-¿Y tú por qué vas?
-Voy de pareja de Julieta.
-¿Ella también está invitada?
Fazio asintió sin quitar los ojos del teléfono. Se dedicó a ignorarme de la misma manera el resto del camino a casa de Rubén. Estaba tenso. Llevaba estándolo desde hacía días, no solo por el viernes completo que tenía sino por todo lo que había almacenado en mi cabeza en menos de setenta y dos horas. Todo sobre cruceros, motores, diseños de interior, medidas, precios, números, contactos. Había conseguido avanzar con la idea de Helena y me había puesto en contacto con un par de diseñadores de barcos para preguntar por la estrafalaria idea que me había formado. No sabía si mis paredes transparentes se podrían hacer, aunque no perdía nada probando.
Aparqué en una calle detrás de la que Rubén me había indicado por mensaje. Portal cuatro, piso séptimo, letra C. Celia descolgó el telefonillo y nos abrió la puerta.
Era un edificio decorado con mármol blanco y negro. Las escaleras eran de cuento, con una barandilla de madera tallada. Fazio fue directo al ascensor y llamó. Entramos en silencio, Fazio sacó su teléfono y se puso a hacerse fotos en las cuales acabé incluido arrastrado por el brazo de mi hermano.
-Me la voy a poner de fondo.
-Qué tonto eres.
Salí poniendo los ojos en blanco y me guie hasta la puerta de Rubén. Fazio llamó frenético al timbre y la cerradura sonó.
-Bienvenidos -Rubén apareció con una sonrisa falsa pintada en la cara hasta que vio a Fazio y le ofreció la mano. Después me la tendió a mí con menos efusión-. Pasad, pasad.
La casa era majestuosa con detalles clásicos en cada rincón. Entrabas a un pasillo con una librería empotrada en la pared con separaciones en formas de columnas corintias, todo en blanco. El suelo era de mármol gris y estaba tan limpio que te reflejabas en él. Un gran arco a la izquierda daba a un salón con una cristalera que iluminaba el piso. Nos indicó el camino con el brazo y nos ofreció sentarnos y algo de beber antes de comer, aún eran las dos menos diez. Celia apareció por detrás y se sentó frente a nosotros.
-Hola, chicos.
Se sentó en un sillón blanco enfrente de Fazio, con las piernas cruzadas y los brazos apoyados en el asiento.
-Hola, guapa -Fazio le regaló una sonrisa que Celia aceptó amable; estaba distinta-.
-¿Qué tal con tu chica? -me preguntó con una sonrisa- He visto fotos por internet, parecéis muy contentos.
-Sí, lo estamos -Celia me hablaba con cariño y curiosidad, no se asomaba nada de veneno en sus palabras-. Gracias por preguntar, ¿tú estás bien aquí?
-Sí, la verdad es que estoy bien -miró al suelo distraída y se le escapó una media sonrisa-. Bastante bien, estoy a gusto.
-Me alegro -le dije sincero. No se me olvidará nunca lo que Celia contó de Rubén, no solo por lo que le hizo sino por como dolían sus palabras-. ¿Y tu madre?
-Mi madre está en casa tranquila, la llamo dos veces al día. Aún se cree esa chorrada que le contasteis.
-Tu madre estaba encantada con nosotros -Fazio tenía tono coqueto, pero creo que ya era su forma natural de hablar a las chicas-.
-Con dos dioses como vosotros quién no.
Los ojos de Celia rodaron para encontrar a Rubén que llegaba con una bandeja con una cerveza para Fazio y una botella de vino con tres copas para los demás. Aquella botella era demasiado cara ¿quería sorprendernos o algo por el estilo?
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El amor no existe
RomanceLa gente dice que cuando se cierra una puerta se abre otra. Y Helena abrió la suya sin mirar. Un clavo saca a otro clavo, según Lucas. Y Stefan no mira nunca de donde viene, sino a donde va. Helena, Lucas y Stefan verán sus vidas entrelazadas, crear...