso. La bajada en el ascensor se me hizo eterna y el espacio cada vez me parecía más pequeño. Salí con la respiración entrecortada y, sin despedirme de Sara, huí hacia la calle en busca de aire. No me dio tiempo a respirar ya que un millón de flashes me cegaron.
-Lucas, ¿dónde está Helena? -un hombre alto y robusto me acercó el micrófono a la cara- Lleva ya mucho tiempo sin ser vista, ¿os habéis peleado? ¿y María? ¿dónde está María?
-Helena no está ni quiere saber nada de nadie, está bien, en su casa trabajando y descansando -intenté meterme entre las cámaras y llegar hasta el coche, pero el hombre comenzó a seguirme poniendo el micrófono lo más cerca posible de mi boca, quería que respondiera a todas sus preguntas-. Y respecto a mi relación con María ha acabado rotundamente.
-¿Qué ha pasado, Lucas?
Otro micrófono apareció delante de mí, esta vez era una chiquilla morena con los ojos azules, me impactó.
-¿Qué ha pasado? -la comencé a contestar quitándole el micrófono de las manos- Que la gente no es lo que parece y que salir un par de veces en televisión le llamaba más la atención, así que prefiero a la gente interesada fuera de mi vida. Ahora, por favor, marchaos de aquí y no volváis más, gracias y adiós.
ESTÁS LEYENDO
El amor no existe
Любовные романыLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...